Capítulo 15.

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Fue el celo que más disfrutó en la vida, por no decir que el único que disfrutó. No supo qué día era cuándo despertó, pero su cuerpo se sentía mil veces peor que una sesión común de sexo con el alfa. Sus muñecas marcadas, parecían haber sido agarradas con fuerza; entre sus muslos había chupetones, moretones y marcas de colmillos; mi hablar de su ano, cuya humedad y sensación de estar cerrando aún era persistente. Acarició entre sus nalgas: estaba lleno de semen.

—Despertaste—. Giró en la cama, que ahora estaba en ella y no supo cómo llegó allí. Miró a Cooper, fresco y recién bañado, saliendo de una de las puertas del cuarto. Iba con solo el bóxer. También tenía marcas: Sus hombros estaban con rasguños, su cuello lleno de chupetones al igual que su pecho y abdomen, y algunas mordidas.

— ¿Qué día es? —. Su voz se sentía pastosa, casi acabada. Había gritado demasiado, de eso estaba seguro.

—Sábado, en la mañana—. Cuatro jodidos días. Dios, estaba destruido. Cooper se acercó a la cama, sentándose a su lado y acariciándole con ternura el cabello rubio—. ¿Cómo te sientes? —. ¿Fue muy duro? Seguramente, pero no podía detenerse cuando se trataba de Jace.

—Me duele la vida.

—Te ayudaré a bañar—. Cooper se levantó, pero ambos escucharon el sonido de un celular. El mayor besó la cabeza del chico, y tomó de la mesa su teléfono, contestando de un deslizar—. ¿Aló? —. Entonces vio cómo el ceño de este se comenzaba a fruncir—. No, no—. Miró, disimulado, al chico—. Estoy solo—. ¿Por qué le dolió tanto eso? —. ¿Ahora? —. Volvió a mirarlo, esta vez sin disimulo—. Bien, estaré allí a la una. Bien, Adiós—. Y colgó.

— ¿Tienes que...? —. Se sentía extraño, molesto, pero decidió no demostrar ello.

—Irme—. Se acercó al menor—. Lo siento... En serio.

—Está bien—. No lo sentía así.

—Si quieres quédate.

—No—. Fue cortante, y Cooper iba a hablar al notar ese cambio—. Me siento más cómodo en mi casa—. El alfa asintió, entendiendo aquello, pero seguro de que no era la razón acorde.

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Era malo, estaba inconforme con la forma en que dejó a su niño en la casa. Este parecía berrinchudo, molesto, y era tierno, pero no le gustaba estar así con él. Tal vez le enviaría unas flores, o dulces. No quería comprarlo, Jace valía más que cualquier material; pero quería sentir que hacía algo al respecto, y no quedarse con un seco adiós.

—Bienvenido, señor Barnes—. Habló uno de los empleados, recibiéndole la chaqueta—. El presidente lo espera en la sala de estar—. El mayor asintió, continuando su camino hasta ese lugar. Se sentía molesto, pero no podía negarse a ver al hombre que lo hizo lo que es ahora.

—Hijo—. Al entrar, encontró a su abuelo, un hombre de mediana edad, con leves arrugas y un rostro serio, sentado en la silla principal. Vio en otro mueble a un muchacho, por su pestilente aroma, era un omega. Este iba muy bien arreglado, con el cabello largo y negro recogido en dos hebillas, y con un traje que resaltaba su delgada figura—. Siéntate—. El alfa se sentó en una de las sillas.

— ¿Necesitabas hablar de algo?

—No te ves muy alegre, hijo—. Tomó de la mesa de centro una de las tazas, tomando un sorbo del té en ella—. Saluda a Kail—. Señaló con sus ojos al chico, quien parecía muy interesado en él. Cooper supo a dónde iba todo ello, porque su abuelo era muy insistente. Lo saludó, a regañadientes—. Está interesado en ti—. No de nuevo.

—Si eso es todo—. Iba a levantarse, pero el alfa mayor miró reprimiendo a Cooper, este se volvió a sentar—. No insistas, abuelo.

—Estás volviéndote viejo, Cooper.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora