Capítulo 9

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Alexandra

Inhalo con fuerza cuando el frío se expande por mi mejilla, una mano. Termino de abrir los ojos con horror al ver el cañón de su pistola apuntando directamente hacia mi frente, sus ojos oscuros muestran la determinación con la que viene casi todas las noches, él me dispararía si tan solo le diera razones suficientes.

Desde que Malik se fue a esa misión dos meses atrás, el maestro siempre viene para hacer cosas conmigo, para destruirme en cada sentido que pueda. Como si los entrenamientos no fueran suficientes.

—Quietita —sisea en mi oído.

Su asquerosa voz provoca escalofríos en mi cuerpo, sin poder evitarlo las lágrimas inundan mis ojos, la nariz comienza a picarme, y mi cuerpo arde en los lugares donde sus manos lo tocan.

Si tan solo pudiera sacarle el arma y dispararle, pero él tiene más entrenamiento que yo; Mis intentos de sacármelo de encima las primeras veces fueron aplacados con golpes que me dejaban en la inconsciencia y mi cuerpo a su merced. Hay veces que quiero que me vuelva a dejar afuera, que me golpee tanto para evitar sentir el asco y el dolor que me provocan sus manos sobre mí, pero prefiero estar presente, prefiero recordar todo para no hacerme la cabeza después. El no saber algo siempre me destruye, necesito tenerlo todo bajo mi control, o al menos tanto como pueda.

Lágrimas bajan por mis mejillas y me odio por eso. Odio mostrarme débil ante un ser tan patético como él ¿Por qué yo? En la academia hay otras seis chicas, algunas incluso más desarrolladas que yo.

Pero yo la salvé de este mismo destino y me puse un blanco en la mira. Lo hice por una traidora.

—Así me gusta —su lengua juguetea con mi oreja y ahogo un sollozo—. Nada de lágrimas —su mano aprieta fuerte uno de mis pezones, tengo que morder fuerte mis labios para evitar gritar—, llorar es de fracasados y en esta escuela no soportamos a los fracasados.

Cuando sus manos comienzan a desabrochar mi pantalón, volteo la cabeza hacia la pared para evitar ver lo que sigue, no soy lo suficientemente fuerte para presenciar lo que hace. Mis labios sangran por la fuerza que usan mis dientes, evitando que suelte todo lo que tengo en mi mente.

Toda la sangre parece abandonarme cuando siento su dureza apretarse contra mi pierna y los músculos de mi estómago se tensan cuando siento sus manos ahí.

No quiero esto, quiero gritar, pero las palabras se convierten en ceniza en mi boca. La impotencia y la desesperación azotan mi pecho con fuerza, y el nudo de mi garganta apenas me da respirar sin temblar.

Basta.

—Extraño cuando dormías en vestido, me hacía las cosas más fáciles.

De un tirón mi pantalón y ropa interior desaparecen, las únicas barreras que podrían protegerme de su bestial atención. Siento su nariz hurgar entre mis pliegues, casi no puedo detener el impulso de cerrar mis piernas y golpearlo hasta que su miserable existencia deje de molestarme.

— ¿Acaso faltamos a una sesión de depilación?

Su boca atrapa un poco de vello púbico. Desde que empezó a venir, dejé de ir a las sesiones, son pocas cosas que puedo hacer para molestarlo pero con gusto las haré todas. Sus dientes tiran de los cortos pelos y no puedo evitar soltar un grito.

—Contéstame cuando te hablo.

—Vete al infierno —suelto molesta, terriblemente cansada.

Se supone que a los quince debería estar preocupada por las notas de mi colegio, por mi cuerpo desarrollándose, por cualquier cosa menos esto. Odio y rencor crecen en mi pecho cada día que paso en este lugar.

En La Sangre  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora