"Todos ven lo que pareces ser, pero pocos saben lo que eres"
-Maquiavelo.
Alexandra
El viento azota el casco de la moto al igual que las balas pasan rozando mi cuerpo. La camioneta está a su máxima velocidad, pero no es suficiente, mi moto sigue detrás de ella como si nada. Las motos de los policías intentan seguir el ritmo pero las dejo atrás, y las que no, son detenidas por alguna bala mía.
La adrenalina pone mi piel de gallina y no evita la sonrisa salvaje que se planta en mi rostro. Podría hacer esto por el resto de mi miserable vida.
La parte de atrás de la camioneta está abierta, dándome una buena vista de mí objetivo y de los policías alrededor de él. Intento alzar el arma para derribarlos pero una bala impacta en mí mano logrando que la suelte y caiga en la calle, por la velocidad que voy la dejo atrás muy rápido.
—¡Mierda! —gruño, tratando de aliviar el dolor de la zona. Bendito sea el traje que me dio Malik.
Trato de alcanzar la pistola de repuesto pero una lluvia de balas me distrae. La pintura de la moto está muy dañada por la cantidad de disparos que rozaron mi camino, pobre de quién sea el dueño.
En la siguiente esquina me desvío y acelero lo más que puedo, la noche me favorece al no cruzarme con nadie en la calle, así que saco una de las glock de la correa de mis piernas.
Doy vuelta a la manzana, girando mi cuerpo para disparar a la moto que me sigue, y cuando estoy a la mitad de la calle aprieto el freno, quedando frente a la camioneta que está a unos metros. Disparo al policía y cae de la moto, dando un par de vueltas por el asfalto.
Miro hacia la camioneta que no tiene intención de frenar, saco otra pistola y apunto hacia las ruedas y al motor, para dejar que las balas salgan del cargador haciendo valer cada una de ellas. Antes de que me choque, la camioneta se detiene haciendo zig zag y soltando humo de la parte delantera.
Mi corazón salta en mi cavidad torácica, y mis manos tiemblan por la excitación. Ambos choferes están muertos, así que bajo de la moto para cubrirme antes de que los policías salgan a intentar matarme. El traje resistente a las balas y a los cuchillos que me regaló Malik, lo hacen casi imposible.
Desde acá puedo escuchar sus botas chocando contra el asfalto, cuento tres pares de pasos. Contengo mi respiración y sin hacer ruido me deslizo hacia el suelo, quedando debajo de la camioneta, justo entre las ruedas. El asfalto me proporciona estabilidad y me ayuda a calmarme más rápido.
Puedo ver a los tres hombres desde aquí, quisiera prolongar sus muertes o destrozarlos con mis garras para que la ciudad se entere de quién lo hizo, pero el tiempo se acaba, así que aprieto el gatillo tres veces, saliendo un poco de la protección de la camioneta, para apuntar a sus rostros.
Los hombres caen a mi altura y escupo cuando siento el sabor amargo y metálico de la sangre en mi boca, mi cara quedó manchada, pero no le doy importancia, el tiempo corre. Salgo arrastrándome hasta la parte posterior de la camioneta y un disparo me mueve hacia el otro lugar. Al parecer queda un guardia.
Una idea viene a mi cabeza y vuelvo a donde están los conductores. Por el vidrio que separa la cabina, veo al guardia pendiente a la entrada, y con una sonrisa, disparo dos veces seguidas. Una para romper el cristal y otra para que llegue a la espalda del chico.
Antes que voltee, me bajo y corro hacia la parte de atrás y cuando veo el contenido de la camioneta, vuelvo a disparar, apenas tiene tiempo de mirarme cuando la bala traspasa su cráneo. El ruido de su cuerpo impactando el suelo de la cabina, hace reír al prisionero.
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En La Sangre ✔️
ActionLe robaron su pasado, su nombre. La abusaron, entrenaron y convirtieron en su marioneta desde los trece años, cuando la metieron a una brutal academia de asesinos. Ahora que se graduó, el mundo no está preparado para el peso de su furia, que ardan...