La envidia y el autodesprecio es una combinación de veneno muy peligrosa que él no llegaba a comprender. Desde que estaba allí, pareciera que todos lo odiaban y a la vez lo respetaban.
Creció sabiendo que cualquiera de esas personas desearía estar en su lugar, ya que a él nunca le hacía falta nada, podía tener lo que quisiera, o al menos eso decían de él.
En aquel antiguo lenguaje le habían apodado "Zaram", traducido como "Cuchilla", básicamente se había convertido en el arma favorita de su señora Akida. Quizá pensarían que lo consentía, había gastado una infinidad de dinero comprando su vida.
Lo que los demás no sabían es que desde ese momento él había recorrido el infierno para ser exactamente lo que esa mujer quería, forzándole a deshacerse de sus defectos y puliendo sus habilidades para ser el líder perfecto que Índigo necesitaría en el futuro.
No recordaba con exactitud la última vez que había expresado sus sentimientos, o si los había tenido antes. Más de una vez tenía que presenciar masacres sin hacer ni una sola mueca, sin decir una sola palabra.
Incluso había aprendido a ignorar la presencia de la sangre a pesar de su naturaleza vampírica, ya no le provocaba nada, y Akida no podía estar más complacida por ese hecho.
Siempre mostraba una apariencia fría y casi no hablaba, como si careciera de alma. Aunque tenía dudas, mientras crecía solo había conocido lo peor de las personas, había infligido dolor y destruido todo a su paso, y solo en una ocasión pudo conocer algo diferente.
Tenía la memoria borrosa cuando había despertado acomodado en una cama junto a una ventana que mostraba un cielo despejado, con el sol en su punto más alto, y la brisa entrando le movía ligeramente su cabello rojo.
Continuaba vivo por la bondad de personas que no conocía en un lugar en el que jamás había estado.
—¿Por qué?
Preguntó una vez más, insistente. Necesitaba saberlo, no podía entenderlo, pero quería hacerlo, jamás había visto algo así.
La joven pelirrosa sentada en el borde de la cama se encogió de hombros, mostrándole que no sabía responder, y que tampoco le importaba, así que continuó mirando por la ventana a la vez que movía sus piernas de un lado a otro, balanceándolos como la niña que era.
—No me conoces —intentó una vez más obtener la respuesta que quería.
¿Por qué seguía vivo?, ¿acaso ella quería obtener algo de él?
—¿Y qué? —replicó ella.
—¿Por qué me ayudarías?
—¿Por qué no lo haría?
Yeicold se rindió entonces, las preguntas que ella le regresaba solo lo dejaban peor. Lo que ella intentaba explicarle es que no necesitaba motivos para ayudar a alguien que lo necesitaba, pero eso no tenía nada de sentido para él.
La simple palabra "ayudar" se escapaba de su vocabulario, o lo entendía por algo que debía generarte un beneficio, al menos dinero, y ella no había pedido nada.
No solo le había salvado la vida, se quedaba allí a su lado para hacerle compañía.
Seguía intentando entender a esa extraña niña, su curiosidad era lo único que lo motivaba a intercambiar algunas palabras con ella.
Había tenido que quedarse en cama al menos una semana para reponerse de sus heridas, y ni siquiera se había dado cuenta de que inconscientemente preguntaba todos los días por esa niña, y también si iría a verlo. Incluso si no hablaban mucho, le gustaba la idea de estar acompañado, eso nunca le había pasado.
Solía disfrutar de su soledad más que nada en el mundo, de estar tranquilo dentro de sus cuatro paredes sin nadie que le grite o le ordene hacer cosas horribles.
Esa ocasión era distinta, con la suave brisa moviendo las blancas cortinas, el calor del sol filtrándose por la ventana, el cantar de las aves cada mañana, y la risa de esa sirena que se sentaba allí a su lado solo para acompañarlo.
A ella también le parecía que ese vampiro era muy extraño, no conseguían entenderse con cosas que para ella eran más que obvias.
El día en que finalmente pudo levantarse y salir, Aika lo acompañó a caminar por el jardín de esa gran casa, y entonces se le ocurrió finalmente contestar a la pregunta que él solía repetir los primeros días.
—Querías saber por qué te ayudé, ¿no?, pues, lo hice porque quise. ¿Eso es suficiente para ti?
—¿Quieres algo a cambio?
Ella negó con la cabeza, dejándolo confundido nuevamente.
Le había salvado la vida, había conseguido un sitio para quedarse y alimento todos los días a cambio de nada. Estaba seguro de que jamás lo entendería.
Y hasta la actualidad seguía sin entenderlo, y mucho menos se entendía a sí mismo por ayudar a los demás a escondidas. Muchas veces tenía que limitarse a ver sufrir a esos niños que llegaban para ser usados como escuderos, interferir a favor de ellos sería otorgarles una muerte rápida.
Aunque eso sonaba mejor...
—Ese bastardo nos está ocasionando más problemas de los que estoy dispuesta a aceptar...
Akida caminaba de un lado de la habitación a otro, pensando en como resolver los problemas de los que hablaba.
Yeicold solo mantuvo la mirada al frente, esperando recibir sus instrucciones, por la manera en que parecía echar veneno por la boca sabía que hablaba de Aesom, el líder de Argenta.
Repentinamente volteó hacia él con una sonrisa.
—Uno de sus mejores asesinos estará en Lor'danel durante esta semana, eso será advertencia suficiente.
—¿Alguna característica?
—Tómalo como un desafío.
Asintió con la cabeza, eso solo podía significar que tendría más de un objetivo.
—¡Perfecto entonces!, prepara todo para salir esta noche.
—Necesito un escudero.
—¿Para qué? —Akida pareció extrañada por esa petición, había pasado años puliendo su arma perfecta y jamás había necesitado de nadie.
—Estrategia.
Fue todo lo que dijo, no podía hablar de más.
La verdad es que no lo necesitaba, pero tenía esta idea en la cabeza de que, si podía sacar a alguien del infierno al menos por un momento, valdría la pena.
Además, no necesitaba motivos para ayudar a alguien, ¿o sí?
Akida cerró los ojos, pensando un instante en la persona ideal hasta que recordó a una pequeña niña débil de cabello rojo con la apariencia perfecta para dar lástima.
—Bien, te la enviaré antes de que salgas.
Yeicold volvió a asentir y salió de allí.
No estaba del todo seguro de si había comenzado a ayudar a los demás como una manera de pagar su deuda con Aika, o si ella había influido en él de tal manera que no podía evitar ayudar simplemente porque sí, tal como lo hacía ella.
La compasión era algo totalmente prohibido, y tarde o temprano le traería más problemas de los que podía enfrentar.
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[GC] Amarillo
FanfictionDicen que los ojos son las ventanas del alma. Estos personajes guardan grandes secretos tras sus ojos ambarinos...