Capítulo 10.

1K 102 56
                                    

Advertencia: Froteurismo.

.

—Los gatos son extraños—. Dijo Cooper, algo disgustado por la atención que recibía el cachorro de Jace, quien lo acariciaba en su regazo, mientras le daba algo de leche materna felina, comprada y aconsejada por la veterinaria que lo atendió. Ahora estaban en la oficina, el pequeño bicho se veía mejor, de pelaje suave después de un baño, con ronroneos fuertes, y una cobijita encima de él. Los que iban a visitarlo a su oficina, pasaban frente al gatito y le daban mimos, ganándose la atención de todo el mundo. Aunque a él no le importaba la atención de todos, solo de Jace; y este, a pesar de no desmejorar por la distracción, abandonaba su oficina desde antes cuando el pequeño bicho lloraba por él.

— ¿No te agrada Salem? —. Riele estaba sorprendida de lo enfurruñado que estaba Cooper, completamente distraído en la puerta, esperando a que entrara Jace. No pensó que este le tomaría tal cariño al chico, pero era tan dulce y sencillo que era imposible no querer mimarlo; más para un alfa.

— ¿Salem?

—El gato—. Riele se desprendió de sus lentes, colocándolos encima del escritorio donde estaban reunidos, hablando de la última edición de Magaz In—. Estás distraído, Cooper—. Y no le molestaba, porque al menos eso le daba algo de soltura en cuanto a su relación con el jefe. Era difícil, desde siempre, tratar con ese hombre. Pero en ese momento, este parecía bajar sus murallas lo suficiente para que ella pudiese entrar un poco en la mente del excéntrico CEO.

— ¿Por qué Salem? —. La chica se estiró un poco en el asiento, y decidió dejar su trabajo un poco de lado. Ya se había llevado a la imprenta la bendita revista, así que no le preocupaba mucho lo siguiente.

—Le gusta mucho El mundo oculto de Sabrina—. Cooper la miró, casi con la boca abierta.

—No lo sabía—. Le ofendía demasiado no saber algo de Jace, y que alguien a quien pocas veces vio al lado del chico supiera esto.

—No es raro. Es tu asistente—. Cooper no respondió—. ¿O no? —. Eso explicaría la actitud posesiva del alfa con el chico. Siempre siguiéndolo, siempre viéndolo, siempre mimándolo. Era muy obvio en la oficina lo que pasaba, al menos para la sección de la revista, conocidos por ser los chismosos de la editorial.

—Lo es—. Por un momento creyó que iba a hablar, que iba a aclarar aquella duda que tenía todo su departamento: Su jefe se había enamorado de sencillo y educado secretario. Era intenso, parecía una novela digna de la editorial. Riele sonrió, sin ganas de quedarse con la duda.

—Qué bueno... Porque es muy lindo—. La cara de este se deformó, y creyó que su vida pendía de un hilo ante la expresión de su jefe. Gritaba "mío" por todos lados, y un ceño fruncido que no quedaba bien en su sexy rostro—. Eres muy obvio, Cooper.

—No sabes nada.

—Seguramente. Pero no soy chismosa, y no voy a regarlo por toda la oficina—. No si se lo pedía con cariño, claro. Tampoco arruinaría así la reputación bien merecida de Jace, porque era obvio que a Cooper no le harían nada por ello; pero, en cuanto a algunos, estaba seguro que caerían al pobre Jace como culpable de seducir al jefe.

— ¿Estás interesada en ello? —. Riele no entendió la pregunta—. Pareces reportera buscando un chisme, Downs. No te queda—. Siempre tan pedante. La chica frunció el ceño.

—Te iba a dar un maravilloso consejo, pero parecer alguien que desecha cualquier opinión que no sea la tuya—. Se levantó del asiento, bastante molesta con su jefe, siendo por algo que no trataba del trabajo. Maldito idiota, era un pedante hombre que jamás podría estar con alguien tan dulce como Jace Norman.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora