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Suspiré ante la expresión de mi hermana. Ella no se veía del todo convencida, aunque sabía que no se echaría para atrás. La cara de mustia que lucía ese día era parcialmente anormal en ella, por lo general más alegre o serena.

Un empujoncito no haría ningún daño, decidí. Un par de palabras le harían las cosas más sencillas. Ella confiaba en mí, sólo tenía que recordárselo.

—Tienes que irte, Prim. Te prometo que nos veremos otra vez, ¿de acuerdo? —Apoyé una mano sobre su hombro y le di un suave apretón.

—Lo sé. Te dije que lo haría y pienso cumplir con eso... pero no puedo evitar sentir algo de desazón por dejarte. Ten cuidado, por favor.

—Lo tendré. Lo prometo.

Abracé con fuerza a mi hermana. Ella ya no era una pequeña niña que necesitara ser protegida. Se estaba convirtiendo en una mujer fuerte y resiliente, una sanadora dedicada.

A veces parecía ser que era incluso más madura que yo. Sus ojos se habían vuelto determinados y ese carisma que la caracterizaba había dejado de ser tan risueño. Me pesaba un poco darme cuenta de que sus rasgos se habían endurecido, poco a poco había ido asumiendo como adulto en potencia nuestra realidad y no dudaba que aquello se podía comparar con un cubetazo de agua helada. Pero era mejor así, había hecho todo lo que estaba en mis manos para mantenerla lo más protegida y alejada de la crudeza y la despiadada existencia; sin embargo, ya era hora de que ella también se enfrentara a algunas cosas por su cuenta.

«Estará bien» —me dije. Acuné su cabeza contra mi cuello y la sostuve contra mí, atenta a su cercanía, pues sería la última vez que la vería en un tiempo y nunca nos habíamos alejado por un periodo tan extenso. La inquietud de no tener certeza de su bienestar me tenía atrapada, sabía que Gale se aseguraría de que estuviese a salvo, que Hazelle y Rory cuidarían de ella y que, a su vez, Prim les sería útil con sus conocimientos médicos; aun así me destrozada dejarla ir.

Al final mi madre se quedaría con nosotros hasta nuevo aviso. Concluimos que sería extraño que la sanadora del Distrito desapareciera de la nada. Ella y yo éramos demasiado solicitadas a nivel comercial como para pasar desapercibidas. La ausencia de mi hermanita sería más sencilla de explicar.

Por su parte, Gale había accedido a acoger a Delly y a su hermano. Sus padres les habían dado el consentimiento para ir, ellos los acompañarían después, argumentando que no querían hacer el grupo más grande, de modo que esperarían y saldrían con el nuestro. La madre de Madge también los acompañaría. Con ayuda de Effie Trinket, Haymitch le había conseguido efectivos medicamentos para las migrañas, permitiéndole viajar sin que nadie lo notara, pues la señora apenas abandonaba la casa y, según Madge, los empleados jamás entraban a su habitación, temiendo molestarla o empeorar su estado de salud. Era así como diez personas estaban huyendo del Distrito ese mismo día.

No iba a ser sencillo, nos habíamos encargado de organizar otra distracción, una más pequeña, aunque al final no fue necesario, se había armado un castigo público, la atención de la gente ya estaba tomada. Aprovechamos la oportunidad y nos escabullimos hasta la pradera. Delly y su hermano habían sido los primeros en cruzar, pues eran quienes poseían menor habilidad para escalar ese árbol, por lo que anticipamos que necesitarían ayuda. Me despedí de los hermanitos de Gale y de Hazelle. Luego de soltar a Prim, la vi cruzar con cuidado. Gale y yo hicimos equipo para auxiliar a la madre de Madge.

Por último, le di un buen abrazo a Gale, me hizo prometer que me cuidaría y yo le hice prometer eso mismo. Él dijo que volveríamos a vernos. Pronto. Asentí, confiando en su palabra, confiando en nuestro plan, confiando en que no podía ser tan difícil cruzar un poco de bosque; después de todo, llevábamos años haciéndolo.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora