DEVIL.
Negro.
Oscuro.
Opaco.
Me dolía la cabeza.
Los brazos.
Las piernas.
El torso.
El abdomen.
Los recuerdos llegaron a mí de forma veloz y adolorida.
Jaden parado justo en la puerta. Yo retrocediendo. Él avanzado. Su mirada en mí, burlesca, cínica, desagradable, sabiendo que me tenía en donde quería, que yo misma había llegado a él.
Sus pasos lentos, calmados y a la vez cautelosos. Sus palabras, su voz, su mano. Mi cuerpo intentando mantenerse de pie, pero siendo incapaz de hacerlo. Yo desbalanceándome, él intentando sostenerme. Mi reacción, la súbita y repentina descarga de adrenalina que sentí cuando su mano se posó en mi cintura en un reflejo suyo por sostener mi cuerpo.
Lo intenté alejar, sin embargo, me presionó más, esta vez atrayéndome hacia su cuerpo haciendo que nuestros pechos se impactaran. Entonces, lo intenté, luché, mis manos torpes y débiles intentaron luchar contra sus manos que me sostenían con tanta fuerza que sentí que me estaba quebrando la espalda. Le lancé un golpe en la cara que pareció hacer que se molestara. Tiré otro golpe, rasguñé su rostro, su cuello, todo lo que la mínima distancia que teníamos me permitió, hasta que cada segundo que pasaba todo mi cuerpo se ralentizaba.
Me pesaba alzar las manos, mis pies ya no intentaban moverse y escapar, mi cabeza ya no era consciente si estaba intentando lastimarlo o a donde lo estaba haciendo, o si mi cuerpo solo se estaba moviendo como un mecanismo. Me volví masilla en sus manos que me sostuvieron. Y poco a poco el color negro inundo mi vista.
Me sentía desorientada y me costó mucho abrir los ojos. Es lo primero que hacemos al despertamos, el primer mecanismo de nuestros sentidos que casi siempre se activa. La vista. De forma mecánica. Cuando estamos en una pesadilla y despertamos de golpe, con el corazón agitado, con el cuerpo entumecido, con media cabeza aún en la pesadilla, lo primero que hacemos es querer regresarnos por completo a nuestra realidad. Nuestra vista viaja hacia todo sitio, asegurándonos que todo está bien, que es un lugar seguro.
Mi primer mecanismo se activó. Intentar abrir los ojos, asegurarme de que eso había sido una pesadilla. Pero todo seguía negro. Y no había un lugar seguro. Negro. Negro. Negro. Moví la cabeza desesperada, queriendo captar algo, pero no, en cambio noté como algo me presionaba con ligereza la cabeza haciendo que no viera. Estaba vendada.
Mi segundo mecanismo se activó. Moverme. Huir. Al instante identifiqué mi pose, la madera bajo mí. Estaba sentada, mis manos sobre los brazos de la silla se sintieron tensas y rígidas. Intenté levantarme y sentí como mi cuerpo rebotó con fuerza haciendo que los pocos centímetros que mi espalda y trasero se habían levantado volvieran a golpear la madera.
Me ardieron las muñecas, los pies, y el abdomen, porque las cuerdas que me mantenían imposibilitada rasgaron mi piel.
—No te muevas, te vas a lastimar.
Escuché su voz y reaccioné moviendo la cabeza en todas direcciones. Busqué de donde había provenido. Me sentí asustada y tenía los sentidos tan alertas que ni siquiera me di tiempo de quebrarme en llorar. Solo reaccioné...en ese momento solo recibí y reaccioné. Solo esperé e hice todo de mí para resistir, por mí...y por ellos.
Apreté mis labios secos y me pasé la lengua por ellos, humedeciéndolos.
—¿Qué quieres? —le espeté. Sabía lo que quería, aunque no lo quería exactamente conmigo, como lo conseguiría, que me haría.
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Cicatrices
RomanceAllison Hallen llega a un pequeño pueblo junto a sus padres con la esperanza de dejar su pasado atrás o poder comenzar de cero, pero conoce a un chico que de una u otra manera se meterá en su vida. Ambos tienen un pasado tormentoso e incluso un pres...