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Los castigos en la plaza se estaban volviendo inquietantemente asiduos. No estaba muy segura de si había demasiadas leyes olvidadas y por eso las personas parecían sorprendidas de saber que lo que hacían era ilegal o si los agentes de la paz sólo inventaban cosas al momento para tener una razón que justificara el terrorismo que se estaba llevando a cabo.

Habían apagado la alambrada una vez más y aproveché para llevar cosas al claro y a la casa del lago. En mi cabeza, la idea de escapar daba vueltas como loca y ya se había instalado para no irse. Gale todavía no me hablaba si no era necesario, pero pronto tendría que hacerlo. Esta noche habíamos quedado con Madge y discutiríamos nuestros planes y avances, intercambiaríamos información. De cualquier manera, él ahora se mostraba más amable con Madge, lo cual era un avance más que nada.

—¿Hola? Tierra llamando a Katniss...

Miré a Peeta cuando su voz me sacó de mis pensamientos. Me incorporé sobre el mostrador, en el que había apoyado la palma de mis manos y, sobre estas, mi barbilla.

—¿Qué sucede?

—Es hora de cerrar, pero tengo que terminar un pedido que nos han hecho para mañana. Si quieres puedes adelantarte...

Los padres de Peeta habían salido a realizar algunos trámites y sus hermanos habían ido por su cuenta cada uno a visitar amigos, dejando a Peeta solo en la panadería. Llegué por la hora de la comida a visitarlo y me lo encontré haciendo malabares entre la cocina y la caja, así que me ofrecí a ayudarle a cobrarle a la gente. Dijo que me daría el dinero correspondiente al trabajo y, aunque me negué varias veces, él fue tan insistente que terminé cediendo.

El día se fue volando. Entraron varios clientes y me divertí viendo a Peeta ir de aquí para allá con charolas, todo cubierto de harina, además de que el lugar olía delicioso todo el tiempo.

—Podría echarte una mano, si quieres, pero si arruino algo, no me lo eches en cara —ofrecí.

—Puedes ayudarme, pero te pagaré por ello.

Lo despeiné en juego al pasar a su derecha.

—Claro que no. Me dejé vencer con lo de la caja, pero me estoy ofreciendo voluntaria para esto. Es gratis.

—Katniss...

—Calla. En cuanto más pronto terminemos, más pronto regresaré a casa.

Esta vez fue su turno de amansar. Me llevó con él a la cocina y pronto comenzamos a preparar las empanadas del pedido. Él me puso a cortar pedazos de queso y a colocarlos en el centro de la masa para que él pudiera doblarla después. Cuando estuvieron listos, los puso en el horno.

—Muchas gracias, bonita. —Se recargó en la encimera de la cocina y cruzó sus brazos—. Sólo nos queda esperar.

—No es nada. Me ha gustado hacerlos.

Lo que en realidad me había gustado había sido pasar la tarde con él.

—Claro, si te has comido la mitad del queso —acusó riendo.

—¡No es verdad!

—¡Sí que lo es! Y mereces un castigo por ello.

Oh, no. Él despegó su cadera de la encimera y desenredó sus brazos antes de acercarse peligrosamente a mí.

—Le diré a Prim que te guarde un queso de Lady —murmuré con prisas. La mirada en su cara revelaba que sus intenciones de torturarme eran altamente tentadoras para él. Gracias a mi oferta, su acecho cesó. Una vez más me felicité por haber tomado la decisión de comprarle aquella cabra, Lady, a Prim para uno de sus cumpleaños. Nos había sacado de más de un aprieto.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora