Capítulo 29

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Alexandra

El agua caliente me ayuda con la congestión y a relajar mis músculos. La droga está oficialmente fuera de mi sistema, pero en las horas que pude hablar con Vanessa el sentimiento de odio hacia ella mermó, al menos lo suficiente para soportar su presencia mientras mi cuerpo se recuperaba. Puede que estuviera en cama dos días, pero mi cerebro trabajó sin descanso planeando mis siguientes pasos. A veces me encuentro sonriendo mientras imagino las reacciones de todos al descubrir que logré escapar. Tendrían que haber imaginado que tenía un plan B, por si el bar resultaba ser una trampa, como se veía de lejos.

Pero mi éxito siempre se basó en el fracaso de los demás, así que contaba con el hecho de ser subestimada. Es como cuando siempre cuento con que los hombres débiles caigan ante mi belleza, antes de caer por mis otras armas, porque la apariencia es parte de mi arsenal.

Salgo y me pongo algo cómodo, al mismo tiempo que lidio con los estornudos, que no me dejan en paz.

—¿Segura que querés que lo veamos juntas? —Escucho la voz de Vanessa desde el comedor de la casa del bosque.

Volvimos hoy, para buscar el pendrive y decidí tomar un baño antes de hacer cualquier otra cosa. La tranquilidad de la casa nos envolvió al instante, y el silencio trajo paz a mi interior. Es poderoso el sentimiento de pertenencia. Más cuando salgo y la inmensidad del verde y el olor de libertad me saludan.

—No. Pero no creo que haga daño.

Me acomodo junto a ella en el sillón y conecto el pendrive a la laptop que está en la pequeña mesita.

Al instante, aparece una pestaña con varias carpetas. Me encojo de hombros y voy al que dice "ver primero". Es un vídeo, lo abro y una cara familiar aparece en él. Su barba oscura llena su mandíbula, algo raro viniendo de él, quien siempre dejaba su rostro limpio y afeitado. Unos lentes cuadrados enmarcan sus ojos, algo que nunca pensé que él necesitara, pero empiezo a confirmar que nunca llegué a conocerlo bien.

—Espero que no le hayas hecho daño a la persona que te entregó el pendrive —la voz masculina y ronca me traspasa cada célula de mi cuerpo, y me saca una involuntaria sonrisa—, nunca olvides lo difícil que es conseguir amigos de verdad, aquellos que se quedan cuando todo se va a la mierda. Y con tu carácter, no te va a ser fácil conseguir otro.

—Yo que tú, le haría caso —murmura Vanessa, subiendo sus piernas al sillón y luego abraza sus rodillas.

—Espero que estés lejos de Gordon y de la organización, pero creo que eso es soñar mucho —inclina la cabeza hacia un lado, dándome una sonrisa triste—. Y si no lo estás, al menos espero que tengas ganas de alejarte, pero no sin antes dejar destrucción a tu paso, como era tu sueño cuando no eras más que un metro de pura ira —pasa los dedos por su cabello, despeinandolo. Ojeras oscuras y profundas marcan su rostro—. Siempre pudiste ser más que solo la asesina que alguien mandara, pero necesitabas aprender a defenderte, aprender a manejar esa furia interior. Y ahora que estás lista, en estas carpetas está toda la información que pude juntar a lo largo de los años sobre Control de Daños; contratos, tarifas, lista de clientes, misiones... Sé que sabrás hacer lo correcto.

El vídeo se corta, pero ninguna de las dos se mueve. La información que tiene el pendrive podría valer millones, pero también podría ser lo ideal para mi venganza contra Gordon. Pensé que matarlo iba a ser suficiente, pero por qué conformarme si primero puedo quitarle todo lo que él aprecia.

¿Por qué creer que soy más que una asesina? ¿Cómo creer algo que sale de su boca? Él me mintió y me usó como todas las personas que crucé en mi camino, tal vez sí soy solo una asesina que el dinero controla, tal vez estoy bien con eso, pero eso no significa que voy a dejar que la escoria de mi jefe siga con vida. No me interesa acabar con la organización, no. Solo quiero la cabeza de la serpiente.

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