Capítulo 24

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Alexandra.

La iglesia todavía está vacía, dentro de poco las campanas van a sonar invitando a la gente para la misa. Me parece algo irónico que uno de los peores traficantes venga a lugares como estos. Supongo que piensa que, diciendo todos sus pecados, quedará absuelto de cualquier culpa.

Si tan solo fuera así de fácil...

Nunca fui creyente, porque ¿Qué clase de Dios puede permitir que personas como nosotros existan? ¿Cómo puede dejar que los malos ganen?

Mis botas no emiten ruido alguno cuando subo las escaleras, el piso de arriba tiene pequeños balcones por donde el coro se pone a cantar, y las escaleras para los arcos donde se encuentran las estatuas de los santos, casi tocando el techo.

Me coloco entre la pared y la espalda de algún santo, cerca del altar, con una vista perfecta de la banca en donde Javier me indicó que su familia se sienta. Comienzo a ensamblar la pistola y controlar que la pequeña cápsula esté en posición.

Solo una oportunidad para lograr esto.

La cápsula contiene Tuskyan, un pequeño veneno capaz de inducir un infarto dentro de las dos horas de aplicación. Con la pistola, a esta distancia, la cápsula va a atravesar la piel de su cuello y Pablo no va a sentir nada más que la picadura de un mosquito.

Un infarto que lo deja fuera del juego y le da vía libre a Javier de apoderarse del cartel sin levantar sospechas.

Las campanas a lo alto de las torres comienzan su insufrible melodía, haciendo temblar las paredes y el pequeño escalón donde me encuentro parada. La gente cruza la doble puerta de madera al tiempo que una señora mayor empieza a tocar las notas en el órgano de la iglesia. Distingo a Javier y Melanie cuando cruzan las grandes puertas.

Ambos se acercan a la banca seleccionada, acompañados por un señor un poco mayor y pasado de peso, con un bigote al mejor estilo mexicano, y un par de señores trajeados de negro. Supongo que serán sus matones.

Inútiles cuando se trata de mí.

Cuando la gente termina de acomodarse y hacer silencio, el cura entra seguido por los monaguillos, y los chicos del coro se ponen en sus lugares en los pequeños balcones.

La gente empieza a cantar una aburrida canción, luego de un par de canciones más y unas palabras por parte del sacerdote, se sientan. En ese momento aprovecho para poner la mira en el cuello del mayor de los Gonzales.

Inhalo, pongo el dedo en el gatillo.

Me enfoco solo en los pocos movimientos que hace, paso de largo lo que sea que esté diciendo el sacerdote y suelto el aliento, apretando el gatillo.

Veo de reojo cómo la mano del hombre va a su cuello, pero el ardor en mi mejilla y el ruido de algo clavándose en la pared de atrás, hace que me esconda .

Muevo mi cabeza para ver la pared, donde una pequeña cuchilla se encuentra clavada. Puedo sentir el hilo de sangre que baja por mi rostro, y la furia helada que me cubre como una manta.

¿Qué mierda?

La gente debajo sigue escuchando atenta la voz del cura, sin ser consciente de lo que pasa. Ni siquiera yo soy plenamente consciente de lo que pasa.

Muevo mi vista hacia la dirección de donde vinieron los ataques, pero no veo nada.

Una presencia detrás de mí me hace girar, a tiempo de esquivar un golpe, pero no el otro. Mi mejilla palpita, pero trato de no darle importancia y me encargo de devolverlo. La confusión se expande por mi cuerpo cuando veo que mi atacante es Blackblade.

En La Sangre  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora