XXXIV

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Narra Esmeralda

Despierto a causa de un sonido fuerte. Recuerdo que no estaba en mi habitación, ni mucho menos en mi apartamento. Observo todo y un escalofrío recorre toda mi espalda, tenía recuerdos aquí que hacían que mis piernas temblaran y mi entrepierna se calentara. Me remuevo en la cama y siento el olor de él en las almohadas y sábanas, intencionalmente muerdo mi labio y imagino a Isaac a mi lado, sin camiseta. Odio mis pensamientos cuando en ese mismo momento lo imagino con otras chicas en esta misma cama. Me levanto rápido y de igual manera me mareo y caigo sentada, maldigo por eso y espero a que pase.
En silencio me asomo por las escaleras, pero no logro ver nada, así que decido ir al baño, rodeo la cama y llego al lugar. Todo se encontraba limpio, lavo mis dientes con mi dedo índice y hago mis necesidades. Antes de salir le hecho una ojeada al espejo y miro mi cara y cabello, realmente me daba igual de como me vea en estos momentos.
Tenía la misma ropa de ayer y me sentía incómoda por eso, las ojeras estaban más notorias que otros días, pero me dio igual y salí.
Bajo las escaleras en silencio y llego a la sala, lo cual, lo único desordenado era un sillón y suponía que era porque él había dormido ahí. Mi ojos viajan a la cocina y me encuentro con la espalda descubierta de Isaac, trago saliva y me quedo de pie en silencio por unos minutos.

–Sé que estás ahí. —Mi cuerpo dio un pequeño salto a continuación de escalofríos cuando escuchó su voz ronca.

–Acabo de bajar. —Miento.

–Claro, perdón si el ruido te despertó. —Cuando se gira me tenso aún más al ver todo su abdomen.

Malditas hormonas.

Sabía que había estado haciendo ejercicios, tenía los músculos más formados, sus abdominales y pectorales se notaban aún más bajo sus tatuajes. Tenía un pantalón corto y parte de sus calzoncillos negros se veían.

Aparto la mirada rápidamente. Y trato de cambiar el tema mientras tomo asiento en el sillón ordenado.

–De hecho, el ruido no me despertó, fue el hecho de sentir asco por estar acostada en la cama donde te acuestas con cuanta Barbie traes, huele a chica barata. —Vuelvo a mentir, pero enseguida recuerdo a la chica de la última vez. Mi enojo sale cuando en su rostro se alumbra una sonrisa.

–Mientes.

–¿Por qué lo haría?

–No lo sé, pero mientes, porque... —Se acerca— No me acuesto con ninguna chica en mi cama.

Río por su chiste, pero él se encontraba más serio de lo normal. –Ahora el que mientes eres tú.

–No lo hago.

–¿Ah no? ¿Y cómo explicas el hecho de que la otra noche interrumpí lo tuyo con una chica? —Me arrepiento por la pregunta.

–Dije que no me acuesto con ninguna chica en mi cama, no que no lo haga en otro lugar. —Abro mis ojos más de lo normal cuando su mirada se fija en el lugar donde yo estaba sentada. Con asco me levanto.

–Qué asco.

–Tú empezaste el tema. —Mueve sus hombros y vuelve a la cocina. –Ven, preparé algo para desayunar.

No me muevo y lo miro sin ninguna expresión.

–¿Puedes dejar todo esto a un lado y sentarte a desayunar? —No digo nada y camino hasta la cocina.

La comida nunca se le negaba a nadie.

La mesa tenía dos sillas, así que quedaba justo frente a él. No hablamos por un rato, él comía todo el contado de su plato, mientras yo hacía lo mismo. Jamás iba a admitir en voz alta que la comida estaba riquísima. Lo miro rápidamente y hablo sin pensar.

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