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NARRA PEETA

Los días sin ella eran vacíos. La extrañaba, la extrañaba tanto..., ¿pero cómo podría hacerle eso? Hacer que se quedara a mi lado, con alguien como yo...

Jamás pensaría en una persona discapacitada como alguien menor, cuya valía era distinta a la de cualquier otra persona; salvo por mí mismo. No podía dejar que Katniss se apegara a mí, cuando ya no podía darle todo lo que ella necesitara o deseara. Sabía que mi pequeña era sincera al expresar que no le importaba, ella tenía un corazón tan grande y una opinión distinta del mundo. Era yo, Peeta, de quien tras estaba, y para ella continuaba siendo el mismo con o sin una parte de mi pierna. Así de dulce era Katniss. Y por eso es que un ser humano tan especial como ella merecía a un hombre que pudiera darle todo.

Una vez ese fui yo. Por desgracia, eso había cambiado.

Las cosas empeoraron al momento en el que Finnick llegó anunciando que Katniss le había tendido una trampa y ella estaba sola en el frente de la guerra. ¡Maldita sea! ¡Yo tendría que estar allí, protegiéndola, no aquí, postrado en esta cama, retenido, con rehabilitaciones que cobraban meses antes de mostrar algún fruto!

Me puse loco. Jamás en mi vida me había sentido tan impotente, tan enojado, tan triste y preocupado, no era yo.

Pasé horas escuchando en la radio las listas de nombres que reportaban fallecidos o desaparecidos. Katniss era El Sinsajo, una de las figuras más importantes de la Revolución, y si ella muriera, probablemente se anunciaría a lo grande, pero no quería descartar ninguna fuente.

Finnick intentó volver, pero jamás se le permitió. Gale, que también estaba en el frente y con quien sí teníamos comunicación, tampoco fue capaz de encontrarla.

Estuve semanas sin nada más que súplicas por que ella se encontrara bien y a salvo. Súplicas vacías, al final de todo. Cuando por fin supe de ella, los rebeldes ya habían perdido la primera batalla en el Capitolio y, justo como lo había supuesto, el presidente Snow anunció en grande la captura del Sinsajo.

Cada transmisión que hacían, interrogándola, sacándole información a base de torturas. Eran una puñalada. Y como no decía nada, aun cuando todos sabíamos que mucho de lo que el Capitolio necesitaba para derrotarnos estaba en su cabeza, la trataban todavía peor... Y yo... no podía hacer nada más que sentarme y mirar.

—¿Se puede saber qué mierda estás haciendo? —Delly, quien también había terminado en el Trece, aunque no sabía exactamente cómo, entró a mi compartimiento, agresiva como nunca.

—¿Qué te pasa? —respondí molesto. Ella había llegado aquí mientras yo estaba hospitalizado, y tampoco había querido verla, por lo que era la primera vez que hablábamos. Yo no quería estar con nadie, quería estar solo.

—¿Por qué estás allí sentado cuando Katniss está allá, capturada?

—¿Y qué quieres que haga? —grité—. Ni siquiera puedo caminar sin un maldito bastón todavía. ¿Cómo podría ayudarla?

—Por favor. Claro que puedes. Utiliza tu encanto, habla con Coin...

—Ya he ido a hablar con ella demasiadas veces. Lo he intentado todo. Me he puesto de rodillas para suplicarle, la he amenazado, intenté negociar, intenté hacerle entrar en razón... Ella no contesta otra cosa mas que la recuperaremos una vez que los rebeldes triunfen, y sólo continúa usándola como mártir.

Estaba extremadamente frustrado. Me sentía desesperado y atrapado. Parecía que yo le causaba todo ese sufrimiento a Katniss, con cada golpe que recibía, cada corte, cada electroshock, cada inyección de vete a saber qué cosa... Me daban ganas de arrancarme la otra pierna a mordiscos; no serviría para nada, pero sentía que debía pagarlo de alguna manera.

ERES TÚ | THG EVERLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora