Capítulo 5 - Sacar la furia de una zorra.

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Muy buenas noches.

Me paso por aquí, para traeros un capítulo, y sin más... hoy no estoy para mucho hablar, estoy muerta después de estar trabajando toda la semana a 9 horas! Necesito cenar e irme a la cama, así que... os dejo el capítulo. Espero que os guste :P

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Me encantaría poder deciros que la despaché después de la segunda mamada, pero os estaría mintiendo. La besé después de eso, y volví a subirla al mueble de aquella suite, metiéndome entre sus piernas, altamente caliente, como si las dos mamadas de hace un momento sólo hubiesen logrado encenderme un poco más.

¡Joder!

Me moría por follármela, a pesar de que sabía de qué era virgen.

Se echó hacia atrás, poco a poco, porfiándome, hasta que logró que me echase sobre ella, rozando nuestros sexos mientras lo hacía.

- Estás jugando con fuego – le dije, apretándola contra la madera, haciéndola gemir en cuanto mi polla apretó su punto más frágil – Verónica, no soy un tío gentil en la cama, te destrozaría ese coño virgen que tienes aquí abajo – sonrió, divertida, como si acabase de decir una broma, pero os aseguro que no era tal.

Apretó mi cabeza contra ella, volviendo a besarme, separándose para hablar de nuevo.

- Pero podemos jugar otra vez – sugirió, entre besos, colgándose de mi cuello – quiero que me hagas lo de antes – sonreí, divertido, ella era casi tan insaciable como lo era yo.

- ¿Lo de los dedos o lo de la boca? – quise saber. Sonrió, divertida, mientras yo la cogía en brazos, y la llevaba a la cama, dejándola caer sobre ella – voy a castigarte por provocarme de esta manera, Verónica – le dije, para luego darle la vuelta, haciéndole una llave para inmovilizarla, intentó soltarse, sin éxito. Y yo aproveché para propinarle la primera cachetada, haciéndola estremecer – eres una chica muy mala, Roni – añadí, mordiendo su trasero después, haciendo que se quejase al respecto.

- Voy a vengarme por esto – se quejaba, mientras yo la cogía de la cintura, tirando de ella hacia arriba, hasta flexionar sus rodillas, de la manera adecuada, hasta que su trasero se puso justo como quería – te prometo que ... ¡ah! – sus palabras quedaron ahogadas por un leve gemido que se escapó por su garganta, tan pronto como mi pene resbaló por su intimidad, acariciando su punto más frágil. Repetí el procedimiento, como si me la estuviese follando, pero sin penetrarla - ¡Joder!

Pellizqué su trasero, volviendo a golpearlo, soltando sus manos, para que pudiese recolocarse como más cómoda estuviese, y aproveché eso para cogerla desprevenida con mi nuevo movimiento.

- No – se quejó, cuando mis dedos seguían introduciéndose en su ano. Intentó apartarme, y lo consiguió, dándome una bofetada en cuanto se dio la vuelta, sentándose en la cama. Sonreí, divertido, por verla tan tremendamente molesta. ¿Por qué me satisfacía tanto enfadarla? – eres un degenerado de mierda.

- ¿Eso soy? – repetí, divertido, agarrándola de la nuca, con calma, mientras ella, dejaba caer las suyas sobre mis hombros - ¿y qué eres tú? Una niña que sueña con estar a la altura de un hombre como yo – perdió la confianza, tragó saliva, y bajó la mirada. Había dado en el clavo, la estaba destruyendo, y eso sólo me hacía feliz. Jamás en mi vida me había hecho tan feliz molestar a alguien tanto como a ella – estás aquí, en mi cama, desnuda, provocándome con este cuerpecito tuyo, pidiéndome placer, pero sin querer que te folle duro, como tanto necesito ahora mismo, Verónica – tragó saliva, pero esta vez se atrevió a mirarme a los ojos - ¿por qué crees que voy a dejar de conseguir lo que quiero? – indagué. La agarré de la cintura, con la mano libre, apretándola contra mi miembro, que resbaló por este, dándole placer – te sorprendería saber lo mucho que disfrutarías si te dejases hacer, Roni – insistí, bajando la mano de su cuello, aferrándome a su nalga, acariciándola, hasta conseguir llegar a su muslo, levantando su pierna del suelo. Vio mis intenciones incluso antes de haberlas cometido, y por eso me apartó, propinándome una fuerte cachetada.

- Esto se acaba justo ahora, Hércules – me dijo, altamente enfada conmigo. Pero ni siquiera me preocupó, tan sólo sonreí, mientras ella volvía a golpearme – eres un cabrón egocéntrico y un ... - la agarré del brazo y la atraje hasta mí, mientras ella se retorcía, como una fierecilla silvestre.

- Pero eso es lo que más te gusta de mí, ¿no es cierto? – la porfié, haciendo que apretase los labios altamente histérica, si las miradas matasen, os juro que la suya me habría fulminado al instante – te has metido en mi habitación sin ser invitada, porque lo único que querías de mí era el placer que podía proporcionarte... - me escupió a la cara, y yo ni siquiera me enfadé, no cuando estaba consiguiendo justo lo que quería, vengarme de aquella zorra – Has conseguido lo que querías, ¿no? Así que... ¿qué cojones haces aún aquí?

- Provocarte – porfió, agarrándome de la polla, sorprendiéndome incluso más. Ese movimiento no me lo esperaba en lo absoluto. Acercó su rostro al mío, seductora – porque, aunque te las des de cabronazo de mierda, en realidad estás deseando meterte entre mis piernas... ¡Qué patético por tu parte! Estás deseando follarte a la hija menor de edad de tu mejor cliente... - la agarré del cuello, sin previo aviso, la apreté tan fuerte que casi termino asfixiándola, y no me detuve hasta haberla pegado a la pared, soltando un poco el agarre, pero sin apartar la mano aún.

- No sé si es buena idea provocarme, Verónica – le dije, luciendo despreocupado y sereno, cuando lo cierto es que sus palabras me habían jodido bastante - ¿de verdad crees que lo es, provocar a un hombre de 34 años, caliente y mucho más fuerte que tú?

Volvió a cruzarme la cara en cuanto retiré la mano y me reí ante aquello, os lo prometo, pero estaba empezando a hartarme de sus múltiples golpes. Así que esa vez no me quedé quieto, y le devolví el golpe, aunque no con la misma intensidad con el que ella me lo dio.

No sé si lo sabéis, pero la fuerza de un hombre es infinitamente mayor al de una mujer, pero siempre me ha jodido todo el tema de la igualdad feminista. La puta sociedad en la que vivimos, esa que dice que si una mujer te golpea tú no puedes devolverle el gesto, por el mero hecho de ser un hombre.

- Ni siquiera sabes con quien te estás metiendo – dijo ella, escupiéndome a la cara. Me retiré lo suficiente como para verla de un ángulo más amplio. Sólo era una niñata malcriada, molesta por no conseguir lo que quería – si sólo chasqueo los dedos una vez puedo destruirte, Hércules – rompí a reír, porque os juro que me hacía demasiada gracia su alarde de poder – no estoy bromeando, si mi padre se entera...

- Si le cuentas algo de esto a tu padre dejarás de ser la hija de sus ojos y te convertirás en la zorra que eres ahora, Verónica – contesté, molestándola incluso más – sé que ahora estás molesta, pero te aseguro que lo verás todo de otro color mañana, cuando te des cuenta de que has tenido el mejor orgasmo de tu vida – rompió a reír, como si estuviese diciendo algo gracioso – así que ... ¿por qué no vuelves a vestirte y te largas de mi habitación? Me apetece follarme a una mujer, y tu ni siquiera estás a la altura.

Se dio la vuelta, altamente enfadada, agarró sus ropas y salió de la habitación, sin tan siquiera dirigirme la palabra, mientras yo sólo sonreía, pues había vuelto a ganar la partida, y encima me había ganado dos buenas mamadas.


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