La cantidad de sangre en el suelo le pareció una terrible advertencia, pensaba acercarse con la cautela que le caracterizaba y quizá tomarlos por sorpresa, incluso si no podía hacer uso de su habilidad para subyugar, aún tenía muchas opciones.
Contrario a todas las ideas que se le podían ocurrir, Blazik parecía tener otros planes.
Ni siquiera actuaría de forma discreta, fue hasta el lugar y se interpuso entre ambos grupos, tampoco llevaba sus armas en las manos, como si quisiera detener aquello de forma diplomática.
¿Eso era posible?, Yeicold jamás había tenido la oportunidad de intentarlo.
El grupo de arcontes era fácil de identificar por las alas doradas que se desplegaban tras sus espaldas, eran al menos seis de ellos, su vista no parecía detectar alguno más.
Por otra parte, el grupo que se supone debía llegar a Andorhal eran solo cuatro personas. La sola imagen de ellos le revolvió el estómago, la manera en que una chica de cabello negro abrazaba a un chico albino inconsciente, podía estar seguro de que la sangre que había visto provenía de él, de las heridas en su espalda que teñían su atuendo blanco de un intenso carmesí.
—Cuánta agresividad... —suspiró Blazik. Parecía cansado, pero eso no le impidió mantenerse impávido en ese sitio—. El reino fue claro al expresar su desprecio por Firelight, ustedes Arcontes no tienen permitido estar en Barlovento.
Uno de ellos le hizo una seña al grupo para mantenerlos al margen y caminó para estar a unos breves pasos del peligris. Contrario a la hostilidad que algunos de ellos demostraban, este arconte parecía tener la mente dividida, una mezcla de impotencia y pesadumbre.
—Soy Arsek, dirijo la milicia de Firelight. Me han encargado la tarea de deshacerme de traidores como este.
El therion volteó a ver a los guardianes y no le costó reconocer al chico ensangrentado. No pudo evitar fruncir el ceño y apretar los dientes con rabia.
—Puedo llegar a entender que vienes siguiendo órdenes, pero no es suficiente. El arconte que has atacado está protegido por la casa real de Barlovento.
Yeicold continuó observando el alrededor, parecía que no podía ponerse peor. Dionae estaba intentando hablar con la chica pelinegra a la vez que curioseaba sobre las heridas del albino intentando frenar su hemorragia.
No muy lejos de ellos, una chica permanecía de rodillas en el suelo, tratando de recuperar el aliento, podía escucharla llorar, oculta bajo su largo cabello rosa y sus orejas de conejo. Sus lágrimas caían sobre las palmas de sus manos con algunas oscuras manchas, sin duda se trataba de quemaduras. Alguien más a su lado trataba de calmarla.
Ya que Dionae y Blazik parecían encargarse de cada situación, decidió acercarse hacia esa chica, quizá podía intentar hacer algo que aliviara su dolor.
Sabía muy bien cuánto dolían las quemaduras...
Comenzó a caminar hacia allí cuando su oído no pudo ignorar más la conversación del peligris, y la manera en que comenzaba a perder su tranquilidad ante la insistencia de esos arcontes.
Claro que no esperaba que su respuesta le fuera a helar la sangre.
—Soy Sayaad Heidrich, Centurión de Mirkfallon. Estos guardianes están a mi cargo, no seré condescendiente como mi hermano, mi solución puede ser tan simple como romperle el cuello a cada uno de ustedes. No solo hirieron a mi gente, también se burlaron del reino al que juré mi lealtad.
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[GC] Amarillo
FanfictionDicen que los ojos son las ventanas del alma. Estos personajes guardan grandes secretos tras sus ojos ambarinos...