11

805 62 28
                                    

Era primera hora de la mañana cuando encontré a mi madre sentada frente a una ventana abierta, ajena al frío asesino que imperaba ese día en el distrito a pesar de que el Otoño apenas debería mostrarse. Ella estaba quieta y silenciosa junto a una fotografía de mi padre que noté al intentar acercarme más.

Las palabras de Peeta llegaron a mi cabeza. «¿Le has preguntado si se arrepiente de huir con tu padre? Porque me da por pensar que de lo único que ella se arrepiente es de no haberlo hecho antes para tener más tiempo con él». Pensé que si yo estuviera en su lugar, me arrepentiría el resto de mi vida. Dejar todo atrás por una persona que terminaría muriendo a los pocos años... Era de locos. Y aún así me encontraba besando a un chico prohibido para mí, forzándolo a seguir el destino de mi madre.

Imaginé una vida con Peeta; en un principio no sonaba tan mal, nos veía a ambos conviviendo en paz hasta que las preguntas llegaron. ¿Y qué si yo moría y lo dejaba sólo? ¿Y qué si la gente nos daba la espalda? Ya no me comprarían presas a mí ¿Y Peeta qué haría, abriría una panadería para competir con la de su familia? Él eventualmente querría hijos y yo me negaría a dárselos, terminaría odiándome por privarlo de una familia y seríamos infelices por el resto de nuestros días.

Aún si mi madre no cambiaría sus decisiones del pasado, yo ya había aprendido de ellas y sabía que era un error. Peeta y yo éramos imposibles.

—¿Te arrepientes? —se me escaparon las palabras. Mi madre se sobresaltó al escucharme, ella estaba tan perdida en sus recuerdos que no me había notado todavía. Frunció el ceño y negó con la cabeza. Le repetí la pregunta una vez más.

—Lo hice durante un tiempo después de que se fue. Ahora sólo pienso en cómo me dejé llevar por lo que la gente decía... Si tan sólo hubiera tenido el valor para salir de casa años antes, habría podido disfrutarlo más. Apenas saboreábamos nuestra familia cuando...

Ocultó un suspiro. Me di cuenta de que mordió su mejilla porque esta se hundió.

Estaba impresionada por que hubiera dado una respuesta tan abierta... una respuesta, simplemente. Ella era, en general, necia al respecto y sacarle cualquier ruidito era casi imposible, a no ser de que se tratara de Prim, a ella sí que le hablaba, conversaban y se entendían. No conmigo, mi madre y yo éramos opuestas en muchas cosas, iguales en algunas otras, pero no importaba porque siempre estábamos en desacuerdo sobre algo.

—¿No te cansas de vivir así? Cada día es un reto de supervivencia. Ahora mismo podrías ser una comerciante con una mejor vida, bonitos vestidos y una cama decente.

Sus pequeños ojos brillantes y tristes me miraron en un azul desgastado. De acuerdo, quizás debería de haber sido más considerada con ella, sabía que mi padre era un tema sensible y presionar sus botones más de lo normal con palabras brutas no podía resultar en nada bueno.

—Si de verdad creyeras eso no te atreverías ni hablarle a Peeta Mellark, Katniss.

Como dije, nada bueno. Me había devuelto el golpe y me había dejado descubierta. Me molesté por lo bien que le había salido, pero eso se quedó atrás cuando me di cuenta de que mi madre de hecho ponía algo de atención a mi vida... claro que no podía ser bueno que había requerido a dos chicos aporrearan mi puerta a gritos para que se diera cuenta de que tenía otra hija además de Primrose.

—No veo cómo Peeta puede tener algo que ver con esto —mentí.

Mi madre alzó una ceja, escéptica. Dejó la foto de mi padre sobre una repisa y se puso de pie antes de ir a la cocina. La seguí porque quería saber qué insinuaba. Nuestra conversación no había terminado todavía, tenía algunas otras preguntas que hacer, ya que ella parecía más parlanchina que nunca esa mañana.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora