Capítulo 54

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Milenka

Tamborileo los dedos sobre la mesa que Svetlana orgullosamente se sienta, ¿me pregunto cuántos hombres se han sentado dentro de estas cuatro paredes sintiendo que eran los reyes del mundo? Porque así se siente, como si pudieras dominar todo sin importar nada ni nadie, haciendo cosas inhumanas e ilegales sin un castigo a cambio.

La Bratva es dueña de este país, políticos, policías, millonarios, todos sirven a la mafia, así se mantiene un balance perfecto. La delincuencia es bastante reducida en comparación a los otros países, gracias a que la Organización se encarga de sacarlos de las calles, la economía parece florecer cada año, gracias a la mafia que dona generosas sumas a las oficinas gubernamentales.

Sin embargo, desde que he tomado esta porquería, nadie ha venido a mostrar sus respetos. Cuando Lana mató a mi padre, hombres de todos lados, altos mandos, magnates y todos los beneficiados del crimen organizado viajaron a la casona para reconocer a la nueva cabeza. ¡¿Por qué todavía nadie ha puesto su culo aquí para reconocerme como tal?!

Es como si se burlaran de mí, como si escupieran en mi nombre. ¡Los odio a todos! Siguieron a una niña inexperta que sólo hizo un berrinche, vinieron a lamer sus botas el mismo día que enterraron a Slava. Sin embargo, a mí me han insultado con su ausencia. Yo que planeé esto por años para que saliera perfecto, yo que perseveré desde que tengo memoria, yo que sin una masacre, conquisté una de las mayores organizaciones criminales.

¡Deberían contar historias de Milenka Egorova!

La puerta se abre revelando al idiota que he asignado como jefe de escoltas, ni siquiera es buen soldado, pero los mejores se fueron tras el culo de Svetlana, tengo que conformarme con los hombres de Kórsacov que son tan inútiles como sus señores.

—¿No aprendiste a tocar?— gruño fastiadiada.

—Le han dejado algo en la entrada— anuncia ignorando mi interrogante y resoplo.

—¿Y no pudiste traerlo? Estoy ocupada.

—Es muy pesado y preferimos no tocarlo.

Pongo los ojos en blanco harta ya de la incompetencia de este sujeto. Si quiero que las cosas se hagan bien supongo que debo hacerlas yo misma. Me levanto de la silla y camino tras el imbécil, él me conduce hasta el exterior de la casa y seguido hasta los grandes portones que aseguran la mansión.

Me quedo sin aliento al verlo. Lleno de balas, sin vida esta vez de verdad. Me había contado que creyó morir esa noche que Ruslan Lavrov atacó a Svetlana. Recibió un disparo por ella y luego fue abandonado, despertó en una antigua casa perteneciente a la familia de su madre, estaba inmovilizado de la cintura hacia abajo, la bala en su estómago había seguido su camino hasta afectar su columna. Creía que ella lo había salvado, pero habían sido sus soldados.

Durante todo un año pensó que Lana estaba muerta, hasta que escuchó los rumores. Esperó por ella, a que fuera por él y nunca lo hizo. No se atrevió a enfrentarla. Estaba inválido y sin ganas de vivir, hasta que una servidora lo contactó. Fue tan fácil manipular su cabeza, jugar con sus emociones, hacerlo odiarla y querer venganza. Le devolví a su familia, le di tratamiento para que sus heridas sanaran, le hice tener un propósito de vida: hacerle pagar a Lana lo que le hizo. Todo a cambio de sus ejércitos, su dinero.

Pero era tan jodidamente estúpido, tan sentimental, amaba a Svetlana a pesar de todo, al igual que Dierk. Que no me sorprende que eso lo haya llevado a su muerte.

—¿Qué mierda le pasó?— me pongo en cuclillas para observar de cerca el cuerpo pálido de Konstantin.

—Hombres Dobrovolski lo arrojaron aquí.

Reina Rusa© Donde viven las historias. Descúbrelo ahora