Capítulo 23.

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Su vida parecía mejorar, de alguna forma. Tal vez no era lo que siempre deseó, no se acercaba ni un poco, pero era, sencillamente, perfecto. Todo tan indicado para que así ocurriera. Eso lo hacía feliz. Su psiquiatra comenzó a reducir su medicación; su relación con Cooper era estable; tenía al lindo se Sean y Piper siempre pendiente; se llevaba, en lo que cabe, bien con Steve y Tony (bueno, a este último no lo veía desde esa vez del cumpleaños de su padre). Todo brillaba.

—Quiere conocerte—. Habló Cooper, obviamente refiriéndose a Carina. Este aún no solucionaba sus problemas en la casa, pero, solo serían nueve meses, ¿no? Aunque no le gustaba el anonimato, aquella pregunta lo emocionó. ¿Cooper era capaz de ello? ¿De presentarlo? Era tan dulce.

—No me molesta—. Dejó de teclear en el computador, prestando atención al alfa.

—Ella es cruel y descarada.

—Es una omega embarazada, debe ser duro—. Refutó. La mujer ya no aparecía en la oficina tan seguido, eran muy pocas las veces. Cuando llegaba, recogía un cheque, y se iba nuevamente. Sin hablar más de lo necesario. Estaba con el vientre levemente voluptuoso. Tenía cuatro meses, según el médico; y, aun así, no se veía para nada obesa o inflada. Era igual de hermosa, y su olor era agradable, casi familiar.

— ¿Por qué la excusas? Me da miedo que te sientas mal por algo que ella diga—. Jace observó, sin decir nada, al alfa frente a él. Parecía angustiado por alguna razón, bueno, porque a él le llegara a afectar algo que dijera Carina. Cooper aún pensaba que no alcanzó esa madurez en algún momento de su vida. Tal vez, en el pasado, le hubiera afectado algo referente a su condición. Ahora era consciente de ella, de que no era llamativo, y aceptarlo era su mejor autodefensa.

—No me va a pasar nada—. El chico sonrió—. Soy bastante mayor, Cooper. Y sé cómo comportarme ante la gente—. El mayor lo miró, dubitativo, pero se rindió al final. Su chico era fuerte, debía aceptar que no podría siempre protegerlo; más ante amenazas como él.

—Le diré que nos veamos el viernes en la noche. ¿Te gusta el Hotel Grand? Tiene un buen menú—. Jace asintió, desinteresado realmente del lugar, pero su emoción por ver a la omega que tendría a su cachorro era única. Bien, tal vez él no era su papá biológico, pero sentía ese cariño inmenso, y había leído que, al nacer la criatura, el primero que olor que llegara a reconfortarlo sería aquel que recibiría como propio.

Se emocionaba de aquello.

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El silencio era aterrador, llegando a congelarlo, porque a pesar de la inexistencia de sonido, el ambiente no era muy agradable, a decir verdad. La omega, quién al llegar a esa sala privada se puso de un color verde casi enfermo, se sentó en silencio, y no dejaba de mandar miradas a Jace, el cual permanecía leyendo la carta por quinceava vez, a pesar de ya haber ordenado.

—Eres un omega, ¿verdad? —. Ambos hombres dejaron sus mentes para mirar a la chica.

—Lo soy—. Habló Jace, levemente cohibido.

— ¿Por qué quieres el hijo de otro omega? —. La chica miró a Cooper—. Pensé que salías con un beta.

—Soy estéril—. Respondió el rubio antes de que Cooper tomara la palabra. Tenía que ser claro, conciso. No le molestaba hablar de su condición, y en esos casos era necesario hacerlo. La omega alzó una ceja, para luego volver a tomar agua.

—Qué suerte tienen algunos—. Murmuró ella. Siempre tuvo que planificar, y desde muy joven había querido hacerse la esterilización; pero sus padres lo prohibieron mucho tiempo, y cuando por fin pudo, pasó lo de Cooper. El muchacho parecía honesto y amable, seguro sería un gran papá. Pero ella no era así, y cuando terminara ese horrible martirio de estar embarazada, iba a esterilizarse.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora