Capítulo 15. [Parte 2/2]

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—Por Dios, Allison, ¿Cuánto tiempo lleva ese televisor prendido?

La voz o mejor dicho grito de mi madre me despertó. Al parecer me había quedado dormida en el sofá.

—¿Ehm? —musité con los ojos todavía adormilados, y con la voz pastosa.

—La televisión Allison. Las facturas no se pagan solas.

—Sí, lo siento, me quedé dormida.

—No te estoy pidiendo explicaciones, solo apágala.

Bien, estaba de mal humor. Ya estaba acostumbrada. Sus buenos días eran muy pasajeros, la mayoría del tiempo era así. Ni siquiera la había visto desde hace una semana, se iba todos los días temprano a trabajar y cuando volvía ya era casi de madrugada. Puede que yo no estuviera dormida, pero ni siquiera me daban ganas de ir a saludarla.

Busqué el control del televisor y lo apagué. Ni siquiera me detuve a buscar más de ella, así como Tara se limitó simplemente a adentrarse a su despacho.

—¿Allison?

Estaba subiendo las escaleras en el momento en que su voz me hizo girarme de nuevo. Me miraba con una pequeña mueca desde la puerta.

—¿Mmm? —contesté.

—Me dijeron que te vieron en el hospital. Le dije a la enfermera que era imposible, ya que tú no me avisaste nada, ¿pero hay algo que quieras decirme?

Mierda. Un estallido de nervio me hizo tragar hondo, aun así me las ingenié para no delatar nada y únicamente negar con la cabeza.

—No, de seguro se confundió —mentí.

—Sí, fue lo que le dije. Estaré esta noche y la que viene de guardia. Así que no regresaré a dormir —me avisó.

Bien, fue una falsa alarma.

—Está bien. —Iba a retomar mi andar, pero me detuve cuando su semblante cansado me hizo sentir una pequeña muesca en el pecho. Siempre le había gustado su trabajo, fue su sueño desde pequeña, la devoción con la que hablaba, el empeño que le ponía, daba todo por él, más que por otra cosa. Su trabajo era su vida y a veces quería que me viera con esa devoción, pero yo solo era algo que adornaba su vida, no más, si se acordaba le daba una revisión para ver que aún sirviera, mientras tanto sería algo arronzado hasta el fondo de un cajón—. Mamá... Espero que te vaya...

Apreté los labios al darme cuenta de que ya se había ido. Hace mucho que no la llamaba mamá, no me gustaba, no se sentía completo. Se sentía hueco. Aunque a veces quería olvidarme de todo y...no sé, no sé ni qué quería. Ya no había que reparar, todo estaba tan roto, pero no podía terminar de romper el cariño del anhelo de una madre que tenía.

Meneé la cabeza intentando dispersar mis emociones.

Había tenido una semana muy pesada emocionalmente, e inevitablemente el recuerdo de Eiden me invadió la mente. Odiaba que de repente hiciera sus estúpidas apariciones en mis pensamientos. No le bastaba con hacerlo físicamente, sino que tenía que ser tan desgraciado que hasta tenía la capacidad de aparecer en mi subconsciente. Aunque a diferencia de la realidad, aquí no desaparecía de la nada, y peor aún no podía manejarlo. Únicamente su jodida imagen se postraba frente a mis ojos como un recuerdo empeñado en pincharme el corazón.

Era el primer chico que me hacía sentir esa cosa de mariposas en el estómago. Y estaba consciente de que eso se tenía que acabar. Él simplemente así lo quiso, además ni siquiera sabía si Eiden sentía algo por mí. A mí me gustaba, pero solo era eso, atracción física, no más.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora