Capítulo 9. La Cabaña[Parte 2/2]

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LA CABAÑA

Me senté en el último escalón y le di un trago a la botella de agua.

Tal vez Eiden tenía razón. Tal vez nadie se daría cuenta de mi ausencia. Una parte de mi era lo que quería, pero la otra realmente deseaba que hubiera alguien por ahí preocupado por mí. No me malentiendan. No es que quería causar preocupaciones al por mayor, sino que el imaginar que a una sola persona le importara realmente lo que me pasara, me hacía sentir un vuelco en el corazón.

—Eiden Blaken —Su voz me sacó de mis pensamientos.

No me había dado cuenta de en qué momento Eiden había salido de la cabaña, ahora estaba sentado a mi lado. Llevaba su pantalón puesto e iba sin camisa, dejando al descubierto su abdomen bien formado, sí, Jess tenía razón, se podían formar ocho y no seis.

Ante mi silencio, volvió a hablar:

—Nunca nos presentamos bien, me llamo Eiden. —Estrechó su mano hacia mí en forma de saludo.

Y era verdad, aunque ambos sabíamos nuestros nombres, yo por Jess, y él por el día en que la profesora de biología me lo pidió.

Imité su acción y tomé su mano dándole un fuerte apretón.

—Allison Hallen —pronuncié mi nombre.

Una sonrisa de labios cerrados se dibujó en su rostro e inevitablemente hice lo mismo. Sus ojos se quedaron plasmados en los míos creando un atrapante efecto y me fue casi imposible dejar de admirarlos. Eran hermosos. Una vez los comparé con el cielo, con ese hermoso todo que nos cubría, sin embargo, ahora puedo decir que hay algo más en ellos. Algo que los hace más atrapantes.

Al cabo de unos segundos giró su rostro, rompiendo ese pequeño encanto que había generado en mí.

Ambos estábamos sin decir nada. Bajo la noche fría, y la luna iluminando todo el lugar, el silencio se volvió parte de la noche.

El silencio, la oscuridad, la luna siendo solo ella en ese infinito negro. Siempre te vuelve insensata, curiosa, a veces estúpida o valiente. En mi caso, no lo sé, pero lo que salió de mi boca solo salió. Sabiendo lo que podía causar. La última vez que su nombre se pronunció, las cosas no habían salido del todo bien.

—¿Puedo preguntarte algo? —no estaba segura de lo que estaba haciendo.

—No estoy seguro de que quiera escuchar.

—Si no lo quieres hacer está bien.

—Hazlo.

—¿Cómo está Samantha?

Sentí la mirada de Eiden caer sobre mí, pero no quise verlo. Así que mantuve mi mirada fija en un alto árbol a un par de metros.

—¿Cómo sabes lo que le ocurrió? —preguntó, pasados unos segundos de silencio.

No había enojo en su voz, lo cual me sorprendió.

—Estaba en el hospital con mi madre cuando ella fue ingresada —admití.

—¿Qué hacías en el hospital?

No sabía a qué venía su pregunta y a pesar de ello la contesté con la esperanza de que él hiciera lo mismo.

—Mi madre trabaja ahí.

—Oh ya —contestó con un suspiro y volvió su vista hacia el frente—. Ella está bien, supongo, no la he visto.

Me quedé callada por unos segundos. Sabía lo que quería preguntar a continuación, sin embargo, no me sentía completamente segura de hacerlo. Aunque sorprendentemente Eiden habló dándole entrada a esa curiosidad surgida.

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