Capítulo 32

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Bueno, no me aguanté hasta el lunes, espero que lo disfruten! No se olviden de votar y comentar 

Alexandra

Mi respiración se atasca en mi garganta y tengo que abrir los ojos para recordar cómo respirar.

Fuego.

Gritos.

La oscuridad me envuelve, pero no siento el calor de las llamas, solo mi cuerpo bañado en sudor, pegajoso y agitado. La presión de las sábanas abrazando mi cuerpo es demasiado para soportar, me aplasta, me sofoca, pero no tengo fuerzas para sacarlas.

Fue solo un sueño.

Mis manos temblorosas se acercan a mi rostro, intentando sacar el miedo y el horror que la pesadilla me dejó. Odio soñar, odio recordar... Odio, es lo único que me queda.

Pero no puedo quedarme en la cama, solo porque mi cuerpo duele como si un camión me hubiera soltado la carga de ladrillos y aplastado todos mis huesos. No, tengo cosas que hacer, gente que matar.

Con una respiración profunda, aflojo mi cuerpo tensionado, y trato de deslizarme fuera de la cama, ignorando las punzadas de dolor que intentan mantenerme quieta.

¿Por qué me duele tanto el cuerpo?

¿Acaso tuve una pelea con la sábana y perdí?

Dejo de lado el dolor, lo suficiente para llegar a la sala, donde la ventana que da hacia la parte trasera de la casa me muestra la nieve cayendo y la más absoluta oscuridad, ni siquiera pudo ver la fila de árboles que está a solo unos metros. Pero no es eso lo que me detiene en seco, no. Es el ruido crepitante de los troncos siendo consumidos, es el color de las llamas y el olor salvaje de la destrucción que inunda la sala.

Las llamas danzantes me hipnotizan y me dejan clavada, pobremente sostenida con mis pies. Tan salvajes, tan coloridas y calientes.

Fuego.

Siempre me maravilló el poder que tiene, solo se necesita una pequeña chispa para convertir todo en un incendio que con vehemencia destruye todo a su paso, dejando solo cenizas como recuerdo de lo que una vez fue, de lo que una vez pudo haber sido. Pero... nunca noté esa pequeña parte de mí que pulsa con terror, con desesperación para alejarme de las llamas.

Tal vez, había estado dormida hasta el sueño de hoy. Tal vez no es solo un sueño, sino una de las torturas de Control de Daños... Pero no recuerdo tener quemaduras en mi cuerpo, por ahí solo soy yo pensando demasiado a las cinco de la mañana.

Termino mi escrutinio de la estufa y decido salir afuera, desactivando la alarma que rodea la casa. El frío helado logra sacarme un suspiro tembloroso, cierro los ojos disfrutando del viento lamer mi piel aún pegajosa.

Ignorando el clima, la nieve y la helada, admiro el cielo negro cubierto de motas de luz, intentando iluminar algo de la noche. Todavía falta para que el sol intervenga y esconda las estrellas bajo su manto de claridad.

Me pregunto si será en este momento, si una bala podría atravesar mi cráneo justo ahora, si alguno de los asesinos de la organización fue tan bueno como para seguirme hasta mi casa. Los sensores los habrían notado, claro, pero ¿Y si no? El silencio interrumpido solo por los sonidos de insectos, solo me deja intranquila.

Un escalofrío y una sensación horrible de vulnerabilidad me ataca, así que vuelvo adentro. Fuego o no, parece más seguro en estos momentos que la inmensidad de un bosque nocturno.

Abrazo mis brazos, caminando a través de la sala, del pasillo rojo, hasta mi habitación. Debería entrenar, por lo que sé viene hoy, pero mis músculos siguen resentidos, no creo poder soportar una rutina suave.

En La Sangre  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora