Capítulo 14.

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Advertencia: Contenido sexual explícito. Felación. Lactofilia. Algunas cosas de los omegas en celo me las saqué de los ovarios, así que perdón si salgo del canon del omegaverse (¿hay uno?).

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Fue más fácil de lo que creyó faltar al trabajo, tal vez porque Cooper era el CEO. No quería dejar a Salem solo, por lo cual, al no hablar con su padre debido al problema, decidió pedirle el favor a Riele, quien, con gusto y sin preguntar, lo iba a alimentar todos los días. Jace se despidió del gatito esa mañana, y Cooper lo recogió, conduciendo fuera de la urbanización.

Vivía en la colina, un lugar bastante caro a su parecer. Su padre vivía por allí, pero más hacia el fondo, en la mansión. Cooper, en cambio, también vivía en una mansión, pero más moderna. Entraron por unas rejas negras, rodeadas por arbustos, y el camino hasta la casa fue largo. Era un lugar hermoso, con muchas flores de todo tipo. La casa era de dos pisos, alargada, encima de una colina. Se veía en la parte trasera una piscina, al igual que un parqueadero para varios autos. El mayor estacionó y ambos bajaron de allí.

Era una casa hermosa, y cerca parecía pasar un río. El aroma a prado era encantador, y el lugar parecía sacado de una película.

—Le pedí a las empleadas que organizaran para hoy. No habrá nadie además de nosotros—. Dijo el mayor, tomándolo de la cintura y caminando con él hacia una puerta de metal. Unos ventanales gigantes mostraban el interior curvilíneo.

Al entrar, todo era blanco y negro. Un sofá en forma de L frente a un teatro en casa, unas escaleras flotantes a un segundo piso con la parte trasera una pequeña cascada y un bonsái. Se veía todo tan abierto, nada separado. Parecía un lugar casi exhibicionista. Pero, al estar tan alejado de todo, era normal darse aquellos lujos.

—Jace, ¿quieres dejar tu maleta en la habitación? Está arriba, déjala en cualquiera. Te daré algo de tomar—. El mayor le besó la mejilla, y se dirigió a la cocina, también abierta, dejando ver la nevera y todos los electrodomésticos.

El chico le hizo caso, y subió las escaleras hasta llegar al piso superior. Era un blanco pasillo, con algunos cuadros abstractos. Había varias puertas, y entró a la primera, dejando su maleta en una cómoda cama. Salió para continuar su recorrido. A pesar de que era una casa grande, era minimalista, y las cosas no eran exactamente pomposas. Más bien, elegantes.

Bajó nuevamente, Cooper dejó en la mesa de cristal frente al mueble unos vasos con limonada y rodajas de esta. Se sentía todo tan vacacional. Se acercó al sofá, bajo el televisor pantalla plana curva, había una chimenea eléctrica.

—Es precioso—. Murmuró.

—Gracias—. Parte de todo lo que había trabajado en su vida iba a esa casa, a sus cosas, y ahorros. Era bastante organizado con gastos, y no tendía a gastar inútilmente como muchos millonarios. Bueno, hasta que volvió a ver a Jace. A él le compraría la luna si pudiera.

Se acercó al menor, y rodeó la cintura de este con un brazo, metiendo su nariz en el cuello de este, y sintiendo aquel trozo de tela que lo rodeaba. Era de color negro, una gargantilla gruesa que cubría la parte en la nuca trasera donde el alfa marcaba al omega. Supuso que era por protección, puesto que ambos sabían que, al dejarse llevar por sus instintos, olvidaban por completo sus deseos objetivos.

—Jace—. Comenzó a olfatearlo, bajando por el hombro de este, mientras con su mano acariciaba la cintura del mismo. Apretó esta, mientras lamía un poco del hombro descubierto del menor—. Hueles tan bien—. Era la primera vez que a Jace le decían algo así. Sabía que su olor era tan vacío que no llamaba la atención. Pero Cooper parecía honestamente seducido por él.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora