Capítulo 22.

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Siempre le molestó la luz. El sol era tan fastidioso, y el no poder mostrar sus llamativos ojos azules era aún peor. El salir no era su mejor amigo, pero Cooper la llamó por intención propia, algo que nunca hacía. Normalmente ella lo buscaba, porque puede que no sienta interés por él, pero admitía que el sexo era bueno.

Ascendió al último piso, deshaciéndose de los lentes en su pomposo cabello rubio, y acomodando su escote. Amaba a esas niñas, siempre la hacían ganar en cualquier ámbito. Admiraba su belleza, era imposible no hacerlo. Si no fuera por su mala personalidad, sería la omega perfecta para cualquiera. Mejor, para ella misma. Nadie estaba a su nivel; ni siquiera el hermoso Cooper Barnes.

—Buenos días, señorita Carina—. Ese omega era tierno, patéticamente tierno. Tal vez porque era todo lo contrario a ella. No le caía mal, más bien, le gustaba la tranquilidad que le daba. Pero era tan sencillo que era molesto ver a un omega tan impropio.

—Hola, Jace—. Su voz se agudizó, simplemente para dar un tono tierno.

— ¿Necesita algo? —. Extraño, pensó. Jace no le hablaba más de lo estrictamente necesario, jamás. Y siempre la dejaba pasar sin problemas. Levantó una ceja.

—Veré a mi pareja, ¿algún problema? —. Sonó ruda. Ups.

—Ninguno—. Él sonrió, extrañándola más.

Entró a la oficina, aun sin creer que tuviera una conversación decente con el chico, y cerrando la puerta tras ella.

— ¿Qué le pasa al chico Norman? Está muy agradable—. Hizo un gesto de repulsión, caminando con el sonar de sus tacones hasta el mayor, quien estaba en uno de los muebles. Trató de darle un beso, pero este la alejó, como el primer día. No le importó, y se lanzó a su lado, haciendo que su ajustada falda subiera por sus contorneadas piernas—. ¿Y bien? ¿Qué quieres?

—Quiero que terminemos—. Esperaba cualquier reacción de Carina, que le gritara, que se molestara, que lo chantajeara. En cambio, está tosió, y comenzó a reír, bastante amplio para su gusto. Fue extraño, parecía realmente feliz—. ¿Qué? —. Era extraña.

—Esto sonará bastante irónico, pero—. Revolvió su bolso, y de allí sacó un papel arrugado y lleno de manchas. Lo estiró un poco, y se lo pasó al mayor. Este leyó por encima, antes de quedar blanco como la leche—. Oh, sí, amor.

—Pero... ¿cómo?

—Bueno, ¿recuerdas esa vez que nos vimos por primera vez? Te emborrachaste, y me montaste como animal. No parecías realmente interesado en mí, lo cual es extraño. En cambio, gemías otro nombre que no recuerdo—. Por el amor al diablo, pensó el alfa, acariciando su cien con ambas yemas de sus dedos—. Esa vez sentí que iba a pasar. Acababa de tener mi celo, y anudaste adentro.

— ¿Por qué no me dijiste antes?

—Porque no tenía síntomas—. Suspiró, sacando de su bolso una cajetilla de cigarrillos, y tomando uno entre sus labios rojos—. Me hice la prueba porque me vi gorda, además que me están creciendo las tetas, algo no común a mi edad. No soy tan joven para que aún me estén creciendo—. Iba a encender el cigarrillo, pero el mayor se lo quitó—. ¡Oye!

—Estás embarazada, no fumes—. Tiró el cigarrillo en la mesa—. ¿Qué haré ahora?

—Hacerte cargo, ¿no? —. La miró, asqueado.

— ¿Quieres que nos casemos?

—Así no esperaba que me propusieran matrimonio—. La chica ladeó la cabeza—. Pero no. Es muy jodido estar con alguien que claramente está enamorado de otra persona. No me odio tanto para comprometerme en esa condición—. Bueno, al menos Carina no era una tonta enamorada que pensaba que un cachorro iba a hacer que se enamoraran. Eso era agradable en ella.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora