"DE VISITA Y BUSCANDO PROBLEMAS"

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Hace dos días que llegué a la ciudad a petición de mi abuela.

Sabia que no aceptaría un no por respuesta, así que no tenia sentido discutir con ella.

Mi abuela ha estado a cargo de mi desde que mis padres murieron, me pagó la escuela, la universidad, y me abrió el mundo del boxeo.

Mis padres me amaban, y yo los amaba a ellos. 

Siempre fueron cariñosos conmigo, y me mimaron lo que debían.

Después de perderlos encontré apoyo emocional en mi novio...

Por desgracia acabó engañándome con quien creía que era mi mejor amiga.

Desde aquel momento, dejé de confiar en la gente.

Quiero a mi abuela, haría cualquier cosa por ella, pero no tengo el coraje suficiente para confiar en ella y contarle la enorme tormenta que me amenaza cada noche al cerrar los ojos.

Cuando fui a visitarla a su gimnasio, me sorprendí al escuchar la risa de la gente que se encontraba dentro.

Normalmente los gimnasios estarían en silencio, escuchando solo el ruido de las maquinas y de las respiraciones de la gente.

Al entrar me llamó la atención la figura de un chico con camiseta de tirantes que sonreía a sus alumnos como si los conociera de toda la vida.

También recuerdo que fue ese chico el que me cogió por detrás.

No me arrepentí de darle el puñetazo, pero después de ver que solamente intentaba devolverme mi cartera, no pude evitar salir corriendo hacia casa.

Reconocer al chico como mi vecino, fue la gota que colmo al vaso.

Reconozco que no debería haberle cerrado la puerta en las narices, pero esa sonrisa me sacaba lo ruda y sarcástica que tenía guardado en mi.

Cuando entré al gimnasio para entrenar, ignore todas las miradas que sentía en mi nuca.

De un momento a otro, esas miradas se desvanecieron por la orden de una persona, quien a su vez me ofreció ayuda y me entrego una botella de agua.

Jamás pensé que una persona sería tan masoquista hasta el punto de de seguir sonriéndome a pesar de haberle pegado un puñetazo, haberle cerrado la puerta en la cara y haberle hablado mal.

Antes de darme cuenta ya había abierto la botella de agua y estaba bebiendo de ella.

Niego la cabeza mientras sigo trotando por las oscuras calles del vecindario.

De un momento a otro, siento que me acorralan en un callejón.

Tres chicos se ríen mientras me miran indecentemente.

- Mira por donde, tenemos una cara nueva por aquí... como te llamas preciosa?

Miro mal al chico y le pego una patada en los genitales, obligándolo a soltarme.

No me da tiempo a defenderme cuando un puñetazo viene directo hacia mi rostro por parte de uno de sus compañeros.

Mas de una vez me he encontrado en situaciones así, mas de una vez he querido darme por vencida y he querido que todo esto terminara... y por desgracia, mas de una vez el rostro de mi abuela a aparecido en mi mente, obligándome a defenderme y a seguir con vida.

Me defiendo de los tres chicos y escupo la sangre que tenia en la boca una vez los he dejado en el suelo.

Camino hacia casa tocándome la mandíbula y sintiendo el sabor a metal debido a mi labio roto.

Estoy a punto de subir las escaleras cuando una voz me llama por atrás.

- Sara?

Me giro de golpe preparada para defenderme, pero al ver al chico del gimnasio, me contengo.

Su mirada al mirarme se transforma en una de enfado.

- Ven conmigo.

Voy a hablar para negarme cuando siento que me coge de la mano y me lleva escaleras arriba.

Pasamos por mi puerta, pero no se detiene.

- Mi casa...

- Si, ya se que tu piso es el de al lado, pero no puedo dejarte con la cara así.

Abre la puerta de su piso y me obliga a entrar.

Jamás pensé que esa acción acabaría cambiándome. 

La conocí por un puñetazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora