Capítulo 7.

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El lunes llegó lento, tortuoso, pero seguro. Jace se sentía un poco revitalizado después de estar en su casa, pensando exactamente su siguiente paso. Tal vez debería renunciar, pero la idea de que su padre se entere y termine por arruinar a Cooper no le gustaba para nada. Debía tener carácter.

Ese día llegó temprano a la oficina, con los airpods puestos con música. Eso lo distraía. Se sentó en su puesto, sacando de su maleta la libreta con las anotaciones, y dejando su celular a un lado de esta encima de la mesa. También se colocó sus gafas.

Un mensaje brilló en la pantalla de su celular, mostrando su fondo de pantalla de un montón de caricaturas de monstruos. No era muy maduro de su parte, pero le gustaba esa imagen. Se acercó a mirar la notificación.

Suerte en tu trabajo, cariño.

Su padre era demasiado pegajoso a veces. Decidió ignorarlo, tomando su libreta y mirando los pendientes. Bien, ese día tenían la reunión con las diapositivas, y las tenía en su cuenta de OneDrive. Confiaba en la nube para no faltar de ninguna forma.

Prendió el computador, que estaba más lento que de costumbre. Al parecer, la vieja secretaria lo usaba como personal, metiéndole demasiadas cosas. Debería llamar al ingeniero, pensó Jace, tomando el teléfono de la empresa y marcando la extensión.

En eso, por el pasillo, entró Cooper.

—Jace, te necesito en mi oficina—. Bueno, todo parecía normal. El menor asintió.

—Estaré en breve—. Cooper asintió, y siguió su camino.

— ¿Bueno? —. Contestó uno de los ingenieros. Ya había hablado varias veces con esa misma voz para que solucionara el problema de su computador. Volvió a digitar la clave, y la pantalla, de repente, se puso azul.

—Eh, Sean, ¿verdad?

—Sí. ¿Jace? —. Solo habían hablado por teléfono—. ¿Qué necesita mi secretario hermoso? —. Era tan molesto.

—Verás, de nuevo el computador. Esta vez, salió una pantalla azul dice: Error en el disco duro—. Sonaba grave.

—Oh, cariño. Iré en breve, necesitará cambiar esa máquina de no mejorar—. No entendió.

—Gracias, Sean—. Y colgó, sin molestarse en tener que ver al molesto ingeniero por primera vez.

Se levantó, dirigiéndose a la oficina de su jefe. Tomó su celular del escritorio, al igual que la libreta. Inhaló, exhaló, y abrió la puerta, cerrándola tras él.

—Tengo la presentación lista, señor—. Se acercó al escritorio de Cooper, donde este estaba prendiendo su computadora. Levantó la mirada, encontrándose con el rubio, y olvidando por completo el resto. Jace se veía más lindo que nunca, o tal vez era su imaginación urgida.

—Necesitamos hablar—. Oh, no. Esperaba que fuera de trabajo. Cooper tosió un poco—. Sobre lo de ayer—. Oh, no.

—Si no es sobre el trabajo, lo trataremos después—. Giró en sus talones, decidido a salir de la oficina. Escuchó los rápidos pasos del alfa acercarse, y la mano de este lo tomó de la muñeca, deteniéndolo—. Cooper—. Lo miró. Los ojos azules de su jefe se veían necesitados.

—Solo escúchame, Jace.

—Cooper, en serio, no deberíamos—. Trató de que su voz sonara estable, pero fallaba horriblemente, chillando al final. Giró por completo, quedando de frente al mayor. Antes lo veía como un intimidante perro de raza; ahora le parecía un lindo perro que necesitaba afecto. Se enterneció, odiándose por ello—. Bien—. Murmuró.

Sex appeal. |Henray|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora