02. (𝐈𝐑)𝐑𝐄𝐌𝐏𝐋𝐀𝐙𝐀𝐁𝐋𝐄.

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Eleanor estaba sentada al borde de la cama sin saber que decir y el silencio reinó por un tiempo.

— ¿Qué tal te va en Brooklyn? —preguntó Dizzie.

— Mejor de lo que esperaba, allá conocí a muchos amigos.

— Espero que no me hayas remplazado tan fácil.

— Eso es imposible, eres irremplazable.

— Mejor recuérdaselo a todas mis enfermedades, porque no estan muy de acuerdo.

— Tus cuestiones de salud no definen nada.

— Definen si sigo viva o no.

El rostro de la chica se oscureció, por lo que Daisy prefirió cambiar de tema.

— Me enteré de que Jo está en Nueva York...

— No tengo idea de lo que haga Jo en Nueva York, lo siento.

— ¿Pero sigue ahí?

— Supongo que sí...

— ¿Y te pasó algo interesante en Brooklyn? —inquirió acomodándose la almohada.

— Me crucé con una pobre familia indigente...

10 años atrás...

—¡Dizzie! —llamó Meg desde abajo —. ¡Ven rápido, no me obligues a buscarte!

Dizzie se levantó lo más rápido que pudo de la cama y bajó las escaleras llegando justo en el momento donde sus hermanas se reunían en la sala antes de desayunar.

Después Jo apareció y se recostó adelante en la alfombra con un almohadón detrás de su cabeza.

— Navidad no será Navidad sin regalos —rufunfuñó enojada.

— Ustedes ya saben la razón por la que no habrá regalos este año —dijo Meg.

— Pero yo si los quiero, un regalo es lo menos que puedo merecer por no salir a ningún lado —se quejó Dizzie.

— Por lo menos no te obligan a salir —arremetió Jo en su contra —. Yo detesto esos bailes, es como si todo el mundo tuviera que actuar.

— Tu si puedes salir Daisy, pero siempre te enfermas —interrumpió Amy.

— Y tú solo tienes que esperar unos dos o tres años para escapar de la casa, yo siempre me quedaré y no es que me fascinen los bailes, es que nunca salgo —bufó —. Jo, eres una malagradecida, yo no puedo ir y tú te quejas de que sí te llevan.

— La experiencia de cada uno es diferente, ya ni siquiera pareces la hermana mayor —respondió la escritora.

— ¿Quieres una hermana mayor? Ahí está Meg —la señaló con la cabeza y se levantó con el afán de irse, pero Margaret la frenó —. Daisy, tu no...

— Avisenme cuando llegue mamá —y definitivamente partió a su dormitorio.

Dizzie se encontraba mirando por la ventana unos minutos luego de que se fue cuando escuchó un griterío que provenía de abajo, "¡Marmee!" se oía.

<<Genial, ni siquiera me avisan>> pensó.

Posteriormente bajó de nuevo las escaleras de manera sigilosa para espiar la magnífica escena... Y ahí estaba, la feliz mujer con sus cuatro hijas más activas, alegres, sanas, sin una pizca de olvido por alguna enfermedad.

La situación al mismo tiempo le pareció algo asquerosa y decidió parar de esconderse e ir a abrazar a su madre sin sentir ningún sentimiento recíproco o verdadero de gozo, lo mismo de cada mañana.

— ¿Estás mejor, hija? —la interrogó con una sonrisa dejando de rodearla con sus brazos.

— Mejor, mucho mejor.

Las seis mujeres entretenidas fueron a sentarse en la mesa mientras Marmee se notaba extraña, cosa de la que Jo enseguida se dió cuenta.

— ¿Qué? —preguntó su hija —. ¿Qué sucede?

— Hay una familia inmigrante que vive cerca de aquí, los Hummel, no tienen nada para comer y quería pedirles si podían darles su desayuno.

Dizzie se quedó descolocada por la petición y estaba dispuesta a ponerse en contra si eso ayudaba a salvar lo poco que tenían para comer.

— No —respondió la no tan enferma.

— ¿No...?

— No tenemos casi nada para alimentarnos a nosotras y menos podemos compartir, entiendo tu deseo de ayudar a las personas pero no sabemos nada en absoluto sobre ellos y yo quiero mejorar. El doctor la semana pasada dijo que debía comer bien para que eso pasara.

La familia no podía creer que esas fueran las palabras que salían de su boca y la miraron atónitas.

— Si tienen ganas de ayudar vayan ustedes a quedarse sin alimento y morirse de frío pero yo no lo haré, así que denles su comida, no la mía.

— Los actos se bondad y lealtad siempre tienen una recompensa —alegó Beth tímidamente.

— Los de bondad tal vez pero los de lealtad... No lo creo y te voy a dar un consejo, si una persona es mala contigo encargarte de devolverle ese mal de la peor forma...

— ¡Daisy! —la regañó Meg.

— ... Porque ellos nunca se van a arrepentir.

— ¡Es suficiente! ¡Nosotras nos vamos! —exclamó la mayor —. Y si quieres puedes seguir comiendo tu comida...

Las March partieron y la gemela se resguardó en casa, específicamente su cuarto.

Empezó a observar a través de la ventana al resto de su familia marcharse cuando de la nada un rostro conocido pasó por allí con una canasta y la saludó, era Eleanor.

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𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍𝐈𝐔𝐌 - 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐖𝐎𝐌𝐄𝐍//𝐌𝐔𝐉𝐄𝐑𝐂𝐈𝐓𝐀𝐒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora