⊰Capítulo 23⊱

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El bucle que se mantenía de tan delgado hilo finalmente comienza a tensarse.

Desde hace ya tiempo cada mañana parecía que era el mismo. Se repetía en un cansado bucle que le mareaba. El pasar del tiempo de cada estación le volvía ansioso, incluso había una impotencia reprimida en su pecho que le dificultaba pensar claramente cuando la ansiedad llegaba a su cuerpo. ¿Desde cuándo se sentía encerrado en el mismo día? Aun cuando era lluvioso, soleado o en esta época de invierno que adoraba ver (y de alguna forma la consideró especial) no sentía ningún cambio. Su sinceridad le hacía admitir que jamás habría una diferencia (eso consideraba). La rutina intima que estableció con el alfa no fue algo que desapareció por aburrimiento, en sus ojos se podía ver que cada día, cada noche, era mucho más emocionante para él y eso alimentaba el hambre que no podía parar, solo lo incitaba a probar más y más. Que muriera por el aburrimiento no era algo que veía, pero sí que podría morir por sus manos, esa idea a veces vagaba débilmente en su mente, pero tenía tanto miedo cuando la consideraba que solo podía esconderse hasta olvidarlo. Incluso aquella cama que compartían para dormir tenía su aroma impregnado como un recordatorio, que no importaba las veces que quisiera esconderse en su interior, en la ignorancia, había algo que lo sacara a la realidad dejándole imposible huir del presente. Y esa mañana no era diferente a las demás.

Despertaba sin ninguna perturbación como siempre, nadie lo obligaba. Sus ojos inconscientemente miraron a la ventana que esta vez dejaba pasar los primeros rayos de la mañana, donde afortunadamente no había nubes de invierno ocultándolo. Su ambiente descansaba en el silencio, nada violento que le molestara, y a pesar de ver a un punto fijo, a su lado podía sentir el peso contrario compartir la cama, su calor rozaba su piel. No necesitaba verlo, oír su respiración era suficiente para saber que era él quien le acompañaba, sabía que era él. Levantó su brazo y vio en la zona de su muñeca la piel magullada denotando un anterior acto sin calma que había ocurrido. Estaba completamente negra la zona de unos aparentes dedos marcados, y con solo observarlos podía sentir en su cuerpo el dolor comenzar a aparecer. Aunque la respuesta fuera bastante clara necesitaba mirarse en un espejo completamente.

Su cuerpo no llevaba nada encima, únicamente la sabana que recién retiró era su único cobijo y por el ambiente de diciembre su piel se crispó por el frío que le bañó el cuerpo al destaparse. Frio y pesadez en su cuerpo manifestaba, pero no hizo ningún sonido de queja. Se levantó de la cama sintiendo las cortinas del dosel caído rozar sus hombros cuando caminó por la habitación para poder entrar en el ya conocido cuarto de baño.

Cerró la puerta, sin tomar como prioridad el asegurarla. Finalmente quedó solo en cuatro paredes de tonos cálidos, podía sentirse oculto por el momento. La ventana de ahí estaba cerrada y sus cortinas abajo, solo las movió un poco para dejar entrar la luz matutina, al menos para poder ver aunque fuera débilmente. Con la iluminación suave, con duda movió sus ojos y cuerpo hacia el espejo del lavabo que esperaba por el huésped. No le sorprendió, aunque había un pequeño temor en su interior.

Analizó la imagen que el espejo le estaba dando. Veía un cuerpo desnudo, poseedor de una piel blanca siendo opacada por varias marcas negras y violetas reunidas en la parte de la cintura además de las muñecas, miró por sí mismo más abajo donde el espejo no mostraba, y la sección de manchas sobre su piel seguían un espeluznante patrón. Incluso había arañazos en sus costados perfectamente marcados. A pesar de que este tipo de consecuencias después de tener sexo con HyunWoo eran algo ya normal, no podía dejar de siempre levantarse, encerrarse en el baño y mirarse en el espejo, como un vicio que había tomado. Al principio cada uno de esos hematomas le dolían incluso cuando caminaba, eran insoportables de ver y tenía ganas de gritar cada vez que alguien se acercaba a él, pero en el tiempo actual en el que se encontraba los dolores aun prevalecían, pero era capaz de resistirlo, de suprimirlo. Buscó de entre todos los cajones un frasco conocido por él. Al tenerla la abrió y tomó el contenido entre sus dedos, pasando la pomada entre sus muñecas en la zona donde las marcas de dedos estaban, al menos para que no se inflamara. Se sorprendía por la velocidad con la que se volvían oscuras, pensaba que serían de un tono rojizo, pero se llevaba esa sorpresa. Atendió los arañazos en sus piernas y de algunas que tenía en los brazos, solo para que lograran sanar rápido y no dejaran marcas. Cuando estaba listo miró lo que adornaba su cuello. Lo tocó con sus dedos, solo sintiendo los bordes de la piel que logró sobrevivir a no ser arrancada, podía sentir la frialdad de sus dedos. En el fondo deseaba que, como las marcas de su cuerpo en general, la marca de su cuello pudiera curarse en unos días con medicina. Pero la realidad era que no era posible. Jamás lograba cerrarse. Aunque su suerte le brindaba que no era diario cuando lo mordía. Pero cuando esa ocasión se manifestaba era... horrible.

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