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-Vamos a la playa- sugirió Gustabo- Brisa fresca de invierno en la costa te vendrá bien.

-Para coger una hipotermia si, me viene de puta madre, gracias Gustabo.

-De nada- orgulloso siguió conduciendo hasta que llegamos.

-¿No podemos quedarnos por aquí?- Me quedé parada en el paseo marítimo.

-¿Porqué? Allí el agua...- Horacio le dio un codazo, aunque no los miraba fijamente mi visión periférica captó el movimiento.

-Si, vamos a sentarnos.- nos apoyamos en el muro que separaba la acera de la arena.

Los recuerdos llegaban a mi mente, querían tirar los cuerpos al mar aquel día, el olor a sal me transportaba a ese horrible lugar.
Caminamos por la arena lentamente hasta que pude llegar a la orilla, temblorosa, me puse en cuchlillas y toqué el agua fría.

-Si ayer lo mandaron a perpetua- los otros dos chicos siguieron un poco más alante su conversación mientras yo miraba mis botas, siendo mojadas y al mismo tiempo no porque son sintéticas.
En algún punto me levanté viendo como el cielo empezaba a coger tonos naranjas y rosas, me acomodé la bufanda, me giré en dirección contraría  a donde habían ido Gustabo y Horacio y por fin lo vi.

Sentí mi corazón dar un vuelco, como un nudo se formaba en mi garganta y como el viento me daba de frente, sin ayudar a mis ojos en la lucha interna de si llorar o no, aunque al final, pasó.

Caminamos al mismo tiempo hasta quedar uno frente al otro, sorbiendo mi nariz levanté la mirada sin encontrar la suya, que estaba puesta en la arena. Me quité la chaqueta y se la extendí, y llorando, hincó las rodillas, abrazando mi cintura y con mis manos en su nuca bajé a su posición.
Le puse la chaqueta por encima y seguidamente la bufanda abierta, haciendo de una especie de manta para el que ahora no se so tiritaba de nervios o frío. Otra vez había salido a correr en mangas cortas.

-Jack por favor, perdóname- apretó mi cuerpo contra el suyo. Respondió pasados unos minutos con total naturalidad.

-No has hecho nada mal, Anastasia, nada ha sido tu culpa.

-Yo las cabreé, yo intenté que no pasará pero ellos...- me acaricio la cabeza y yo escondí mi cara en su cuello.

-No es tiempo de pensar eso, ahora tienes que avanzar y estar bien, los muchachos te estan esperando- negué.

-Jack, me voy de los Santos- me miró.

-¿Cuándo?- acomodé la chaqueta.

-Cuando me demuestres que estás bien.








...

Convivir con el de metro noventa después de aquel trauma no fue fácil, había pasado medio año pero por mucho que me doliese no apoyar a Jack, no me quedaba más opciones que irme al enterarme que iban a liberar a mis padres. La presión me superaba.
Gustabo me compro un billete directa a España, me amenazó de que si no iba a México se enfadaría, y tras decepcionarle al decirle que México no estaba en Europa me llevó a casa de Jack ya que habíamos ido al piso para coger mi maleta.

- Nos vamos ¿podemos estar tranquilos?- asentí y le di un abrazo fuerte a cada uno.
Horacio ya estaba llorando.

-N-no te enamores de un español o algo así- sorbió su nariz separándose de mi y le quité las lágrimas riendome.

-No seas dramático, no me enamoraré de un español después de Jack, mi corazón es de el y de nadie más.- Gustabo hizo una especie de arcada fingida y nos empezamos a reír.

-Mucho empalago por hoy, cuídate mucho- nos dimos otro abrazo y una vez se subieron al coche toqué a la puerta del superintendente.
Abrió apestando a alcohol y somnoliento. Le lancé una mirada seria.

-¿Otra vez?- se encogió de hombros y tras esperarle a que se preparara nos subimos al coche, el me llevaría al aeropuerto.

-Jack...- me miró, aunque yo a el no.- ¿Estoy haciendo lo correcto?- me puso una mano en la pierna, la cual no cesaba de moverse ante mi nerviosismo.

-Vas a estar bien, si tu estás bien, yo también- Besó mi mejilla suavemente y arrancó.

Habia tenido viajes largos en coche, pero ninguno más eterno que este, a medida que el coche avanzaba un nudo en el estómago se me iba formando y retina las lágrimas como podía. Una vez en en lugar, esperamos una hora hasta que mi vuelo se anunció por megafonía.

Los dos nos miramos, sin decir nada nos abrazamos y le oí llorar, incontrolablente yo también, no sabía muy bien que decir, que hacer, y después de separarme el dio el paso.



-Te quiero Anastasia- miré a mis pies mientras nuestras manos seguían unidas y seguí llorando hasta que sonó el segundo aviso de embarque y luego de darnos un beso duradero, marché.



Lo que no había llorado estos mese, lo lloré en el avión ante la mirada preocupada de una chica negra de piel y trenzas por todo su pelo que había a mi lado.


-Creo que vas a necesitar esto- me extendió un paquete de pañuelos, no era de aquí.

-Gracias- sonreí amargamente y tomé los pañuelos.


-¿A España o Brasil?- "España" respondí- ¿Y dónde te alojas?- me encogí de hombros.- Vamos a buscar piso- la mire sin entender.
-Suena raro, nos acabamos de conocer pero siempre he querido hacer algo así con un desconocido- reimos juntas, tal vez ella arreglaría un poco el largo vuelo que nos quedaba por delante y tal vez mi estancia en España no sea tan lamentable como esperaba.



















...

FINAL MUY PRONTO MIS NIÑES
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Me hayo nerviosa yo y soy la escritora, perdón por ser así. ♡

Os quiero 💜

Canela《Donde viven las historias. Descúbrelo ahora