2

848 69 26
                                    

Varios días después, ya no me sentía culpable, sino enojada. Si Mellark no se daba cuenta de que lo hacía por su bien y de que a ninguno de los dos nos convenía implicarnos más allá de una etiqueta de «conocidos», era un idiota.

Yo necesitaba enfocarme en encontrar formas de mantener a mi familia, porque era la única que podía hacerlo. Mi madre era una enfermera y trabajaba por su cuenta curando a personas de la Veta que muchas veces no tenían ni cómo pagarle, los ingresos que obteníamos por su parte eran muy pocos.

Peeta era la razón por la que yo había sobrevivido hace muchos años, después de que mi padre muriera. Mamá estaba enferma y deprimida, no salía de la cama y el poco dinero que teníamos ya se había acabado. Terminé hurgando en la basura de los comerciantes, entre la basura de los Mellark. La madre de Peeta me descubrió y me echó a escobazos; comenzó a llover y terminé llorando bajo un árbol lampiño, intentando resguardarme del clima. Entonces, Peeta apareció por la puerta de la panadería para lanzarme un par de panes severamente quemados que terminaron ensuciándose en el suelo y empapándose bajo la lluvia, pero no dudé en salir corriendo con ellos. Fue lo primero que comimos en días.

Al día siguiente quise agradecerle, pero él se encontraba ocupado con sus amigos y no me atreví a acercarme —tenía un moretón en la cara y evité pensar que había sido por intentar ayudarme—. Al bajar la cabeza desde el escondite en el que lo observaba, encontré Dientes de León floreciendo en medio del concreto. La idea brilló en mi cabeza: el bosque. Así fue como conseguimos seguir con vida. Después conocí a Gale, que había tenido la misma gran idea que yo, y lo demás era historia.

Resultaba irónico que después de que Peeta me hubiera salvado, me pasé años intentando hablarle, y que ahora una vez teniendo la oportunidad, solo quisiera darle un buen sape por... ¡por todo!

Vi a Prim entrar a la casa con una canasta llena de cosas, muy risueña. Parpadeé varias veces y me pellizqué —con más fuerza de la esperada y soltando un «Auch» cuando la punzada de dolor respondió— para comprobar que no estaba soñando. Desde donde estaba podía olfatear el delicioso aroma a... ¿pan?

—Prim, ¿qué es eso? —le pregunté a mi hermana, viendo cómo dejaba la canasta sobre la mesa.

—Oh, es pan Pita.

Si hubiera tomado un trago de agua antes de que ella contestara, bien me habría atragantado o lo habría escupido todo.

—¿Pan de «Peeta»?

Entonces Primrose comenzó a reír, subió los ojos, como para ver sus pensamientos materializándose y asintió varias veces.

—¡Ahora lo entiendo! ¡«Peeta» por el pan Pita! —contempló entre carcajadas.

—¿De qué rayos hablas? ¿Y de dónde sacaste ese pan?

Dejó la canasta sobre la mesa antes de responderme.

—De la panadería. El Señor Mellark dijo que te debía unas cuantas monedas por la carne de la otra vez y a mamá también le debía dinero por unas quemaduras que se vino a atender. Nos dio esto por las molestias. —Ella retiró la servilleta de tela que cubría el contenido de la canasta; en efecto, tres pedazos de Pan Pita (o, ¿Peeta?) se encontraban allí, humeando tentadoramente—. Respecto a tu otra pregunta, es gracioso que el hijo del panadero se llame Peeta y que, bueno, hornee Pan Pita.

De acuerdo, era gracioso, pero el pan Pita no era barato y yo planeaba comprar medicinas con el dinero que el panadero me debía, no pan.

—¿Te dio eso en lugar del dinero? —pregunté molesta. Prim rodó los ojos, esta vez, exasperada.

—Katniss, ¿escuchas algo de lo que te digo? Lo dio aparte, como una disculpa por la demora.

No estaba convencida, eso era algo sospechoso. ¿Hace unos años su mujer me corría a escobazos por hurgar en su basura en busca de comida y golpeaba a su propio hijo por darme un pan quemado..., y ahora nos regalaban pan, así como así?

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora