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NARRA KATNISS

En los últimos días a veces me forzaba a no despertar. Las pesadillas de mi padre se habían instalado en mis terrores nocturnos, así que dormir significaba verlo morir; pero al menos eso era algo conocido, familiar con el paso de los años, los mismos viejos fantasmas que ya no te asustaban... Ahora la realidad era la pesadilla. Prefería vivir en los viejos recuerdos, con los viejos monstruos amigos, que con el dolor y el sufrimiento al que me sometían para obtener información.

Me quebré varias veces. No les di nada, ni una sola palabra, pero en el fondo supe que quise hacerlo, me di cuenta de que era tan cobarde como Gale al querer venganza y lanzar esas bombas en el Distrito Dos. Era una asesina, no me quedó de otra mas que clavar flechas en agentes de la paz... pero cada uno de ellos me perseguirían por el resto de mi vida...

Cuando escuché la voz de Peeta llamándome desesperadamente y la de Prim... No pude más que pensar que también los tenía a ellos, y que no podía hacer nada... Nada... Ya no podía más, no quería despertar, pero saber que les estaban haciendo daño me volvía loca.

Pasaron... no lo sé, ¿unos días, quizás? (dormida en un estado más allá de la inconsciencia era difícil de saber). hasta que me di cuenta de que nadie estaba obligándome a despertar. No había electroshocks luego de recibir cubetazos de agua, ni siquiera estaban los cubetazos de agua, no había gritos; en cambio, escuchaba la voz de Peeta, de mi madre y de Prim hablándome suavemente... ¿Podría ser que estuviera muerta, por fin a salvo y lejos de todo?

En verdad, eso esperaba.

Tenía que arriesgarme, ¿no es cierto? A lo mejor ya estábamos todos muertos y se nos había permitido reunirnos. Esperaba que Peeta y Prim sólo estuvieran esperando a que mi transición vida-muerte terminara para poder convivir conmigo. Deseaba que papá también estuviera con nosotros... tal vez mamá... ¿Y los padres de Peeta, sus hermanos? ¿Madge, Delly? ¿No era esto precisamente lo que queríamos? Ser libres.

Tal vez había estado equivocada. Tal vez la verdadera libertad sólo podíamos conseguirla después de la muerte.

Pensándolo así, morir no sonaba tan mal...

Decidí abrir mis ojos, dejarme ir...

Había luz, mucha luz, hasta que mis ojos se adaptaron y se materializó una carpa frente a mí, y en una silla a mi lado, estaba Peeta dormido.

—¡Katniss! ¡Estás despierta!

La dulce voz de Prim nos sobresaltó a ambos.

—¿Eh? ¿Qué? —Él parecía tan desubicado como yo, seguramente a causa de estar pasando del mundo de los sueños al real. Sin embargo, tan pronto como sus ojos conectaron con los míos, estuvo de pie, tomando mi mano y acariciando mi cabello—. Bienvenida de vuelta.

Me sonrió tiernamente, desatando todo el alivio que sentía al verme viva y en potencial recuperación.

Primrose me abrazó unos segundos antes de poner en marcha una revisión general de mí. Pronto había un médico a mi lado quien, muy a mi pesar, echó a ambos de la tienda.

Pregunté al doctor acerca de la guerra, pero no quiso responderme nada, dijo que lo sabría a su tiempo y que ahora sólo debía concentrarme en recuperar mi salud. A decir verdad, quise protestar, pero estaba demasiado débil y todo el cuerpo me dolía, tanto que sentía pena por mí misma.

Me bañaron con esponjas y me dieron comida insípida. Tragué cientos de pastillas y me untaron varias cosas sobre los golpes que se manifestaban como manchas moradas. Cuando me desvistieron para darme ropa limpia, pude ver cómo mis huesos se marcaban como cuando era niña y moría de inanición.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora