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Lucy Gray. Busqué su nombre entre los escombros de mi mente, pero nada apareció. Al tardarme en contestar, naturalmente ella volvió a sus asuntos, aunque no se movió de donde nos encontrábamos, a orillas de aquel río.

—¿Cómo es que usted está... fuera? —Por fin logré articular. Ella giró sus ojos hacia mí y me dio una sonrisa gatuna, que arrugó su piel más de lo que ya estaba; no obstante, para su edad, su apariencia era envidiable.

—Bueno, eso es una larga historia, niña. Pero te lo dejaré en que fue un acuerdo.

Qué manera de evadir toda la respuesta. Un acuerdo, ¿pero con quién? Esa era la verdadera cuestión y decidí no preguntárselo directamente porque algo muy en el fondo me decía que ella no me lo diría.

—¿Cuánto lleva viviendo fuera?

—Toda una vida. Cincuenta años, quizás, perdí la cuenta hace tiempo.

Se encogió de hombros, volviendo la atención hacia su guitarra. Como no me estaba mirando, la observé un poco más para ver si algo en ella despertaba algún recuerdo, alguna pista.

—¿Hay más gente con usted?

—¡Por supuesto! —respondió casi con sarcasmo—. Mi familia es del Covey, pero quedamos atrapados en el Doce durante los Días Oscuros. Éramos músicos gitanos, nómadas. Sólo quedamos unos cuántos viejos. Ningún otro quiso tener hijos.

—Entiendo eso —le dije sinceramente. Respetaba su decisión de ser los últimos, al fin y al cabo, me identificaba con ella.

—Es un mundo cruel, poco considerado, no es un lugar para niños.

Volvimos a quedarnos en silencio.

—Así que Katniss, ¿eh? Por allá, cuando vivía por el lago que está cerca del Distrito, suponiendo que eres una cazadora furtiva y lo conoces, siempre recolectaba Katniss.

—Lo conozco. Mi padre me puso mi nombre por las plantas de ese mismo lago. Supongo que entonces, aquella casita era suya.

—Lo era. Lo fue, por un tiempo.

—Es un buen lugar —comenté en eufemismos. Ese era mi sitio preferido en la tierra.

—Es bueno saber que sigue en pie, como yo —bromeó. Volvió a darme ese vistazo de curiosidad y misterio—. Supongo que huyes... por la dirección en la que vienes, es fácil asumir que estás con los rebeldes... ¿Que ha hecho él esta vez como para que estén dispuestos a alzarse en armas?

—¿Snow? —Lucy asintió—. Además de tenernos viviendo en la misma miseria de siempre, ha inaugurado un nuevo tipo de Juegos, en los que unos se matan a otros.

—Ah, así que al final lo ha cumplido...

Un foco que indicada «¡Cuidado¡» se encendió en mi cabeza al escuchar lo que dijo.

—¿A qué se refiere?

Ella rio, extendiendo su cuello hacia atrás. Tenía una carcajada bastante estridente, pero no era sorpresa luego de ver lo bien que se había conservado su voz.

—¿Crees que es una idea reciente? ¡Por favor!

—¿Me está diciendo que lo conoce? —Lo comprendí de repente. Hablaba demasiado segura como para que sus palabras se trataran de simples especulaciones.

—Lo conocí. Dos veces —admitió—. Cuando todavía había algo de bondad en su corazón y, luego, cuando su aberración por la guerra comenzó a llevarlo al extremo.

Bondad y Snow eran dos palabras que se repelían entre sí dentro de mi cabeza, no podía ni pronunciarlas al mismo tiempo. De cualquier forma, esto era información valiosa, si ella lo conocía, podría darnos elementos clave para derrocar su gobierno.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora