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-¡Por favor deja de llorar!- Sorbí mi nariz comenzando el llanto de nuevo.

-No puedo creer que sigas llorando por eso- Torrente abrió la puerta.

-Dios mío Anastasia superalo- negué metiendo mi cara entre el cuello y hombro de Jack.

-¿Pero que pasa?- Ivanov entró con su bebida preguntando a Gustabo.

-Jack le ha preparado esto, desde que se enteró está llorando.

-Dejad de r-reiros de mi, fus fus- los eché moviéndo mis manos y se fueron riendo, menos Jack.

-Deja de llorar, anda- me limpió las lágrimas y asentí.

-Es que nadie había hecho algo así por mí- jugué con mis manos.

-Acostumbrate- negué yendo al baño de la habitación para lavarme la cara.

-No podría- llegó justo cuando me seque la cara, le miré- pero haré el intento.

-¿Y los regalos? Son la mejor parte.- me giré para mirarme al espejo otra vez y me peiné con los dedos.

-Menos aún, me siento peor cuando recibo regalos...-Sonreí cuando sentí su mano bajar por mi abdomen.

-¿Ni estos regalos, muñeca?-apartó las dos capas de ropa abriéndose paso hasta llegar a más íntima zona.

-Jack...- Empezó a masajear lenta y torturosamente.

-¿Qué?- se pegó más a mi y su otra mano subió desde mi pecho hasta el cuello.

-Cierra la puerta- sonrió y cerró.

En algún punto, no recuerdo cuál, me bajó las prendas, deshaciéndose ya de ellas, dificultando el trabajo.
Me agarró el pelo enredando éste en su mano y tiró hacia atrás, para darme un  beso húmedo mientras me separaba las piernas con su pie. Cuando me soltó y sabiendo sus intenciones, me incliné sobre el lavabo sintiendo la respiración sobre mi nalga izquierda donde dejó una fuerte mordida.
Le miré mal y se encogió de hombros.

De repente sonó la puerta y nos miramos.

-Parejita ¿estáis ahí?- Ivanov llegó.

-Si- respondimos al unísono.

-No tardeis, vamos a pedir para cenar.- En ese momento sentí la lengua de Jack dandome el placer más absoluto en el momento menos indicado.

-N-no, salimos ahora, pero tengo la cara muy hinchada de... -trague saliva- de llorar.

-Vale, os esperamos.- se escucho la puerta del cuarto cerrarse y me dejé caer relajada de nuevo.

-Joder Jack...- algo brusco, me sentó en el lavabo, moviendo la lengua como nadie lo ha hecho nunca.
-Me voy a...- eché mi cabeza hacia atrás.

-Hazlo- la voz aún más grave de lo normal resonó por toda la habitación y mordiendo mi mano, sentía que iba a estallar en placer y así fué.

-Mierda- se coló entre mis piernas levantándose y me besó pasionalmente separándose al instante al notar un sabor metálico.
-Me he mordido muy fuerte la mano- le enseñé la pequeña herida y sonrió.

Luego de ponernos en orden los dos, salimos, algo agitada todavía me senté en el sofá con Greco.

-Pizza familiar- Dijo él, le miré.

-Con mucho queso- me miró luego de chocar el puño.

-Creo que te quiero- Conway que pasaba por atrás le dio una colleja y todos reimos.

-Voy a comprar alcohol- Horacio se levantó.

-Voy contigo- me incorporé al mismo tiempo que Gustabo.

-¡Ron! ¡Mucho Ron!- Torrente se acabó su cerveza y dejó un par de billetes en la mesa.

-Y mucho whisky- Jack me dio otro par de billetes.

-Si coronel- me lleve la mano a la cabeza como los militares y me despeinó. Luego de Volkov darnos unas llaves, salimos y nos subimos al coche.


-¡Hoy se bebe!- aplaudimos yo y Horacio, Gustabo con su mano libre aplaudió con su pierna.

-¿En esa gasolinera venderán?- asentí y aparcamos.

-Vamos a ver- Gustabo saco el teléfono con todo lo apuntado- Vodka, Ron, Whisky, refrescos y...

-Comida- le miré alzando las cejas.

Cogi mi propio camino con una cesta y me fuí a la parte de la comida, no había gran cosa, era una gasolinera, pero estaba muy completa al mismo tiempo.

Estaba mirando las patatas cuando sentí una mirada sobre mi, miré a mi izquierda viendo a un par de chicos mirándome sonriendo y luego de hacer una mueca de asco, vi como uno de ellos se iba mientras que el otro, dependiente de la tienda, venía a mi dirección.

-Hola- le ignoré- ¿Hola?- pasó una mano muy cerca de mi cara y me eché hacia atrás como reflejo.
-No te asustes chiquilla, solo quiero pedirte el número.- intentó tocarme el pelo consiguiendolo y dejándome helada en el sitio.
Los recuerdos golpearon fuerte mi cabeza y tras un ligero mareo, sintiendo como me agarraba del brazo y tironeaba, reaccioné.

Tiré la cesta y le lancé un puñetazo.

-¡Hija de puta!- Intenté correr y me cogió del pelo tirándome al suelo, cuando se acercó le di una patada en la espinilla sin reacción alguna y se puso sobre mi, le escupí escuchando como Gustabo y Horacio montaban jaleo seguramente con los amigos del mierda este.
-¿Ni un besito me vas a dar?- se intento acercar y luego de girarle la cara, le di un cabezazo, recibiendo un puñetazo como respuesta que me dejó algo trastornada.
Me levantó e intentó arrastrar al almacén, logré tras forcejear darle un codazo en las costillas y luego de ver una botella en uno de los estantes lo impacte en su cabeza.

En la puerta no  había menos dos más, se peleaban con mis dos acompañantes, empleé la misma técnica con uno de ellos dejándole en el suelo retorciéndose, Horacio ya libre se lío a hostias con el que estaba sobre Gustabo.

-¡Ana, detrás!- me giré recibiendo otro puñetazo más directo y antes de recibir el siguiente me agaché dando un golpe seco en la boca del estómago.

Uno de ellos se fue corriendo y luego de que Gustabo y Horacio reteniesen a los dos restantes, saqué la cinta de seguridad y cogí todo lo que íbamos a comprar.
Me agaché a la altura del dependiente, boca abajo en el suelo y sin movilidad.

-Por las molestias causadas y un souvenir- le enseñé la cinta y las "compras".

Corrimos hast a el coche y salimos a toda velocidad, dando vueltas por las calles por si nos seguían.
Miré a Horacio y nos empezamos a reír,  contagiandole la risa a Gustabo.

-¿Qué cojones?- toqué mi nariz dándome cuenta de que estaba sangrando tras ver la camiseta.

-Queria abusar de mi, pero le ha salido un poco mal.- reí con la adrenalina presente en el cuerpo y sentí mi ceja sangrando también.

-Ha servido el entrenamiento- Horacio me tocó los bíceps y sonreí.

-Hay que tirar esto- rompí con mis manos la vieja cinta que aún usaban para grabar las cámaras.

Llegamos a la casa de Volkov pero aparcamos el Audi amarillo muy reconocible dos calles antes por si acaso, corrimos y nos subimos al ascensor.

-¿Ahora que le decimos al abuelo?- miramos a Gustabo y estallamos en risas.






Canela《Donde viven las historias. Descúbrelo ahora