*Capítulo 29.

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Ronroneó, estregándose felizmente en el abdomen de su alfa. Era suyo ahora, y estaba más que ansioso de aquello. No solo tenía la marca de él, sino que viceversa. Sus olores se mezclaban de manera satisfactoria, y los fuertes brazos parecían no querer dejarlo ir. Tampoco quería, pero escuchó sonar una y otra vez su celular, tirado en algún lado del piso. ¿Cuántos días pasaron? No los contó, y seguramente, de no estar con su jefe en la cama, sería corrido.

—Amor—. Su voz se sentía desgastada, ¿cuánto grito? Bueno, su cuerpo era un collage de marcas moradas y rojas, además de la de emparejamiento; y sentía como entre sus muslos corrían hilos de semen. Aún seguían unidos por el último nudo, pero este ya estaba deshinchado—. Debo contestar—. Murmuró, besándole la mejilla.

—No lo hagas... —. Gruñó el alfa, aún medio dormido. Se sentó en la cama, y acarició la mejilla de este, saliendo de los brazos. Sintió cómo el pene se deslizaba por su culo, y aquel último tramo de semen cayó en la cama. Se ruborizó ante la idea. Si fuese... ¡No! No debía pensar en eso.

Se levantó de la cama, tomando su celular. Tenía la pantalla llena de... Asco. Hizo una mueca, limpiando la pantalla con el pantalón que encontró en el piso, y contestó cómo pudo la llamada, pues el touch no quería coger su dedo. Seguramente, estaba empapado. Para colmo, parecía fisurada.

— ¿Aló?

— ¿Aló? ¿Cómo qué aló? —. Su padre—. Necesito que abras la puerta en este instante—. ¿Por qué siempre iba cuando estaba en malas condiciones?

—No puedo.

— ¿Por qué? —. Parecía molesto, más bien, preocupado.

—Estoy con Ray—. Si era sincero, desistiría—. Y estamos... Algo desordenados—. Muy desordenados. Vio el cuerpo del alfa boca abajo en la cama. La espalda la tenía llena de sangre y con sus uñas marcada en ella. El cabello negro estaba desordenado, como si lo hubiesen arrastrado una y otra vez; y si él se veía así de 'estaba-teniendo-sexo', no se imaginaba su propia imagen.

—Bien. Esto le incumbe también a él—. Eso sonaba mal.

—Vale, deja nos vestimos y te abro—. Colgó, y vio cómo su celular volvía a sonar, desesperado. Contestó—. ¿Papi?

—No tenemos esa confianza, Henry—. Jasper ahora hablaba, pero, aunque trató de sonar cómico, más bien, parecía preocupado—. ¿Dónde están?

— ¿'Están'?

—Sí. Ray y tú.

— ¿Cómo...?

—No es difícil adivinarlo, Henry. Estabas en celo, y después Ray también desapareció por cuatro días—. ¡¿Cuatro días?! Mierda, ni estando con el CEO se salvaba de esta.

—Demonios... ¿Pasó algo? Te escucho...

—Sí, pasó algo. Henry, el abuelo de Ray adquirió la gerencia nuevamente.

— ¡¿QUÉ?!

—Amor, te amo, pero cállate, trato de dormir—. Gruñó Ray—. Más bien ven a la cama—. Henry se acercó al mayor, moviendo el hombro de este—. ¿Qué?

—Pasó algo, vístete ya—. Murmuró, volviendo al teléfono—. ¿Qué ocurrió?

—Nadie sabe. Llegó, pidió las llaves de la oficina del CEO, y se estableció allí de nuevo. No sé qué está pasando, pero Piper y yo estamos preocupados; el señor no parece feliz. Ah, y sobre tu puesto...

— ¿Me despidieron? —. Trató de que su voz no sonara en un gemido lastimero.

—Uhum. Pareciera. Porque volvió esa omega que estaba antes. Yadira, ¿creo? —. Sentía que su mundo feliz explotaba a su alrededor. Su cuerpo se desvanecía, y jadeó asustado por lo que podría ocurrir. ¿Qué exactamente estaba pasando?

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora