Capítulo 23 - Luces en la oscuridad.

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Buenas tardes.

Hoy les traigo capítulo nuevo de esta bonita historia. Espero que les guste.

Personalmente este capítulo es muy fuerte, no apto para frágiles.

Cenábamos en el restaurante del hotel, reconozco que me puse preciosa sólo para que él se fijase en mí, cómo una estúpida, como siempre, pero lo cierto es que él ni siquiera pareció hacerlo, así que terminé cogiéndome una coleta, para que se me viesen los pendientes.

Tenía que dejar de hacer eso, olvidarme de él, ya había quedado claro, desde el principio que él y yo nunca podríamos ser nada más, la situación no era la ideal, además, él era un capullo, y no iba a dejar de serlo por ninguna mujer. Ya me había quedado claro que el paso por su vida no había significado nada.

Un sonido sordo sonó junto a mí, asustándome, y él rompió a reír. Sólo era el camarero abriendo la botella de champagne que él había pedido para brindar por mi éxito.

- Felicidades – me dijo, levantando su copa, hice lo mismo con la mía, y brindamos, con una gran sonrisa – eres la nueva dueña de los casinos – di un largo sorbo a mi copa, bebiéndomela entera, ante su atenta mirada – así que ahora... tendré que reunirme directamente contigo ¿no? – sonreí, nuevamente, pero la perdí tan pronto como él empezó con su ensalada. ¡Dios! ¿Cómo podía un hombre lucir tan sexy mientras comía?

- Quiero que hagamos negocios – me atreví a decirle, levantó el rostro, dejando de prestar atención a la comida, y sonrió, mientras masticaba el trozo de tomate que tenía en la boca. No dijo nada, sólo me escuchó – quiero invertir en Galaxy, en todo su potencial.

- Eso no va a ser posible – aseguraba, volviendo luego a prestar atención a su plato. Le miré sin comprender, después de beber un trago más de champagne – no tengo intención de sacar eso a la luz aún, me queda mucha investigación por delante, Verónica.

- No quiero decir adiós a Galaxy – le dije. Sonrió, de nuevo – además, dijiste que iba a quedarse conmigo para protegerme – asintió.

- Voy a dejártela, pero sólo de forma extra oficial – aseguró – por esta extraña amistad que nos une – sonreí, evitando pensar demasiado en ello.

- No creo en la amistad entre un hombre y una mujer – sonrió, tras tragar un trozo de lechuga que tenía en la boca – Nate...

- Yo tampoco – se atrevió a reconocerme. Le observé, con atención, dejando de prestar atención a la comida, ni siquiera quería comerme el burrito, quería besarle, ¡Dios! Me moría por hacerlo – pero tú sabes... - lo dejó en el aire, pensando en ello, terriblemente frustrado – es lo único que puedo ofrecerte ahora, Verónica – tragué saliva, al darme cuenta de lo que eso significaba. Él estaba dejando claro que cualquier cosa que hubiese habido entre nosotros con anterioridad... no iba a repetirse – además, es lo único que explicaría esta preocupación permanente que siento – sonreí, como una idiota, porque estaba abriéndome su corazón, justo en ese momento, aunque sólo me mostraba una parte – deberíamos ir a bailar luego – dijo de pronto, cambiando de tema. Sonrió, enseñándome su perfecta dentadura – quien sabe... quizás puedas encontrar a un buen tipo, un español, con el que perder la virginidad – le di un manotazo, imitando normalidad, cuando lo cierto es que estaba aterrada. ¿Qué ocurriría si él se enteraba de que ya no lo era?

- He escuchado que los españoles son muy fogosos en la cama – bromeé, haciéndole reír, incluso tuvo que taparse la boca para no mancharme con la comida que masticaba.

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