Epílogo II. Promesas cumplidas.

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PROMESAS CUMPLIDAS

Muchos, muchos, pero muchos años después...

—¡Mami!

Dejé de lado el cucharón que tenía en las manos y desvié mi atención, cuando un par de pasos resonaron por el pasillo lanzando en mi dirección a un niño que parecía tener más energía que un rayo.

Damian se postró frente a mí, todo agitado y hecho un desastre de manchones de pintura que se espolvoreaban por sus mejillas, frente y nariz. Incluso su ropa a pesar de tener un mandil para cubrirla estaba manchada con sus acuarelas.

—¿Qué pasó, ciel...

—Papi dijo que mi dibujo está feo —Me interrumpió velozmente, apresurándose a estirar sus pequeños brazos y mostrarme una hoja de dibujo mientras la revoloteaba frente a mí para llamar más mi atención.

—Cielo, no dije eso.

Hablando del rey de Roma.

Eiden apareció detrás de Damian, viéndome a mí y después bajando la mirada a nuestro niño que estaba en un plan muy digno. Su plan digno correspondía en hacer un puchero con sus labios, cruzarse de brazos y mirar a todos menos al causante de su desgracia, en este caso su padre.

—Sí es cierto, mami, lo miró así —señaló su cara haciendo una mueca con el ceño fruncido—. Y no dijo nada. No dijo nada, mami.

—Eiden...—le di una miradita de regaño.

"No hice nada" Gesticuló con diversión y no pude evitar reprimir una sonrisa. Conocíamos como era Damian, sus dibujos eran su cosa favorita y quien se atrevía a tocarlos o criticarlos no era merecedor de nada bueno. Sí, incluso una mirada y un ceño fruncido era suficiente para sentirse ofendido.

—No dije eso, cielo —Eiden se puso en cuclillas para estar a la altura de Damian.

—Sí lo dijiste —Lo miró de reojo—. Yo te vi.

—Es que estaba un poco confuso y necesitaba concentrarme para ver tu dibujo.

—¡No está confuso!

—Bueeeeno.

—Eiden —mascullé entre dientes.

—Ya, ya, a ver, cielo. ¿Qué es?

—Papi, si está fácil. ¿Cómo no vas a saber? —chistó, revoloteando su dibujo—. ¿Verdad, mami, que tú si sabes?

Pollito rojo.

El mínimo gesto de sonrisa se desvaneció de mi rostro y se suplió rápidamente por una mueca seria. Si a Eiden le iba mal adivinando los dibujos de Damian, a mí me iba el doble.

—Claro que sí, cielo, está super fácil —Ignoré la mala cara que me puso Eiden por la mentira.

—Ya ves, papi, dile que es mami, porque él no lo entiende.

Ay no.

—A ver, cariño —Eso sí le dio gracia a Eiden, que me clavó los ojos con una mueca arrogante mientras se cruzaba de brazos—, dime que es el dibujo de Damian. Si es taaaan fácil.

—Pues...pues....es una, mmm.

—¿Ajá?, a ver, cariño, dime, dime.

Ladeé la cabeza, intentando captar lo que era. Parecía una araña amarilla. Pero a él no le gustaban las arañas, así que no, no podía ser una araña.

Era...Madre mía, no sabía que era. Le daba por pintar cualquier cosa que se le ocurriera, aunque siempre que se le metía algo en la cabeza lo pintaba mucho. Lo último fueron pequeñas ranitas. Tenía una libreta llena de ranitas de muchos colores y esto, definitivamente, no eran ranitas.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora