Gemí mientras la incesante punzada de dolor continuaba estrellándose contra mi pierna y mi columna.
—¡Katniss! —escuché desde muy lejos. Lo único que percibía era niebla y espinazos en los lugares de mi cuerpo que habían recibido un mayor impacto. Me faltaba el aire, respirar era difícil y lastimaba—. Te llevaré con Prim y con tu madre, vamos, anda.
Tuve la breve noción de ser levantada, pero nada más pasó ante mis ojos, pues parece que el malestar me absorbió en un desmayo.
Volví en mí cuando ya estaba en casa. El dolor era un poco menos intenso. Recuerdo querer moverme y no poder hacerlo, recuerdo ver a mi madre de espaldas en la cocina antes de caer inconsciente de nuevo. Abrí los ojos una vez más, por la noche; algo me había empujado a despertar, un sonido, grave y aterciopelado que se grabó en mi cabeza como la voz de Peeta una vez que recobré algo de razón.
—¿En dónde estoy? —lancé a quien sea que se encontrara cerca.
—En casa. —Primrose apareció desde la puerta cargando una jarra de agua y llevando un par de trapos en el antebrazo—. Te diste un buen golpe.
Las imágenes llegaron a mi cabeza. El bosque, el árbol, la forma en la que mi pie se enredó con la cuerda y me hizo caer desde aquella imponente altura. Gale y yo habíamos estado cazando. Seguramente fue él quien me trajo a casa, a quien escuché hablarme.
Intenté moverme, siendo recompensada con pesadez y más dolor.
—¿Por qué no puedo levantarme? —cuestioné a Prim algo asustada. Ya me había caído de un árbol antes; nunca de uno tan alto, sin embargo. Me preocupaba qué tan mal había resultado.
—Estás inmovilizada y vendada. Te torciste el cuello, dos de tus costillas se quebraron, tienes un tobillo roto, una grave contusión y una inflamación bastante seria en la columna —explicó mientras revisaba raspones en mi frente y se aseguraba de que mis signos vitales estuvieran en orden—. Gale dijo que caíste de espaldas. Tendrás que estar en cama mínimo de seis a ocho semanas.
Maldije en silencio. Odiaba estar en cama, sin poder moverme, sin poder traer comida, sin poder ir de aquí para allá. Era casi imposible que me resfriara, por lo que no estaba acostumbrada a necesitar que me atendieran, podía contar con los dedos de una mano las veces que me había enfermado en los últimos diez años. Fui bastante vulnerable durante aquella época en la que moríamos de inanición, pero tan pronto como se me ocurrió la idea de acudir al bosque y comenzamos a comer debidamente, la debilidad se esfumó.
En cualquier otro caso quizás daría mi brazo a torcer, me quedaría en cama y dejaría que mi hermanita me cuidara, me quejaría y esperaría con impaciencia hasta estar mejor. En esta ocasión eso era imposible, quedarme en cama no era una opción.
—¿Seis semanas? —De pronto las implicaciones de mi accidente cobraron vida en mi cabeza. La alarma se encendió—. Prim, el anuncio de los Juegos se dará en menos que eso. Tenemos que estar fuera de aquí ya. No puedo quedarme en cama.
—Lo siento, Kat. No hay forma de que escales ese árbol así.
Odiaba que ella fuera buena dando órdenes en el sentido de la salud. Desafiarla era lo último en mi lista de cosas que hacer con Prim, así que me mantuve callada, bajo protesta, claro, pero si ella lo decía estaba claro que no exageraba. Llevaba la medicina y la enfermería en la sangre, tenía una cabeza fría y no era una mentirosa, además era propensa a ser algo indulgente conmigo como su paciente; si ella decía seis semanas, era el plazo más corto que tendría que cumplir.
Carajo. ¿Pero cómo le íbamos a hacer?
De un momento a otro habíamos pasado de tener un plan casi completo a tener nada por mi culpa. Por mi tonta culpa.

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ERES TÚ | THG EVERLARK
Fiksi PenggemarEn un mundo sin juegos de victorias a muerte, Katniss Everdeen y Peeta Mellark comienzan la odisea de intentar conocerse el uno al otro a pesar de que eso podría traerles muchos problemas con sus conocidos y familiares. Después de descubrir que son...