Capítulo 36. D. [2/2]

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D.

Miré a mi alrededor. En el par de veces que había estado en el hospital nunca me había detenido en un lugar en específico. Se sentía extraño estar en el hospital, específicamente en la sala de espera. Siendo que no esperaba a nadie, no como las personas a mi alrededor.

Yo esperaba a mi madre. Ellos esperaban a un familiar, tan importante para ellos que sus ojos se iluminaban con esperanzas cada que veían pasar a un médico o a una enfermera.

La sala de espera estaba semillena, aunque tranquila. Alguna que otra enfermera se paseaba por el lugar. Los familiares permanecían estoicos, ante todo, sentados sin mucho que hacer más que esperar, otros parecían que no eran capaces de no hacer nada, así que caminaban alrededor como seres deambulantes e inquietos. El color blanco dominando el lugar me hizo sentir atrapada en algo que dolía, a mí o a alguien más. Como si el color pulcro y blanquecino atrapara todo, haciendo simbiosis con su alrededor devastador o esperanzador.

—¿A quién buscamos? —me inquirió, Nathan.

—A mi madre —contesté.

Estábamos hablando en voz bajita. Así era lo normal para este tipo de lugares ¿no? Estábamos en una esquina de la sala de espera, mirando de arriba abajo todo el lugar. Aunque ya lo habíamos repasado unos cuantos minutos. Supongo que esperábamos que una cara familiar para mí entrara por un pasillo.

—No conozco a tu madre —murmuró Jess—¿Se parece a ti?

Lo pensé un segundo. Yo me parecía más a mi padre. Por suerte, en todos los aspectos.

—No. No se parece a mí. Bueno, no me parezco a ella.

—¿Por qué no la buscas en su oficina o le llamas? —me sugirió, Nathan—. ¿O tal vez esté en la cafetería? Los médicos comen ¿no?

—Supongo que sí —murmuré, distraída.

No sabía muy bien por qué, pero el ambiente en los hospitales me apagaba el humor y me hacía sentir un tanto asfixiada. Todo era muy silencioso y blanco.

—Ah, es que vi una serie en donde parecía que nunca comían.

—Si ves una serie de médicos ¿para qué rayos grabarían cuando comen? —le soltó, Jess

—Para que las personas se den cuenta de que sí comen y no son putos robots.

—Tú papá es médico ¿crees que es un robot?

—Es farmacéutico. No médico.

Sus voces se escucharon un tanto distantes a pesar de tenerlos a mi lado. Apreté mi celular en la mano. No quería llamarle a Tara o buscarla, era extraño, estaba prolongando el momento para verla lo más posible. Sentía que hacerlo iba a ser como recibir una bofetada de realismo.

Cerré los ojos y solté un suspiro. En cuanto más rápido la viera, más rápido me iría. Pensé en el hecho de irme, más que el de verla.

Estaba a punto de marcar su número hasta que la voz de Nathan me detuvo:

—¿Ese no es tu padre?

Me giré hacia donde Nathan estaba apuntando.

—Sí, es él —asentí, al verlo entrar por un pasillo.

Les dediqué una mirada a ambos para que me esperaran y caminé hacia él. Llevaba su ropa típica de trabajo, pantalones y camiseta abotonada de manga a tres cuartos. Fruncí un poco el ceño al notar como llevaba la manga, la tenía elevada por sobre el antebrazo e iba presionando la parte interna de su codo con su otra mano. Nunca se subía así la manga, decía que se veía muy poco profesional.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora