¿𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐭𝐞 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐢̄𝐚𝐬 𝐬𝐢 𝐭𝐮 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐝𝐞𝐩𝐞𝐧𝐝𝐢𝐞𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐚𝐧 𝐦𝐚𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐮𝐝 𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚𝐬?
Daisy 'Dizzie' March es una chica que físicamente siente todo pero emocionalmente no siente nada... Y tampoco quier...
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Luego de unos minutos Daisy ya no sentía miedo, sino más bien le hervía la sangre del enojo.
— ¡¿Lilith, por tu culpa casi aniquilo a mi hermana?! —pensó —. ¡Y yo... Y yo creyendo que me podrían o algo así!
— ¡Sí, fuí yo! —la interumpió una voz en su cabeza y la castaña se quedó paralizada, no esperaba de verdad oír una respuesta —. ¡No tienes ideas de las incontables cosas que hice!
— Lili... —habló Emma.
— ¡Cierra la maldita boca!
— Estás asustando a Daisy —alegó.
De la nada se armó una discusión en su mente en la que las cuatro desconocidas participaban hasta que sus voces se tornaron irreconocibles debido al extremo bullicio, lo que causaba todavía más terror en Dizzie. Que se sentía mareada, pero aún así observaba un punto fijo de la habitación mientras le costaba respirar por falta de oxígeno, lo que provocó que se desmayara golpeándose la cabeza con la mesa de luz donde había tratado de colocar la mano con tal de sostenerce.
Por otro lado en Massachusetts Jo y Eleanor terminaban de realizar las comprar necesarias pedidas por Marmee. Ambas iban agarradas del brazo, Josephine con una canasta llena de fruta y pan. Ambas traían una capota en la cabeza para no morir de frío.
El no se animaba a iniciar una conversación a causa del beso, pero a Jo eso no le importaba mucho. Incluso simulaba haberlo olvidado... O tal vez no.
— Espero que Daisy ahora sí no me mate cuando se entere de que nos besamos —bromeó.
— En realidad me mataría a mí, yo te besé —dijo siguiéndole el juego con una sonrisa pícara para regresar enseguida a la seriedad —. Pero andaba confundida.
— ¿No te gustó? —inquirió con cierto nerviosismo y preocupación.
— Jo, todavía eres una niña —le acarició la mejilla —. Y yo nunca estaría con la hermana de mi anterior pareja.
Josephine no sabía si sentirse decepcionada o aliviada, a una parte de ella no le hubiera molestado esa relación mientras que la otra le recriminaba que no sería buena idea.
— Aunque conozco a una persona a la que le agradaría la idea de estar contigo —comentó.
— ¿Quién?
— Laurie.
— ¡Estás loca! —exclamó —. Estás mintiendo.
— No, es cierto, está enamorado de tí.
— ¿Cómo es posible? No funcionaría.
— Funcionaría si le dieras una oportunidad.
— No —sentenció de forma clara, su rostro mostraba mucha seguridad ante aquella afirmación —. No, seríamos un desastre.
— No lo sabes —respondió y se apartó de ella rumbo a la casa Laurence.
Muy lejos de aquel lugar, en Escocia, un pelirrojo había logrado entrar al departamento de su vecina de enfrente después de escuchar un golpe agudo.
— Daisy... —la llamó —. Daisy...
La joven se encontraba inconsciente en un sueño de imágenes y situaciones violentas del que quería despertar hasta que esa acción se detuvo.
Abrió los ojos, pero no estaba en el lugar que esperaba, sino en un pasillo de un hospital y en el cuerpo de una niña de ocho años.
De repente un médico se posicionó delante suyo y de inmediato un escalofrío recorrió su espalda, tuvo ganas de emitir un llanto y de huir del hombre.
— Entra —le ordenó refiriéndose al consultorio, más la pequeña no se movía —. No te estoy preguntando.
Ella comenzó a llorar y él la jaló del brazo, en ese instante Dizzie gritó y se soltó de su agarre logrando correr.
Las enfermeras la detuvieron y la llevaron a aquella habitación mientras la niña continuaba gritando de manera desesperada: "¡No quiero ir con él! ¡No quiero ir con él!"
