VIII

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–No los estoy entendiendo.  Pueden explicarse mejor.

–Bueno.  No entendemos porque dijo que se llamaba Ignacio, la verdad, pero somos sus mejores amigos, y sé que necesita ayuda, tal vez no te la quiera pedir porque eres del mismo instituto y no quiere que nadie se entere, ya sabes.  Estoy seguro que por eso mintió, o no sé.

–¿Y cuál es su nombre real? —No estaba entendiendo nada, ¿por qué mentiría con su nombre solo por eso?

–Te lo diremos porque en algún momento te enterarás por las clases, sé que estudias con él, pero si fueras otra persona no te diríamos.

–Entiendo, entonces... ¿Cómo se llama?

–Isaac. —Habló Matt.

–Isaac Miller. —Terminó Liam.

Mi corazón empezó a latir fuerte, ¿acaso había escuchado bien? ¿Isaac Miller? Esto no puede ser cierto, esto no me puede estar pasando ahora.  Sentí un pequeño mareo y tuve que tomar asiento.

–¿Estas bien? —A lo lejos escuché la voz de Liam.

–Esmeralda estas pálida, más de lo que ya eres.

–¿Es una broma verdad? —Después de unos minutos intenté hablar.

–¿Por qué sería una broma? No entiendo.

–¿Isaac Miller? —Tenía la voz entrecortada.  Estaba agitada, nerviosa, ansiosa.

–Sí, pero... ¿Qué te pasa? —Habló Matt. –Ya ves Liam, te dije que era una mala idea, ahora se nos muere, ¿Y qué haremos? No quiero ir a la cárcel.  Soy muy joven y eso no estaba en mis planes.

–Cállate eso no va a pasar... espero. 

No sabía muy bien de que hablaban, pero en ese momento no me importaba nada. 

Caí en cuenta.  Por eso nunca me dijo su nombre.  Por eso mintió sobre su nombre.  Por eso el primer día de clases se sorprendió al escuchar mi nombre.  Se acordaba de mí.  Claro que se acordaba.

Sabía que conocía esos ojos grises.  Esos ojos grises de Isaac Miller, aquel niño de 7 años.

Me sentía traicionada, y no entiendo porque, pero me sentía traicionada y enojada con él.

–Isaac Miller —Volví a pronunciarlo en voz alta.

–Pues sí.  Tiene un lindo nombre, ay dios me sentí gay.  Aunque no tengo nada en contra de los gays. —¿Cómo a Matt se le puede ocurrir tantas estupideces en un momento como este?

–Okey, Okey. ¿Y en todo esto... cuál de los tres es el que tengo que ayudar? —Sentía algo, no era miedo, pero era algo parecido, sentía un nudo en la garganta, no quería llorar, hace mucho no lo hago. ¿Qué pasa si es a Isaac a quien tengo que ayudar? ¿Qué pasa si es su mamá la que está desaparecida? Sinceramente no puedo ayudar a alguien que me abandonó cuando era apenas una niña.

–Bueno, pues a Isaac, su mamá la señora Rubí está desaparecida, y él está muy preocupado. —Liam dijo lo qué no quería escuchar.

No podía con esto.

–Lo siento, no puedo ayudar a nadie, se tienen que ir. —En otras palabras, los eché de mi casa.

–Pero ¿cómo? Espera, Isaac no se puede enterar que vinimos. —Fue lo último que escuché antes de cerrar la puerta en sus narices.

No lo entiendo, esto no puede ser, no otra vez.

Ya eran las 9:46 de la noche, puede que sea temprano, pero me fui a dormir.  Estaba cansada.  Me dolía la cabeza de tanto pensar.  Espero que esto sea un sueño, un mal sueño, una maldita pesadilla.

___

Desperté por la misma pesadilla de siempre.  Es algo que me atormenta cada noche, o la mayoría de ellas.  Miro la hora y me sorprendo por lo temprano que es, las 4:26 de la madrugada, pero ya no podía dormir más.  Sabía que lo de ayer no fue un sueño, tenía la esperanza, pero no, todo es real.  Isaac es real.  Esta aquí.  Está en la cuidad.  Está el mismo instituto.  En la misma clase.

Ya que era muy temprano, cogí los papeles y tomé lápiz que se encontraban en el pequeño escritorio de mi habitación, y me dispuse a dibujar, cosa que estuve haciendo por mucho tiempo al parecer, ya que eran las 6:50 de la mañana cuando volví a mirar la hora.  Guardé las cosas y me levanto de la cama, me arreglo para ir al instituto.  Mi tercer día de instituto. 

Saliendo del apartamento recibo un mensaje.

Richard
Lo siento, hoy no puedo llevarte, pero que no sea una excusa para no ir.  Buen día.

¿Buen día? Dudo que tenga un buen día, ya el día empezó mal.  Le respondí con un 'Ok' y no esperé su respuesta.  Me encontraba caminando hacia el instituto, y resulta que llego tarde.
Camino un poco incómoda por la falda, cada vez que camino rápido la falda se sube aún más de lo que ya era.  Ya me cansé de llevar este puto uniforme, es estúpido pensar que hay personas que les gusta llevarlo.

–¿Esmeralda? —Escucho la fina voz de la chica.... ¿Cómo se llamaba? ¿Rosa? ¿Romina? No lo recuerdo muy bien.

–Hola. —Sería tonto no contestarle, ya que se encuentra caminando a mi lado, también con el uniforme puesto.

–Hola, si te acuerdas de mí, ¿verdad?

–Claro, Rosa, ¿verdad?  —Trato de ser amable, pero con esta chica no lo tengo que hacer, porque me sale natural, y no entiendo por qué, creo que es porque es la primera chica que me sigue hablando después de hablarle con arrogancia.

–Sí que te acuerdas de mí, me sorprende, pero soy Rocío. —¿Acaso eso fue sarcasmo? Que le dé gracias a dios, que no me cae tan mal, porque si no, hubiera conocido a Franki.

–¿Quién es Franki?

–¿Qué? —Pregunté confundida.

–Acabas de decir, '¿Acaso eso fue sarcasmo? Que le dé gracias a dios, que no me cae tan mal, porque si no hubiera conocido a Franki'.  —Imita mi voz, muy mal, pero lo hace. –Entonces pues ¿quién es Franki? ¿Tu novio? Y por cierto tú también me caes bien. —Pero ¿Enserio acabo de hablar en voz alta? Puta mente.

–Creo que pensé en voz alta. —Creo que venir al instituto me está afectando la cabeza.

–Mm, no te preocupes ¿caminamos? ya falta poco para llegar al instituto. —Dijo con una pequeña sonrisa.

Después de 8 minutos aproximadamente, habíamos llegado.

–No creo que nos dejen entrar. —Comenté

–Creo lo mismo, pero bueno, esperamos a la próxima hora. ¿Te parece?

–Bueno, qué más da.  Ya falta poco.

–Oye, ¿te puedo hacer una pregunta?

–Depende, ¿qué quieres saber?

–Bueno... ¿Quién es Franki? —Preguntó curiosa. Nos encontrábamos sentadas en la cafetería.

Reí a carcajadas cuando me preguntó eso, hace muchísimo tiempo que no me reía así, tanto que hasta me sorprendí y paré de reír.

–Es mi puño. —Contesté más seca, pero eso no le importó.

–¿Tu puño? —Comienza a reírse.

–Pues sí, así le puse.

–Entiendo, pero no quiero conocer a Franki.  —Termina de hablar y se queda mirando a mis espaldas. –Ahí viene mi novio, te lo presentaré.

Me giro para también mirar.  Y me encontré nada más y nada meno, que a los tres mosqueteros.

Mierda y más mierda. 

***
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