Capítulo final. Personas correctas [1/2]

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PERSONAS CORRECTAS.

Varios meses después...

—¡Salta!

Ay, mierda.

—¡Salta, Allison!

Mal momento para llamarme Allison, no, mal momento para ser su Allison.

Miré hacia abajo, conteniendo la respiración cuando un escalofrío subió por mi cuerpo como espuma en ebullición al sentir la punta de mis pies rozar el filo de la roca en donde estaba. La altura me iba a hacer vomitar. Todo lo que tenía que ver con grandes alturas me provocaba miedo, un miedo feo y el hecho de que sabía que tenía que lanzarme yo solita hasta allí abajo hacía que se me helara la piel.

—Anda, Allison. Solo faltas tú —Aaron me apuntó con un dedo, que a esta altura se veía diminuto y después apuntó el agua—. Tú, aquí, ahora. O voy a subir y aventarte.

—¡Eiden tampoco se ha arrojado! —grité de malhumor.

—¡Porque está esperándote para hacerlo él!

Me mordí el labio inferior y miré sobre mi hombro. Mechones de cabello se alborotaron a mi alrededor cuando el aire me golpeó impidiéndome ver con claridad. Me tuve que haber hecho una coleta, ahora mi cabello era un hembraje de hebras rebeldes revoloteando por todas partes. Agt. Con un gesto molesto, retiré mi cabello, colocándolo detrás de mis orejas y sonreí de inmediato cuando lo vi.

Eiden estaba con una ligera sonrisa, viéndome a un poco más de un metro de distancia. No lo había dejado acercarse porque sabía que me iba a poner más nerviosa. Ya tenía suficiente con mi miedo a las alturas, no quería fusionarlo con Eiden poniéndome nerviosa con su sola presencia. O más que nervios era que si se acercaba me iba a distraer, tal vez y me ponía a querer besarlo ahí y en de un momento, pam, pisaba mal y me caí. No, que horror. Era muy despistada y Eiden muy calenturiento.

Ujum. Solo él, no yo.

Lo aprecié por unos segundos. Tenía un bañador color negro y estaba sin camisa. Sus músculos se veían perfectos bajo sus brazos cruzados. Él ya había estado en el agua, así que su cabello estaba mojado, viéndose más negro y reluciente.

—Si no lo quieres hacer, no lo hagas, cariño —me dijo con calma, ofreciéndome una mirada condescendiente.

Lo pensé unos segundos y rápidamente me apresuré a negar con la cabeza, antes de que los nervios me comieran viva y perdiera mi valor.

—Sí, quiero hacerlo, solo me da un poquito de miedo.

—Hagámoslo los dos.

Volví a negar con la cabeza cuando dio un paso hacia mí y apreté los puños, estaba nerviosa, ya sabía nadar, Eiden me había enseñado, pero nunca me había arrojado desde la piedra a excepción de una vez y casi me ahogaba.

—Quiero hacerlo sola —le sonreí en un intento de demostrarle que podía hacerlo, aunque salió más como una mueca.

Necesitaba hacerlo sola. Era mi última oportunidad.

Veníamos al lago cada fin de semana, a veces solo Eiden y yo, otras veces se unían Aaron, Samantha, incluso Jess y Nathan. Y este día era el último que íbamos a estar en el lago, por lo menos en un largo tiempo, y peor aún, todos juntos.

Mañana por la mañana Eiden y yo nos mudaríamos para estar cerca de las universidades a las que habíamos entrado. Yo iba a estudiar Psicología, y él se había decidido por Medicina veterinaria. No se le daban muy bien los humanos, así que se había ido por los animales.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora