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Gale soltó el aire cuando finalmente llegamos a aquel lugar. Peeta había querido acompañarnos, pero se rindió a medio camino y dijo que recolectaría bayas mientras nos esperaba. Le miré mal cuando dijo eso, puesto que hace tan sólo unas horas estuvo a punto de morir por no distinguir las Jaulas de Noche de las moras normales; pero él estaba burlándose de mí, bastó con su sonrisa pícara en respuesta a mi ceño fruncido para darme cuenta.

—¡No es gracioso, Peeta! —le golpeé en el hombro a pesar de que él era tan fuerte que apenas y debería haberlo notado.

—Anda. Vayan. Los espero aquí.

Como ya sabía en dónde estaba y Gale era mucho más ágil que Peeta moviéndose en estos terrenos, confié en que no tardaríamos más de dos horas en ir y volver. Estaba agotada, pero este era un asunto de vital importancia.

—¿Por qué no me dijiste? —preguntó Gale mientras avanzábamos. Peeta se encontraba unos quince minutos rezagado y yo estaba más concentrada en ir y volver que en nada más. Lo miré sin entender.

—¿Sobre este lugar? Ya te dije que lo encontramos hoy —reclamé sutilmente.

—No. Hablo de Mellark. ¿Por qué no me lo dijiste?

Oh. Así que quería volver al tema. Condenado hijo de... Hazelle. Se estaba vengando haciéndome sentir cohibida.

—Yo... eh... Es que sólo... sucedió. No es como si lo hubiese planeado para lastimarte.

Seguí sorteando ramas y troncos hasta que él volvió a hablar.

—¿Qué tiene él? ¿Qué hay en Mellark que no pueda darte yo?

La pregunta me tomo desprevenida. Ni siquiera estaba segura de que fuera en serio. ¿De verdad se estaba comparando? Me dieron ganas de soltarle un buen flechazo en algún punto no vital.

—Esas cosas no se pueden definir. No estoy decidiendo si compro un perro de una raza o de otra porque me conviene más —respondí, evidenciando que su pregunta me parecía de lo más estúpida. Me detuve de sopetón y cargué el arco cuando vi una ardilla muy quieta en la cima de un árbol.

—Pero te has decidido por él —habló Gale, rompiendo mi concentración y haciéndome fallar la flecha. La ardilla corrió y se perdió entre los árboles. Le di una mirada de muerte a mi compañero, pero él me ignoró y siguió con sus teorías—. Te conozco. No eres una chica que regala besos o confianza... La forma en la que te sentías cómoda sentada en su regazo, cómo no te apartaste cuando te sostuvo...

Cuando intentó poner una mano en mi mejilla, la esquivé al instante por reflejos, pero al saber que no había peligro lo dejé estar aunque él ya estaba bajando la mano y negando con la cabeza.

—¿Lo ves? Te apartaste.

—¿Cómo podría tener idea de que harías eso? Fueron reflejos. Sé que nunca me harías daño —reproché, hastiada de su comportamiento—. Escucha Gale... Yo... No lo sé, ¿está bien? No orquesté nada de esto. Para mí era un verano completamente normal hasta que tú y Peeta comenzaron a portarse raros y a pelearse por que les diera una respuesta al interés romántico que ni siquiera sabía que mostraban por mí. Es todo muy confuso y...

—¡No mientas!

—Estoy siendo completamente sincera. Que la verdad no sea lo que quieras oír es otra cosa.

—¿Entonces eso es todo? ¿Estarás con él?

Asentí lentamente. No sabía por completo hacia dónde me dirigía con Peeta, pero algo dentro de mí quería saber y no quería alejarse de él. Cada vez que me besaba una sensación de alegría me recorría. Quería saber qué significaba eso ahora que existía un lugar en el que un nosotros era posible.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora