GRACIAS.
—Gusanos vomitados, para la señorita —Eiden deslizó un plato con macarrones con queso por la mesa colocándolo justo frente a mí.
Mi ceja se levantó con gracia al ver que los macarrones estaban ligeramente batidos, algunos no podían ni siquiera llamarse macarrones. Estaban en su punto o en el punto que le gustaba hacerlos. Batidos y pálidos, como si fuera una forma de colocar su marca de que no eran ni mínimamente de su agrado.
—Comida que no es comida, para el señorito —Deslicé mi plato frente a él con una pizza casera que había logrado armar con algunas de las cosas que habíamos traído—. Es mi primera pizza así que no la critiques.
No era circular, ni cuadrada, era una forma amorfa, pero lograba cumplir con los estándares de una pizza. La masa de fondo, salsa de tomate, queso, y unas rebanadas de pepperoni, que no eran pepperoni, eran jamón. Era un intento decente, esperaba que el aspecto se balanceara un poco con el sabor.
Hace unos días había visto un tutorial para hacer estas mini pizzas, y quise intentar hacerlas para él. Aquí en la cabaña no había horno, así que la estufa tuvo que hacer todo el trabajo. Creo que había quedado un poco plana y quemada de abajo, pero miren, era una pizza, nadie podía negarlo.
Miré atenta a Eiden cuando esbozó una pequeña sonrisa tomando el plato y mirándolo con una mueca curiosa.
—Creo que se quemó de la parte de abajo, aunque no mucho —le dije como advertencia, si ya estaba preparado tal vez y el sabor no le molestaba tanto. Tenía un paladar delicado.
—¿La hiciste tú? —me enarcó una ceja.
—Sí, me viste hacerla hace dos minutos.
—Es que está muy decente.
—¡Eiden! —le di un manotazo en el hombro—. Te dije que no la criticaras.
—No es una crítica —dijo, inocentemente—. Dije que está decente.
—¿Pero por qué te sorprende? Si cocino bien.
Mentira, no cocinaba bien. Casi nunca lo intentaba sola porque me salía todo quemado o insípido. Únicamente sabía hacer pasta, que a veces salía amarillo feo, macarrones, sopas. Comida práctica y simple.
—Es que nunca cocinas, y me sorprendió.
Hice una mueca y tomé el plato, indignada, apartándolo y poniéndome de pie.
—Bueno, que, si no lo quieres está bien, puedo hacer unos sándwiches.
No pude ni dar dos pasos antes de que me tomara de la cintura y me retuviera.
—No dije que no la quería —volvió a tomar el plato y lo dejó en su lugar—. A ver, que la voy a probar.
—Está bien, pero ya te dije que no la critiques.
Me iba a volver a sentar en la silla a su lado, sin embargo, con sus manos en mi cintura tiró de mí sobre su regazo. Mi jersey subió hasta un poco más arriba de mis muslos ante el movimiento y mis piernas se cerraron al notar como una pequeña fricción placentera se estrellaba en mi cuerpo cuando me tomó del muslo y me pegó a él. Solo tenía mis bragas y el jersey que me había prestado Eiden.
No me resistí de ninguna manera, en su lugar me amoldé, feliz, de la posición y la cercanía que teníamos.
—Aquí estás mejor —me dijo con una pequeña sonrisita, palmeando mi muslo.
Su mano se aplastaba sobre mi piel pálida y sus dedos se torneaban en un gesto posesivo que estoy segura de que ni él mismo notó. Tuve que poner mucha de mi concentración y fuerza de voluntad para no mantener mis ojos en su mano. Me gustaban mucho sus manos. En su lugar sonreí, tomando su mejilla y besándolo.
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Cicatrices
RomanceAllison Hallen llega a un pequeño pueblo junto a sus padres con la esperanza de dejar su pasado atrás o poder comenzar de cero, pero conoce a un chico que de una u otra manera se meterá en su vida. Ambos tienen un pasado tormentoso e incluso un pres...