CENIZAS.
Me mordí el labio inferior, ansiosa, mientras revisaba mi celular por quinta vez en menos de un minuto.
No había nada. Ni un mensaje.
Los últimos tres eran míos y seguían ahí, en la entrada de nuestra conversación y con dos palomitas grisáceas. El primero era de la noche anterior, el segundo era de esta mañana y el tercero de hace una hora. Ya eran las tres de la tarde y no había respuesta.
Estaba comenzando a preocuparme seriamente.
Tal vez estaba siendo un poco paranoica, pero desde hace varios meses, nueve para ser exactos, que este era nuestro único medio de comunicación, Eiden nunca había pasado tanto tiempo sin enviarme un mensaje o responderme. Y cuando digo nunca, es porque realmente era nunca.
Por las mañanas siempre estaba su mensaje o una llamada, desde hace un mes que me había llamado habíamos hablado por llamadas y videollamadas más seguido.
Eiden creía estar listo para regresar a Linston, pero en ese momento era eso, un "creo". Yo estaba segura, sin dudarlo, de que deseaba tenerlo de vuelta aquí y él necesitaba estar seguro de volver, por su bien, por el mío, por el nuestro.
—Ya hazme caso.
Bajé mi celular, dejándolo en mi pecho cuando Jess me sacudió el brazo con insistencia. Estábamos tiradas en la cama desde hace diez minutos.
—¿Qué decías? —le inquirí, centrándome nuevamente en ella.
Mejor me distraía con cualquier cosa antes de seguir torturándome por la falta de mensajes de Eiden.
—Que se me había ocurrido una idea —dijo, sonriente.
—¿Una idea mala o una idea buena? —enarqué una ceja, entre curiosa y alerta, porque decirle sí a Jess y Nathan, a veces se sentía como firma un pacto con un diablillo—. Y comprar brownies en esa tiendita que huele raro para después ir a andar en bicicleta no entra en la categoría de buena.
—¡Esa fue una magnífica idea!
—Sí, claro, mi papá no piensa lo mismo. Tuve suerte de que no me castigara por un año.
—No fue para tanto —Jess lo desestimó con un mohín y yo le entrecerré los ojos.
—Le llamé diciéndole que nos habíamos perdido —le recordé—. Y nos encontró detrás de la casa.
—Igual, no fue pa...
—Nathan estaba tirado en el suelo, contando "monedas" que realmente eran piedras para pedir un taxi.
—Ay, eso no fu...
—Oh, oh, y tú estabas llorando —enarqué una ceja—. No, mejor dicho, moqueando por eso.
—¡En mi cabeza drogada eso fue horrible! —chilló, indignada.
—Imagínate cómo fue para mi papá encontrar tres adolescentes en su patio, todos drogados por unos brownies.
Jess hizo un gesto, y meneó la cabeza al imaginar esa escena.
Si yo de únicamente acordarme me daba una vergüenza horrible. Es que la idea tenía buena pinta cuando la sugirió Nathan, era solo para pasar el rato. Pero creo que los brownies estaban demasiados cargados. Ni siquiera recuerdo si realmente salimos en las bicicletas y volvimos o si nunca salimos. La cosa era que nosotros ya nos imaginábamos en otro estado sin conocer a nadie cuando únicamente estábamos a unos metros de mi casa.
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Cicatrices
RomanceAllison Hallen llega a un pequeño pueblo junto a sus padres con la esperanza de dejar su pasado atrás o poder comenzar de cero, pero conoce a un chico que de una u otra manera se meterá en su vida. Ambos tienen un pasado tormentoso e incluso un pres...