06. 𝐏𝐄𝐑𝐃𝐎𝐍.

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Jo y Meg hablaban alegremente sobre la maravillosa experiencia.

–Beth, ¿Cuál es tu color favorito de ojos? - preguntó la mayor.

–Purpura - respondió sabiendo que no era una invitación para continuar.

–Los del señor Brooke son azules.

Mientras tanto la joven escritora fue revisar su manuscrito para anotar una idea pero al no encontrarlo en el cajón se dirigió a donde estaban sus hermanas.

–¿Alguien tomó mí novela?

–No - contestaron Margaret y Elizabeth al mismo tiempo y Amy frunció el ceño.

Dizzie no pudo disimular y no dijo nada, se mostró lo más desinteresada posible en el tema y por un segundo observó a su hermana pero su vista volvió de regreso al libro que hojeaba con sus delicadas manos.

–Daisy, tú lo tienes.

–No, yo no lo tengo - respondió fingiendo desentendimiento.

–Es mentira.

El ambiente estaba bastante tenso y la enferma solo lo empeoraba. Entonces Jo se fue acercando a ella mientras la gemela pronunciaba estas palabras:

–No, es cierto, yo no lo tengo, no sé dónde está y no lo...

Jo la tomó por los hombros, Meg fue a intervenir sosteniéndola junto con Amy y Beth gritó el nombre de su madre cuando pudieron separarlas pero todo explotó:

–¡Yo quemé tu novela! - exclamó Dizzie y se soltó del amarre de Josephine -. Quemé tu libro, te dije que lo ibas a lamentar ¡Y lo hiciste!

Jo se zafó de sus hermanas y tumbó al suelo a Daisy para comenzar a golpearla sin piedad. La gemela estaba gritando mientras Marmee y Hannah intentaban detenerla. Las separaron y se levantaron del piso quedando a distancia.

–¡Detente! - le ordenó la señora March a su hija agarrándola.

–¡¿Por qué?! ¡A ella nunca la castigan, nunca le pasa nada! - y corrió hacía Dizzie para finalizar la pelea abofeteándola.

Todas quedaron boquiabiertas y sorprendidas. Sin embargo la culpable se hizo la víctima.

–¿Vieron lo que ella hizo? - preguntó tocándose la mejilla -. ¡¿Vieron lo que ella hizo?!

Pero nadie le siguió el juego y todas fueron a consolar a Jo que no paraba de llorar. La desgraciada que quemó su trabajo de años fue a disculparse pero su hermana no aceptó las disculpas. Al día siguiente el ambiente estaba tenso a la hora del desayuno. Daisy bajó entusiasmada las escaleras hasta que recordó la borrascada de la otra noche. Intentó sentarse sigilosamente al lado de Josephine pero esta se levantó de la silla y cambió de lugar. Después Laurie entró por la puerta y él partió a la "pista de patinaje" con su mejor amiga.

—¡Jo! ¡Me prometiste que la próxima iría! ¡Jo! - exclamó la castaña, luego bufó enojada -. Tal vez sí se merecía que le quemara el manuscrito.

—Cállate, has sido muy mala, para ella la quema del manuscrito fue como una tragedia - respondió Meg.

—Como si se hubiera muerto un gatito - agregó Beth.

—Si, no debías hacerlo - dijo Amy.

—¿Ahora qué hago para remediarlo?

Meg se acercó más a ella y le explicó el plan.

—Siguelos a los dos sin que se den cuenta, espera a que Jo esté feliz y dile algo lindo, estoy segura de que volverán a ser mejores amigas - sonrió.

La castaña salió y empezó a seguir a los mejores amigos mientras gritaba que la esperaran.

—Cuidado, no patines en el medio o el hielo se puede romper - indicó Laurie.

Luego se marchó dejando a Josephine atrás. Daisy seguía suplicando que se detuvieran. Jo la observó dudando en contarle sobre el hielo pero un pensamiento la invadió: "Ya está mejor, que se cuide sola" y la abandonó a su suerte. Más adelante ella y Laurie se divertían patinando hasta que escucharon un desgarrador grito y supieron, o por lo menos March, de quién se trataba.

Se acercaron alarmados y vieron a la gemela hundida en el hielo intentando salir de forma desesperada.

—¡Jo, rápido, trae una rama! - ordenó el nieto del señor Laurence.

Después él le dió la rama a la chica y le dijo que se sostuviera. Ella hizo caso y lograron sacarla casi desmayada. En la casa la acostaron en su cama y un médico la revisó. Cómo resultado no tenía nada grave por suerte pero la joven escritora se sentía culpable y, mientras se encontraba a un costado de la cama, habló con su madre.

—Si moría iba a ser mí culpa.

—Querida, no digas eso.

—Es que... Yo... No entiendo, trato de controlarme, hago notas y escribo sobre eso y cuando creo que estoy mejorando vuelve a pasar, ¿Qué hago?

Entre que la conversación daba inicio a un consejo nadie sabía que la gemela estaba escuchando porque, en el fondo, lo necesitaba.

—Intenta medir tus palabras antes de hablar, yo hago eso cuando me enojo.

—¿Te enojas? No te imagino enojada.

—Estoy enojada todos los días de mí vida pero he aprendido a controlarlo.

—¿Cómo?

—Con ayuda, hija mía. Primero mí madre me ayudó a controlar la ira cuando tenía tu edad, luego tu padre.

—¿Cuándo el se llevaba la mano a los labios era para que te calmaras?

—Exacto, ustedes son mi motor para que siga aprendiendo a no enojarme rápidamente, a veces es más fácil hacer algo por los demás que por uno mismo y me aterraba que me vieran en ese estado.

—Entiendo pero papá no está aquí ahora.

—Entonces rezale a Dios, el va a escucharte y a ayudarte, como a mí.

—Gracias, mamá pero quiero que Dizzie ya se despierte y que sepa que la perdoné.

En ese momento Daisy se levantó. Ambas se abrazaron y empezaron a llorar.

—Perdón por quemar tu manuscrito.

—Perdón por dejarte sola - sollozó.

Desde ahí todo quedó perdonado pero aún faltaba rodear a alguien más, una chica que apareció segundos más tarde y de nombre Eleanor. Cruzaron miradas sonrientes mientras la gemela se mantenía en el abrazo.

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𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍𝐈𝐔𝐌 - 𝐋𝐈𝐓𝐓𝐋𝐄 𝐖𝐎𝐌𝐄𝐍//𝐌𝐔𝐉𝐄𝐑𝐂𝐈𝐓𝐀𝐒.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora