Capitulo 2: The Walls Have Ears

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Harry Potter odiaba a los Dursley, de verdad. No había vuelto ni una semana, y ya Vernon le había dejado el ojo morado y se había roto la clavícula. Últimamente, Dudley se esforzaba un poco por cambiar a mejor, pero no lo suficiente como para llevarle a Harry comida o una compresa de hielo para el dolor. No, simplemente ya no participaba en los abusos de Vernon. Harry suponía que debía contar con sus bendiciones, ya que Dudley era considerado un campeón de boxeo en Smeltings, pero seguía deseando que a ese cabrón le creciera la espina dorsal y pusiera a Vernon en su sitio.

La noche había caído sobre Privet Drive. Harry estaba tumbado en su cama demasiado pequeña, disfrutando de la paz del bendito aire fresco. Parecía que los dementores eran buenos para una cosa, ya que su niebla reproductora le quitaba el golpe al verano. Y puesto que los Dursley se unirían a un circo mágico antes de proporcionar a Harry cualquier tipo de control climático, cualquier cosa que mitigara el calor del verano era buena. Si su improvisado aire acondicionado no requiriera la creación de monstruos chupadores de almas y su cara y su pecho no palpitaran como si un camión hubiera chocado contra él, podría estar contento.

Acababa de empezar a quedarse dormido cuando unos picotazos en la ventana lo despertaron de un tirón. Tratando de no hacer ruido, se apresuró a la ventana y la desbloqueó con un poco de magia sin varita. Gracias a Merlín, el Ministerio no podía rastrear los hechizos sin varita, o Harry no sobreviviría a sus veranos aquí. Los paquetes semanales de comida de Molly eran lo único que evitaba que se muriera de hambre la mayor parte del tiempo.

Harry subió la faja tan silenciosamente como pudo. Hedwig se coló por los barrotes junto con una explosión de agua, rociándolo el resto del camino hasta despertarlo.

-Gah. ¿Cuándo ha empezado a llover?- Harry se frotó el agua de la cara y se limpió las gafas con los pantalones de dormir. -Supongo que está demasiado mojado para que puedas cazar, ¿eh, chica?-.

respondió Hedwig sacudiendo el agua de sus plumas y rociando a Harry de nuevo.

-¡Oye! Nada de eso-.

Vernon soltó un bufido descomunal y una especie de gárgara, y Harry se quedó quieto. Que Merlín le ayude si el hombre se despertaba ahora sin mejor razón que una lechuza mojada. Especialmente desde que el gran bulto había prohibido a Hedwig estar dentro en primer lugar. Al cabo de un momento, los ronquidos de Vernon volvieron a coger ritmo, y Harry soltó un suspiro.

Demasiado cerca, eso-, susurró. -Ven, chica. Tengo aquí una camisa limpia de Dud que es lo suficientemente grande como para secarte incluso si hubieras traído la mitad del Atlántico contigo-.

Hedwig dio una especie de chillido y voló al regazo de Harry. Ciertamente tenía un aspecto miserable, la pobre chica. Las plumas estaban desordenadas y sobresalían en todas las direcciones. Harry se puso a trabajar en ella con una sonrisa. La echaba de menos durante las tardes, cuando no tenía nada más que mirar las paredes para ocupar su tiempo. Tener compañía, incluso la poca que podía proporcionarle una lechuza, le aliviaba la miseria.

Sus plumas pronto adquirieron un aspecto más normal, y la necesidad de descanso de Harry se reafirmó. Sin duda, Petunia estaría golpeando su puerta al amanecer, exigiendo su desayuno. ¿Qué hacían cuando Harry no estaba allí para atenderlos? Tal vez contrataban a un mayordomo durante los cursos de Hogwarts, porque seguro que no podían hacer nada por sí mismos.

Medio dormido ya, Harry bostezó y se frotó la cara. Una descarga de dolor como un picahielo en su cráneo le hizo despertar de nuevo con fuerza.

-Ah, maldición. Me olvidé del ojo-.

Hedwig le acarició la cara y dio un suspiro de lechuza como diciendo: -No puedo dejarte solo ni cinco minutos-.

-Lo sé, chica. Lo sé. ¿Estás bien para terminar tus plumas ahora? Estoy agotado y el hombro me está matando-.

THE SEVENTH DAY SEERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora