¡TENGO UN CROQUIS!
Había pasado una semana desde que llegamos a Linston, y lo que había hecho casi todo ese tiempo era estar encerrada en mi habitación, remodelando un poco y desempacando todas las cajas de la mudanza. En cuanto a mi vecino, decidí olvidar lo que pasó. No tenía caso cabrearme por eso o con él. Tal vez era una lección, y como moraleja podía obtener: "No ayudes a tus vecinos, porque no te lo van a agradecer".
Si esperabas una moraleja más decente, lo siento, soy pésima con ellos.
Mi madre había comenzado su trabajo en el hospital y trabajaba desde muy temprano hasta altas horas de la noche. Mi padre, por otra parte, se la pasaba todo el día o incluso toda la noche en la empresa.
El único día que no me la pasé encerrada fue el día domingo. Tara tenía solo medio turno, así que salimos por un par de horas a un supermercado a comprar libretas y todo lo que iba a necesitar en la preparatoria.
Debo de confesar que me sorprendió su disposición para llevarme a hacer todo eso. Siempre era yo la que se las apañaba para buscar salir de mis apuros, no conocía ni una cuarto del pueblo, pero algo haría o intentaría. Aunque claro, dejó de sorprenderme cuando me dijo que debía de comenzar a resolver mis cosas sola. Ni siquiera había pedido su ayuda. Parecía que todo lo que hacía solo lo hacía para echármelo en cara.
No sabía cómo hacer para que me viera como alguien normal y no una inútil que no podía hacer nada. Y ni siquiera me era tan importante intentar mostrarle que no era todo lo que ella creía, porque ya había entiendo que ni siquiera me veía. Y lo había aceptado. Era como echarle una piedra a un saco más que roto.
Bueno, pero fuera de mi madre y mi miseria, se unía una más, una muy grande. El lunes era mi primer día de clases en esta nueva preparatoria.
Hay quienes piensan que el primer día de clases, sea en el año escolar que sea, es genial.
Pero no.
El primer día de clases no tiene nada de especial, es solo el jodido comienzo de un estresante año escolar, tareas, maestros, eventos.
Y peor aún para mi suerte, no solo sería un primer día cualquiera, sino que era un primer día en una nueva escuela, maestros nuevos, personas nuevas, instalaciones nuevas, todo, absolutamente todo era nuevo.
Y yo no era la mejor en eso de aceptar cambios bruscos.
Mi padre me había ido a dejar a la escuela. Así que apenas bajé del carro, me encaminé hacia los casilleros. Con la mirada fija en el piso y dando leves miradas hacia las personas que abarrotaban los pasillos, caminé sin intentar tropezarme o acabar en un accidente.
Sin embargo, alguien no me dejo seguir.
—¡Allison! —Esa voz que ya había oído antes, me hizo girar en pleno pasillo.
Una Jess sonriente se acercó a mí, dando unos buenos empujones a unos cuantos. Y a pesar de mi naturaleza que siempre se esforzaba en plantar una sonrisa que terminaba en una mueca forzada, el leve brillar de su sonrisa y ojos, que parecían muy desinteresados a su entorno y solo interesados en llegar a mí, me hizo soltar una sonrisa sin mucho que pretender o fingir.
—Hola —me dio una sonrisa enérgica, apenas llegó frente a mí—. Primer día de clases, por lo menos aquí en este mini inferno ¿Estás emocionada?
—Claro...
—No mientas —me cortó agitando las manos en un mohín—, lo veo en tu cara, estás a dos pasos de querer salir corriendo.
—Creo que todos estamos así —le eché un vistazo a todos a nuestro alrededor.
Parecían que se habían levantado hace cinco minutos y que solo se habían puesto lo primero que encontraron para venir. No era su ropa, era su cara de estar a dos segundos de rebotar en el piso por el clásico cabezazo de sueño.
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Cicatrices
RomanceAllison Hallen llega a un pequeño pueblo junto a sus padres con la esperanza de dejar su pasado atrás o poder comenzar de cero, pero conoce a un chico que de una u otra manera se meterá en su vida. Ambos tienen un pasado tormentoso e incluso un pres...