Capítulo 11.

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Advertencia: Contenido sexual explícito.

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Salem se acomodó fácilmente en su casa, de inmediato recorrió el lugar, y tomó su cuarto de biblioteca como propio, llenando de pelo la alfombra y el mueble café, destacando su pelo de color blanco en partes. Era lindo verlo acostado allí. La comida la decidió poner en la cocina, y la arena cerca de la lavadora y secadora. Se veía más acogedora su casa.

—Es muy peludo—. Cooper lo abrazó por la espalda, viendo como el gato ronroneaba encima del sofá, y a su lado, todo lleno de pelos.

—Así son los animales—. Nunca pensó en tener uno, pero, ya que tenía la oportunidad de una compañía, la tomaría, porque la soledad de su lindo apartamento a veces lo aterraba.

Dejaron al gato en la biblioteca, dirigiéndose a la sala. Jace fue por un poco de vino, pues era viernes, un buen día para tomar. Además... ¿Para qué negarlo? Tenía ganas después del ascensor. Hacía mucho no tenía sexo, y no podía decir que no le gustaba, porque sería una mentira. Siempre que pensaba en sus exs amantes, pensaba en lo bien que la pasó en la cama; era lo único que podía rescatar de ello.

A veces se preguntaba, ¿cómo pudo tener sexo, siendo como es él, tan asocial? Bueno, casi siempre se juntaba con personas indicadas para sacarlo de su zona de confort y hacerlo sentir lo bastante seguro para ese paso.

Sirvió una copa frente a Cooper, y otra para él, dejando la botella en la mesa de centro, y sentándose al lado del mayor en el sofá. Tenía la sensación de que, de no dar un primer paso, ese hombre no lo haría. Y no porque era cerrado e introvertido, más bien, porque era demasiado delicado con él, como si no quisiera asustarlo. Lo apreciaba, pero no sabía hasta dónde podía llegar sin ser separado.

— ¿Te gusta el vino? Pensé que no tomabas alcohol.

—No tomo mucho, en realidad... —. No podía—. Pero el vino tiene un sabor dulce-amargo que no me desagrada.

— ¿Algún otro alcohol?

—Tal vez la champaña. Es dulce—. Cooper rió.

—Tienes gustos finos.

—Más bien, simples—. Y le gustaba eso. Cooper lo notaba. Su apartamento era minimalista, rustico y bastante bonito. Decoraciones apenas habían, y parecía un lindo lugar para descansar. Su apartamento, en cambio, era muy lujoso, demasiado extravagante. Nunca se sintió cómodo en ese lugar, pero fue lo que más pensó que iba con su estilo. ¿Siquiera tenía uno?

— ¿Qué licor crees que tomo?

—Ron, Wiski... Hueles a pomposo—. Cooper rió. Le gustaba que Jace se relajara a su lado, era cómodo eso. Giró un poco su cuerpo en el sofá, y ambos quedaron frente a frente, separados por sus piernas dobladas.

—Los mejores gustos.

— ¿Y yo que soy? —. Murmuró. El mayor estiró su mano hasta la contraria, acariciando el torso de ella.

—Lo mejor—. Sus cuerpos se acercaron lentamente, y Jace sintió que era el momento de dar un paso hacia delante. Restregó sus rodillas con los muslos del mayor, y este tomó las largas piernas del chico y las subió encima de sus piernas, acariciándolas, hasta entrar entre los muslos, hasta la entrepierna—. No quiero a nadie más, Jace. Solo a ti—. ¿Por qué ya no le parecían mentiras aquellas palabras?

Dejó su copa en la mesa, y acercó su pecho al del contrario, colocando sus manos en los hombros del otro, y enredando sus brazos por el cuello de este. Sus rostros se acercaron, los labios de ambos picaron, y sus miradas se conectaron en todo momento. Jace tenía las pupilas dilatadas, jadeaba por la boca, y mantenía una postura temblorosa. Cooper sentía que su alfa se desesperaba, su miembro jalaba, y su mano subía hasta la entrepierna de este.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora