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Estaba recuperándome sobre una camilla en una especie de sala de espera pero para los enfermos, conway estaba encima de una silla frente a mi, a unos cuatro metros mirándome fijamente mientras le cosian el brazo, desde aquí veía su ceño fruncido y su mirada tras las gafas de sol.
De repente una brisa recorrió la sala ya que la puerta se abrió y mis padres corrieron hacia mi.

-¡Anastasia hija!- gritó mi madre en un susurro para no molestar.- ¿Qué ha pasado?

-Nada- seria quité su mano que estaba casi sobre la venda- y ten cuidado...- me crucé de brazos y seria fijé de nuevo mis ojos en Conway que reposaba su cabeza en la pared y masajeaba su cuello con el brazo sano.

-¿Necesitas algo? Seguro que tienes hambre.

-No... bueno si, necesito que me dejéis en paz.-  mi madre quitó la mano de mi hombro.

-Pero hija, nosotros...- les corté.

-No os habéis preocupado una mierda, siempre estáis de viaje, no vengáis ahora a hacer esto que se supone que estáis haciendo.- se miraron ente ellos y después de hablar con la enfermera se fueron.
Como había cerrado mis ojos para descansar no había notado la presencia de Jack a mi lado hasta que hincó su codo en el colchón.
-¿Has visto? Soy una máquina disparando.- el me miraba serio.

-¿Sabes el mal rato que me hiciste pasar? Cuando te vi en el suelo casi me da un infarto joder- cogió mi mano y por algún motivo empecé a temblar.

-Estas viejo superintendente- involuntariamente como hacia con Lorena o Steve, pasé mi mano por su pelo azabache, el inclinó la cabeza ante el tacto, cosa que no me esperaba para nada.

-Eran tus padres, ¿no?- Asentí- ¿Quieres ir a tu casa?- le miré.

-Por supuesto, quiero volver a tener una pelea, a ver si está vez acaba en puñetazos y hago la WWE con mis padres.

-Lo digo para recoger tus cosas, te vienes conmigo- le miré atónita y apoyó su cabeza en el colchón, moví mi mano que aún estaba en su pelo y me dejé caer sonriendo.

...

Llamé a Steve y salió, al verme con muletas se asustó y luego le expliqué que necesitaba entrar a mi casa por su ventana, eso hice.
Cojeando y apañandomelas como pude entré a mi cuarto, cogí una mochila donde metí mis básicos de aseo y suficiente ropa para subsistir, volví a salir y me subí al coche de Jack luego de despedirme de Steve.

-¿Tu novio?- pregunto seco y reí.

-¿Estas celoso?- rió sarcástico.

-Por supuesto que no, responde.-negué riendo aún.

-No lo es, es mi mejor amigo, ¿Tienes novia Conway- me miró por unos segundos.

-No Anastasia, no.

-¿No tienes o no quieres responder?

-Que no me ralles la cabeza y te calles.

-Tu has preguntado primero, conduce rápido viejo, ya quiero tirarme a la cama a dormir.

-El otro cuarto está echo una mierda, vas a tener que estar en el mío- le miré ofendida.

-La otra noche me dijiste que durmiera allí  ¿me ibas a dejar durmiendo entre mierda?- se empezó a reir- No me hace gracia, estupido... bueno, duermo en el sofá.

-No, duermes en el cuarto, yo duermo en el sofá- le miré  mientras aparcaba.

-¿De verdad quieres tener esta discusión?

-No.- Abri la puerta para salir.

-Pues listo.- entramos, Ivadog se me iba a tirar encima pero la pierna del superintendente lo paró a tiempo.
-Ivadog, vas a tener que aguantarte sin hacer el loco- el perro se sentó y reí, parece que me había entendido.

-Quitate los pantalones, medio metro- le miré desabrochandolo.

-Que atrevido- se quitó las gafas de sol y se acercó con un botiquín.

-Estate quieta- le mire alzando una ceja.

-Conway, me han disparado en la pierna, ¿Crees que por un poco de alcohol voy a...  ¡Me cago en mi puta desgracia para por dios, quema, arde!

-Que tía más dura- soltó sarcástico y le pegué.- Idiota, para de moverte.- cuando me acostumbré al dolor me termino de curar los puntos.

-Ofreceria curarte yo, pero ambos sabemos lo más que va a acabar eso- asintió vendandome el muslo.
-¿Puedo ponerme ya el pantalón o vas a seguir mirándome las braguitas?

Esperando una respuesta no receptiva me encontré lo contrario, de nuevo le tenía casi entre mis piernas, solo me faltaba abrirlas y su mano estaba en mi muslo no vendado, de nuevo como ayer por la mañana la habitación se había vuelto pesada, esta vez fui yo la que le agarré de la camisa, tirándole prácticamente sobre mi, cuando fue a apoyarse soltó un quejido y se terminó de caer.
Notaba su respiración en mi cuello, pasó la nariz a lo largo de éste hasta llegar a mi oreja, todos los vellos de mi cuerpo se erizaron, se separó unos centímetros de mi cara y fui yo la que tomó la iniciativa juntando los labios bruscamente.
Después de unos segundos nos separamos, yo mordi mi labio y él se sentó a mi lado, aún con una mano puesta en mi pierna cogió su teléfono, nadie decía nada, realmente no era necesario, apoyé mi cabeza en su hombro y enseguida caí dormida.

P.O.V Conway

Me estaba volviendo un absoluto mariconeti, hacia años que no me sentía así de... vivo, esa era la palabra que me definía estando con ella, un sentimiento de paz continuo, hoy he tenido miedo, si esa bala hubiese impactado más a la derecha no lo hubiera contado.
No se  muy bien porque me pasa esto, tiene veinte años menos que yo, es una cría y estar conmigo no le beneficia en nada, pero no puedo quitarme del cuerpo el constante sentimiento de querer protegerla, me estaba volviendo loco.

Ella se quejó sacándome de mis pensamientos, estaba apretando de más mi agarre en su pierna, lo suavice y la recosté con la cabeza en mi regazo para que pudiese estirar la pierna en el sofá, suavemente repasé las facciones de su cara riendome por la respingada nariz.

Cogí el teléfono y marqué el número de Ivanov.

-¿Se encuentra bien jefe?- carraspeé aclarando mi voz.

-Si capullo, me cojo esta semana libre, la herida no se va a curar si voy

-Ya estaba el informe redactado desde hace cuatro horas superintendente, no se preocupe, y perdón- fruncí el ceño.

-¿Perdón porqué?- el empezó a toser ¿qué coño tiene éste hoy?

-Nada nada, adiós.

Los pitidos de que la llamada había acabado no tardaron en sonar, dejé el teléfono sobre la mesa y levanté a Anastasia, no lo habría echo de no ser por mí brazo, la hubiera llevado yo mismo al cuarto, cuando llegamos ella se tumbó y yo me giré para irme.

-Quedate- mis pies se hicieron uno con el suelo, me giré.

-Descansa- ella se sentó en la cama.

-Tu también tienes que descansar, quedate- debatir contra ella era como hacerlo conmigo, era irritante, soy irritante.

Me tumbé en la cama a su lado y no tardé en coger sueño.

Canela《Donde viven las historias. Descúbrelo ahora