Extra I

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Alexandra

Casi nueve años atrás...

Los pasillos están igual de húmedos que siempre, cuando salga de aquí, si es que lo hago, no voy a volver a estar bajo tierra en un largo tiempo.

— ¿Qué crees que nos hagan hacer hoy? —La niña pelinegra que se me acercó el otro día, de nuevo viene a molestar.

—No sé —murmuro cortante.

Están prohibidos los ruidos fuertes en los pasillos, no voy a dejar que me castiguen por esta nena.

—Vi que eres cercana a uno de los maestros ¿Malik, verdad?

—No es de tu incumbencia —frunzo el ceño y sigo avanzando hasta el comedor.

— ¿Pero él te dijo de que va todo este entrenamiento? Estoy cansada de estar en la ignorancia, todos parecen tener un palo metido por el culo...

Que no me haga amigos, que los iba a tener que matar a todos, las palabras de Malik se cuelan en mi cerebro, pero claro que no se lo voy a decir a ella.

—No. Así que ya cállate —espeto.

—Ya veo que te contagiaron —sus ojos marrones se clavan en los míos y me mira como si estuviera de verdad disgustada—, también pareces tener un palo en el culo.

Fulmino con mi mirada la espalda de la niña ¿Quién se cree? Bufo y lo dejo pasar.

El comedor está lleno de los otros "competidores", como Malik los llama. Es el único espacio que compartimos más allá de los entrenamientos, ya que las habitaciones son individuales.

El bunker en el que estamos es enorme, los de nuestra edad no tienen permitido salir a la superficie sin nuestros maestros, pero arriba hay algo como una escuela militar. No presté mucha atención el día que llegué, me arrepiento de no haber disfrutado más la sensación del sol en mi piel.

Me toma un poco de tiempo poder sentarme con mi bandeja de comida en una de las mesas, el entrenamiento de ayer fue combate cuerpo a cuerpo y ahora todos mis músculos duelen, ni hablar del lugar donde recibí los golpes, dentro de poco voy a tener el cuerpo lleno de moretones.

Cada uno de nosotros come en silencio o haciendo el menor ruido posible, hoy está el maestro Bernard como nuestro vigilante.

Tiene algo que hace que mi interior quiera huir de su presencia, él enseña el arte de los venenos. El arte de los cobardes, según Malik, que entrenó su cuerpo como para sobrevivir toda una guerra y después correr una maratón solo por placer.

Pero hay algo en los ojos de Bernard, la forma en la que me mira que me hace desconfiar. El otro día se quedó mirándome toda la clase de baile, como si yo fuera la única niña en la sala, me hizo poner los pelos de punta.

***

El agua caliente corre por mi cuerpo relajándome, hoy solo fueron idiomas y estrategia, nada físico y lo agradezco. Las quejas no son bienvenidas en este lugar.

Lo odio.

Quiero odiar a Malik por haberme traído, pero es el único que se molesta en notar mi existencia y el único no interesado en que termine tres metros bajo tierra.

Incluso me acostumbré a su apariencia de matón, a sus numerosos tatuajes que intimidan a primera vista. De a poco estoy asimilando la idea de tener que matar... La gente hace cualquier cosa por sobrevivir ¿Verdad?

¿Pero vivir para qué? ¿Cuál es el punto?

Me acuesto a dormir sin las respuestas para esas preguntas...

En La Sangre  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora