Capítulo 24.

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— ¿Sabes qué es una mierda? —. Carina estaba comiendo la sexta chocolatina con maní de esa hora, y aquello lo preocupaba. Trataba de detenerla, pero ella gruñía. Quería creer que era porque tenía un increíble apetito; recordaba que, cuando salieron del restaurante, la chica aún tenía hambre—. Engordaré como vaca, y no puedo evitarlo.

—Puedo hacerte algo de comida sana—. La chica lo miró, con una ceja alzada—. Mi mamá me enseñó a cocinar, me entretenía acompañarla en la cocina—. Carina supo, por Cooper, que Jace tenía una madre beta, y era por ello que había nacido de esa forma. Era tierno ver cómo eso no afecto a su forma sana de ser.

—Suena bien. ¿Te parece el jueves? —. Seguían esperando a que los atendieran en el hospital, hoy tenía una ecografía, y lo habían invitado a ella. Cooper estaba ocupado, así que decidió ir por su cuenta; no es cómo si no pudiera salir solo.

—Tengo un viaje en el trabajo—. La chica dobló el papel de la chocolatina, e iba a abrir otra, pero Jace se la quitó. Tomó de su maleta un bote con zanahorias en palitos, y se lo pasó—. Es mejor, para tu salud y la de él o ella.

—Oh, bien—. No parecía feliz—. Por cierto, hoy podemos ya averiguar el género—. Jace se puso emocionado, su rostro era muy expresivo cuando quería—. ¿Ya eligieron un nombre? —. La chica igual comenzó a comer las zanahorias. No sabían tan mal, tenían limón.

—No, aún no.

— ¿Y cuáles te gustan?

—Si fuera niña querría ponerle Karen, como mi mamá. Y si fuera chico... Tal vez David—. Sonrió.

— ¿Por qué David?

—Me recuerda al nombre de los ángeles. Y es como un ángel que pueda tener un hijo.

— ¿Eres creyente?

—No, no exactamente. Mi papá sí lo es. Pero yo solo espero no morir con tantas incógnitas en la mente; y si un credo puede hacer eso, es fantástico—. La chica formó una 'o' en sus labios, y antes de hablar, fueron llamados a ingresar.

Le hicieron poner una bata, y se recostó en una silla. Jace se paró al lado del médico, quién tenía también el ecógrafo y el gel.

— ¿Eres el padre? —. Preguntó el señor.

—No, no—. Rió—. Soy...

—Es el que se quedará con el niño—. Qué directa era.

—Okay—. El médico no hizo ninguna mueca. Vertió un poco de gel en la panza abultada de la chica; con la ropa casi no se notaba, pero sin ella, se veía claramente el vientre; el ombligo sobresalía, pero tenía una buena pinta—. ¿Quieren saber el primer género? —. Ambos asintieron.

El señor comenzó a pasar por la panza el transductor del ecógrafo, y en la pantalla se comenzaron a ver los tejidos, de un color negro y blanco. Entonces, empezó a buscar, hasta hallar lo que parecía una cabeza, más bien, una bolita blanca.

—Parece estar bien—. Dijo el médico, comenzando a mover el transductor hasta que viera dentro de las piernitas del cachorro. Ambos estaban con el corazón a mil, esperando que el señor dijera algo. Jace se sentía emocionado de escuchar los latidos del corazón del bebé. Por un momento, deseó estar en el lugar de Carina, pero prometió no volver a sentirse insignificante por su condición estéril—. ¿Ven eso? —. El doctor señalaba por donde parecían dos trozos blancos, huesos—. Es un niño.

—Creo que, si será tu ángel, Jace—. Se burló Carina, pero Jace estaba muy concentrado en la imagen del pequeño. Era tan pequeño, y se sentía feliz de poder vivir tan cercana esa experiencia.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora