EPÍLOGO

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—¡Peeta Mellark! ¡Tienes treinta y cinco años y te comportas como un niño de diez! —Otro golpe de harina me dio en la cara, y después, la carga de una manga pastelera manchó mi overol— ¡Peeta!

—Es mi cumpleaños. Mí día de diversión.

—Está bien entonces, pero tú lo quisiste, luego no andes llorando por perder...

Me agaché y recogí del piso una buena cantidad de merengue que había caído directamente desde mi ropa. Aprovechando su distracción, le robé la manga pastelera y me armé con un cucharón.

Uno de mis niños llegó tambaleando por la puerta y al comprender lo que pasaba, tomó una bolsa de harina y se preparó para la pelea, cuando su hermanita llegó —pues últimamente ella lo perseguía a todas partes e imitaba todo lo que hacía—, él le explicó que debía hacer. Cómo no, mi bebé fue la primera en lanzarse al ataque. Nos espolvoreó a todos como pudo. Claro que aquellas manchas no llegaron más arriba de mis rodillas, a sus cuatro años y medio no podría cubrir más rango. El problema fue cuando el susodicho de seis años subió a la encimera de la cocina de la panadería y llovió harina por todos lados.

Quedé cegada, al poco tiempo, atrapada contra Peeta, quien se las manejó para encontrarme en medio de la bruma polvosa. Cuando recuperé mi vista, Rye estaba en el suelo, Willow le arrojaba harina y Peeta dibujaba con merengue lo que al tacto identifiqué como una carita feliz en mi mejilla.

—Hemos creado unos monstruos —me dijo al oído—. Sólo míralos... ¡Mira mi cocina! ¿Quién va a limpiar todo esto?

—Son iguales a ti.

—No lo sé... Ese espíritu de lucha y esa mente estratega son más propios de ti... Además son tan lindos, sólo podrían haber sacado eso de alguien..., ese alguien eres tú, preciosa.

—Ya, claro. Lo dice el señor «Exploto los ovarios de todas las mujeres junto a las que paso»

—Te has vuelto muy respondona, bonita... Más atrevida... Quisiera ver a mi Katniss de Diecisiete años decir algo como eso.

Le saqué la lengua.

—A la Katniss de diecisiete años le asustaba verte desnudo, ¿de verdad te gustaría que regresara?

—Oh, así que admites que tú versión treintañera se la pasa mejor... —devolvió.

—Yo, eh... No...

—Comprendo, preciosa. También disfruto el ahora. Nuestro presente es hermoso...

Sí que lo era, pero ahora no era momento de admitirlo, estábamos en medio de un juego de discusión y yo quería ganarlo.

—Y tú eres demasiado meloso.

—En secreto te encanta.

Eso, claramente, no iba a admitirlo, así que opté por tomar una tangente.

—En secreto quisiera que los panecillos de chocolate no engordaran. Eso me haría la vida más fácil.

—No te preocupes corazón, si sales de aquí rodando, yo te empujo a casa.

—Muy gracioso... Me hace falta la caminata. Todo ese peso que gane durante los embarazos no se ha ido de mi cintura...

—Te ves mejor que nunca. Además, adoro estos pequeños rollitos, son tan lindos...

Pasó sus manos a mi cintura y pellizcó esa piel que sobresalía de mi pantalón por mi falta de ejercicio. Necesitaba volver a mi rutina de caza para deshacerme de ellos completamente, pero hasta ahora cuidar de los niños había sido mi prioridad, así como el embarazo de alto riesgo de Primrose. Ella tuvo que estar en cama los últimos meses y quise estar allí para ayudarla en lo que sea que se le ofreciera; sin embargo, ahora que Rye y Willow estaban más creciditos y Primrose estaba fuera de riesgo, suponía que me sería más fácil organizarme para ir más seguido de lo que lo había estado haciendo.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora